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China en el mundo del siglo XX

Eugenio Anguiano Roch| El Universal
Domingo 02 de noviembre de 2014
China en el mundo del siglo XX

Un soldado chino despliega una bandera nacional frente al retrato de Mao en la Plaza de Tiananmen de Beijing.. (Foto: ARCHIVO. AP )

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eugenio.anguiano@cide.edu

Al comenzar el siglo XX la dinastía Qing (manchú) apoyó la rebelión de los bóxers de 1900, misma que fue aplastada por una coalición de ocho potencias extranjeras que le impusieron a China una onerosa indemnización. Ocupaba el trono Guangxu, quien era rehén de su tía, la emperatriz regente Cixi. En 1908 murieron el emperador, envenenado por órdenes de Cixi, y ella al día siguiente. Subió al trono un niño de 2 años de edad llamado Puyi, al que sus padres harían abdicar a principios de 1912, después de la revolución del 10 de octubre de 1911.

La “guerra de 30 años”, 1914-1945

Según Eric Hobsbawm, el periodo que va desde el estallido de la Primera Guerra Mundial hasta el final de la Segunda, constituye un continuo histórico marcado por los dos conflictos bélicos globales citados y varias revoluciones, entre ellas la bolchevique de 1917, más por la Gran Crisis de 1929-1933 y el hundimiento del sistema mundial comercial, monetario y financiero. Esto favoreció el surgimiento de los regímenes totalitarios italiano, alemán y japonés, más la consolidación del estalinismo en la URSS.

En tal contexto, la formación de una república democrático-liberal en China, impulsada por el levantamiento de 1911 y las ideas de Sun Yatsen, médico formado en Hong Kong, sufrió muchas adversidades que retrasarían la aparición de un nuevo régimen político capaz de unificar al país. Al terminar la Gran Guerra, a la que Japón y China habían entrado del lado de los países vencedores, ésta sufrió otra humillación en las negociaciones de paz de Versalles al determinar sus aliados entregar al Japón las concesiones territoriales que la derrotada Alemania tenía en China. Este revés desató multitudinarias manifestaciones de protesta que aunque no cambiaron la decisión de Versalles abrieron el camino para una búsqueda intensa de la modernización de China: democracia, liberalismo, darwinismo social, anarco-sindicalismo, socialismo y marxismo fueron algunas de las corrientes del pensamiento occidental que entraron en un proceso al que se llama “movimiento 4 de mayo”.

En 1919 Lenin creó la Tercera Internacional Comunista (IC) o Komintern que jugaría un papel muy importante en China, la que por esa época se hallaba dividida en feudos de los “señores de la guerra”, después de un breve periodo de restauración monárquica fallida que intentó Yuan Shikai, y en una débil República de China establecida en la ciudad de Cantón. En 1921, agentes del Kuomintern y un puñado de chinos entre los que halla-ba Mao Zedong fundaron el Partido Comunista de China (PCC); 9 años antes el doctor Sun había rebautizado su movimiento político con el nombre de partido Nacionalista (Guomindang, GMD).

Ante la ausencia de apoyos reales de las democracias occidentales y el acercamiento tanto de agentes del Kuomintern como de la Unión Soviética, Yatsen modificó la organización del GMD para asemejarlo a un partido comunista leninista pero sin asumir una ideología marxista; su idea fue a partir de entonces lograr la conquista del poder mediante un Ejército Revolucionario Nacional (ERN) y la implantación de un gobierno tutelar.

En ese mismo año, por instrucciones de Moscú los comunistas chinos entraron en una alianza con el GMD para enfrentar a los caudillos militares y unificar a China.

Después de la muerte de Sun el frente unido fue quebrándose en plena “campaña del norte” lanzada a principios de 1927, con Chiang Kaishek como comandante del ERN; él era un militar formado en China y en Japón que desconfiaba de los comunistas y ordenó una matanza de los mismos en abril del año citado, cuando acababa de tomar la parte china de Shanghai con ayuda de los comunistas.

No obstante, Moscú ordenó al PCC que mantuviera a toda costa la alianza con el GMD, pero cuando esto resultó imposible entonces Stalin, quien estaba ganándole a Trotsky la sucesión de Lenin, instruyó a los “camaradas chinos” que se alzaran contra el gobierno nacionalista. El levantamiento del 1 de agosto fue un fracaso pero los comunistas guardan esa fecha como la del nacimiento del Ejército Popular de Liberación.

