WASHINGTON.— Tras el escándalo protagonizado por elementos del Servicio Secreto, que fue incapaz de interceptar a un ex veterano de la guerra de Irak que saltó por la verja principal de la Casa Blanca y se escabulló de los agentes de seguridad, todos coincidían en señalar que las horas de su directora general, Julia Pierson, en el cargo estaban contadas.

estaban equivocados. Tras una tormentosa audiencia, el martes, ante el comité de supervisión gubernamental de la Cámara de Representantes, en la que Pierson fue incapaz de ofrecer una justificación convincente sobre las fallas que han sido la causa de una de las más graves brechas a la seguridad de la Casa Blanca, el presidente Barack Obama decidió ayer aceptar su renuncia.

En un escueto comunicado del secretario de Seguridad Nacional (DHS), Jeh Johnson, se confirmó la salida de una mujer que hace año y medio llegó con la promesa de un cambio y mejoras en el Servicio Secreto pero que, en lugar de ello, fue rebasada por una sucesión de fallas y errores difíciles de imaginar en una de las instituciones más respetadas en EU.

“El presidente tuvo oportunidad de platicar con Julia Pierson y le agradeció el servicio que prestó por 30 años. Después de su comparecencia ante el Congreso, Pierson llegó a la conclusión de que tenía que presentar su renuncia”, dijo ayer el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, al asegurar que la iniciativa de dejar el cargo surgió de la propia Pierson.

El responsable de DHS informó que el cargo de director interino del Servicio Secreto será ocupado provisionalmente por Joseph Clancy, un agente del servicio secreto retirado, hasta que el presidente designe a un sucesor al frente de una institución que hoy vive uno de sus peores momentos en su historia.

Al mismo tiempo, Johnson anunció la creación de una comisión de investigadores independientes que deberán esclarecer los fallos y responsabilidades del incidente ocurrido el 19 de septiembre, cuando el veterano de guerra de Irak Omar González consiguió saltar la verja principal de la Casa Blanca y no fue detenido sino hasta el interior de la residencia presidencial.

González, de 44 años, compareció ayer ante el juez y se declaró inocente de un incidente que podría costarle una pena de hasta 16 años en prisión.