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El fin de las intolerancias

José Meléndez| El Universal
Jueves 18 de diciembre de 2014

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¿A qué país beneficiará más el restablecimiento de relaciones Washington-La Habana?
 
 
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Barack Obama se despojó de la presión electoral de Florida. Y Raúl Castro se despojó del acecho de los duros del castrismo

La histórica decisión de Estados Unidos y Cuba de enterrar más de 55 años de hostilidades militares, políticas, económicas y diplomáticas bilaterales y avanzar hacia la normalización de las relaciones entre dos países separados por apenas 150 kilómetros de distancia, permitirá sepultar las dos “lógicas malditas” que crecieron a ambos lados del Estrecho de La Florida y marcaron los vínculos entre Washington y La Habana desde el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959.

Ambas lógicas —el castrismo en la isla y el anticastrismo en Miami y su benefactor en Washington— dependen entre sí, se necesitan una a otra y se basan en una máxima de odio recíproco: “yo te destrozo, tú me destrozas”. Si la contrarrevolución cubana de Miami —o “gusanera”— no hubiera existido, alguien en Cuba la hubiera inventado.

Y la existencia por casi 56 años de la revolución, que en 1961 proclamó su carácter socialista, fue un pozo de abundantes recursos financieros federales de Estados Unidos, una avalancha de dinero que surtió un negocio político de numerosos autoproclamados luchadores por la democracia… pero en Miami y sin poner un pie en la isla.

El asedio de Miami y de Washington le sirvió al régimen castrista de justificación para controlar, ajustar y apretar tuercas internas, consolidar el sistema de partido único —el Comunista—, aplastar todo síntoma de disidencia, encarcelar a los opositores y dominar el omnipresente aparato político, económico y social.

Washington, que en 1961 rompió relaciones diplomáticas con Cuba, expresa su acoso con el embargo económico que impuso a La Habana en 1962, para castigarle por su gobierno marxista-leninista y, sin éxito, obligarle a democratizarse, con multipartidismo, pluralismo y elecciones y prensa libres.

El “bloqueo” le cayó al castrismo en bandeja como pretexto para explicar todo, éxitos y fracasos, y frente a un rosario de preguntas que la mayoría de cubanos se planteó por décadas, una sola respuesta: Cuba es plaza sitiada por Estados Unidos.

¿Por qué ganó la selección cubana de béisbol? Por defender a la revolución. ¿Por qué escasean el arroz, los frijoles, la carne de res, la leche o los pañales y hay racionamiento alimentario? Porque el bloqueo impide acceder a créditos y proveedores externos. ¿Por qué hubo prolongados cortes del fluido eléctrico? Porque el bloqueo encarecía el acceso de Cuba a petróleo. ¿Por qué estuvieron restringidos los viajes al exterior del personal médico? Porque el bloqueo estimuló la fuga de cerebros. ¿Por qué fue prohibido oír a Los Beatles o mascar chicle? Porque eran prácticas capitalistas.

Por un lado, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se despojó de la presión electoral de Florida. Y por el otro, el presidente de Cuba, Raúl Castro, se despojó del acecho de los duros —las estructuras radicales y leales al viejo castrismo y al inmovilismo político— en la orilla sur del Estrecho.

 

Periodista



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