En el periodo 1927-1937 los nacionalistas triunfaron sobre los caudillos militares, unificaron al país bajo la República de China, el generalísimo Chiang consolidó su poder y hubo importante crecimiento económico. Los comunistas eran una fuerza marginal que sobrevivía en las montañas de la provincia sureña de Jiangxi, cuyas bases tuvieron que abandonar ante campañas cada vez más eficaces del gobierno para aniquilarlos e iniciaron una retirada hacia el norte de China, que les tomó un año hasta que en octubre de 1935 se establecieron en Yan’nan, provincia de Shaaxi; a principios de esa marcha Mao asumió el liderazgo del PCC

En los años 30 Japón intensificó su expansión en China con la creación del Estado del Manchukuo, donde puso de monarca a Puyi, y terminó por desatar una guerra generalizada contra China a partir julio de 1937. Este conflicto tuvo episodios de enorme crueldad y llevó a la ocupación de la mayor parte del territorio centro-oriental chino por los japoneses. Chiang Kaishek se había visto forzado en diciembre de 1936, después de ser secuestrado por uno de sus propios generales, a formar un segundo frente con los comunistas para resistir a Japón: China volvía a quedar desmembrada en una zona ocupada por los japoneses y sus marionetas, otra del gobierno nacionalista asentado en Chongqing y los comunistas en sus bases del norte.

Después del ataque japonés a Pearl Harbor de diciembre de 1941 la guerra sino-japonesa se engarzó con la Segunda Guerra Mundial y la República de China quedó en el bando de los “tres grandes” —Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS— que la ganarían, lo que le valió a ese sufrido país asiático emerger como potencia mundial y uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

La Guerra Fría, 1947-1989

El PCC también salió fortalecido de esa prolongada guerra, en tanto que Estados Unidos apoyó logísticamente al gobierno nacionalista para que ocupara todas las ciudades importantes del territorio chino y con ello lo puso en clara ventaja sobre los comunistas. Ello hizo que Chiang Kaishek torpedeara las negociaciones de paz, emprendidas con la mediación del general George Marshall, de suerte que a mediados de 1946 estalló la guerra civil que terminó en 1949 con el triunfo de los comunistas, la creación de la República Popular China y la huida de los nacionalistas a la isla de Taiwán.

La “pérdida de China” fue un enorme golpe para Estados Unidos que desde 1947 había comenzado una política de distanciamiento con sus aliados soviéticos y para el año en que los comunistas chinos se hacían del poder ese distanciamiento ya era franca disputa.

La firma de un tratado de amistad y asistencia recíproca entre Moscú y Beijing en febrero de 1950 y el estallido de la Guerra de Corea en junio, a la que China entraría a partir de fines de ese año, significó la extensión de la Guerra Fría a Asia oriental y la adopción del gobierno estadounidense de una política de contención de China comunista que duraría 22 años. En ese tiempo, la política exterior de Beijing pasó por: la “alianza de un solo lado”, una década durante la cual los chinos abrazaron el modelo soviético estaliniano, político y económico; la “línea de Bandung”, (1954-1958) de coexistencia pacífica con regímenes afroasiáticos de diferente cuño ideológico, y la aparición de diferencias ideológicas y políticas entre Beijing y Moscú.

En lo interno, el nuevo régimen chino pasó por una transición en la que hubo una etapa de terror; la unificación efectiva de todo el territorio, menos Taiwán que quedó bajo la protección de EU y como representante de China en la ONU, y la estabilización de una economía todavía mixta pero acompañada de una profunda reforma agraria. A esto siguió la socialización de la economía y el establecimiento del nuevo marco legal y de sus instituciones.

No obstante el progreso logrado, en esos años de 1954 a 1960 también se manifestó la impaciencia de Mao Zedong, que era Primus inter pares de un liderazgo colectivo, por lo que consideraba un avance lento de la revolución y promovió campañas para quemar estadios históricos, entre ellas la del “gran salto adelante” que junto con la colectivización del campo provocaron una pavorosa hambruna en 1959-1962.

En 1961-1971, China Popular pasó por momentos muy dramáticos de rectificación-radicalización-rectificación de su política nacional e internacional: rectificación de los errores del gran salto que fue implantada por Liu Shaoqi, Zhou Enlai, Deng Xiaoping y otros; franca confrontación con la URSS; diplomacia beligerante que llevó a China a su mayor nivel de aislamiento internacional; lanzamiento por Mao y un grupo de cercanos colaboradores de la “gran revolución cultural proletaria,” lo que condujo al desmantelamiento de las instituciones, la purga de importantes dirigentes y puso al país en al borde de la guerra civil. Ello obligó a la desmovilización de los “guardias rojos” y a imponer el orden con una nueva línea sucesora de Mao, en la que Lin Biao aparecía como su heredero. En lo externo, la confrontación sino-soviética estuvo a punto de desembocar en 1969 en una guerra total entre ambos, lo que propició un acercamiento estratégico entre China y Estados Unidos; luego un golpe de Estado fallido de Lin Biao, seguido de la entrada de la República Popular a la ONU y salida de la misma de Taiwán.

Entre 1972 y 1976 China efectuó una amplia apertura política al mundo. Al mismo tiempo se libró al interior del liderazgo comunista una feroz pugna por la sucesión de Mao, quien a pesar de su avanzada edad mantenía los hilos del poder tras bambalinas. En esa pugna se produjo sucesivamente la rehabilitación de Deng Xiaoping, quien había sido defenestrado a fines de 1966; el aumento de poder del grupo de la señora Jiang Qing, esposa de Mao, y de tres dirigentes de Shanghai, y una segunda caída de Deng con motivo de un motín popular en abril de 1976 provocado por la supresión de muestras espontáneas de duelo por el fallecimiento de Zhou, ocurrido en enero de ese año. Deng fue depuesto de sus cargos pero no expulsado del partido, como demandaba Jiang Qing, ni tampoco maltratado públicamente: Mao protegió a quien siempre consideró un eficaz administrador pero renuente a asumir a raja tabla su legado. Pocos días después, un decrépito Mao designó como su sucesor mediante unas líneas escritas en un pedazo de papel a Hua Guofeng, oscuro cuadro comunista ascendido a la sobra de la revolución cultural pero que carecía de base propia de poder.

Casi un mes después de la muerte de Mao, acaecida el 9 de septiembre, Hua se apoyó en algunos líderes veteranos y en otros de reciente ascenso, para mediante un golpe palaciego arrestar a la “banda de los cuatro”. Hua había asumido de facto los cargos de jefe de gobierno y del partido pero tenía que legitimar su posición y para ello convocar a una conferencia nacional del PCC. Los dirigentes veteranos pusieron como condición para celebrar esa conferencia que se reinstalara a Deng en sus cargos en el partido y el gobierno, lo cual ocurrió en julio de 1977. Para fines de 1978 Deng había neutralizado a Hua y asumido el rol de dirigente principal.

Entre 1980 y 1982, Deng y un puñado de veteranos revirtieron el veredicto sobre la revolución cultural considerándola una década perdida pero salvaguardaron la imagen de Mao; restauraron el sistema institucional de los años cincuenta; adoptaron reglas para la jubilación de líderes veteranos y para la renovación de mandos, y echaron a andar las reformas y apertura económica.

En 1982-1989 Deng ejerció el mando supremo pero compartiéndolo más que su antecesor. Proyectó a dos de sus lugartenientes como dirigentes del partido (Hu Yaobang) y del gobierno (Zhao Ziyang) y en ambos casos fracasó; en el primero porque Hu resultó demasiado reformista y fue renunciado a principios de 1987, y en el segundo porque Zhao, que había pasado del gobierno al partido, se opuso a la ley marcial de 1989 que terminó con la matanza de junio en la plaza de Tiananmen y por ello fue purgado.

Deng nunca dio el paso para la modernización política y la represión que él mismo ordenó estuvo a punto de frustrar las reformas y apertura económicas. Sólo una gira que él emprendió en el sur del país en 1992 para defender el reformismo económico, salvó al mismo. Un importante sector del PCC temía que ocurriera en China lo que en la URSS: su desaparición y la del bloque comunista europeo.

El orden mundial de fin-de-siècle

En 1992 se efectuó el congreso del PCC que nombró un nuevo liderazgo colectivo, con Jiang Zemin a la cabeza. Deng, ya jubilado, participó en el último día del evento, dejando el mensaje de que Jiang debería ser el “corazón del núcleo” del liderazgo en los subsiguientes 10 años y que le siguiera Hu Jintao, quien a la sazón tenía 50 años y entraba con la protección de Deng al comité permanente del politburó, la máxima instancia del poder: fue la última acción política de Deng quien falleció en 1997.

China termina el siglo XX con la era de Jiang Zemin, un líder menos carismático pero buen administrador quien llevó la reforma económica a resultados notables.

La economía china se colocó en el año 2000 en la tercera más grande del mundo y el país como una indudable potencia regional.

En 100 años China pasó de ser un país débil a uno con estatus de potencia mundial, con pleno usufructo de su soberanía nacional. En los primeros 50 años fueron la revolución nacionalista y la Segunda Guerra Mundial los factores que catapultaron a China. En los siguientes 50 años la revolución maoísta llevó a los comunistas al poder y a superar los conflictos con, primero, Estados Unidos y después con la Unión Soviética. En las últimas tres décadas del siglo XX, la República Popular hizo una apertura política a la que siguió, después de la muerte de Mao, una económica capitaneada por Deng.



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