Si en una coctelera se pudiera colocar una medida de la visión de país que tenía Fernando Henrique Cardoso, una poco de la propensión al trabajo de la presidenta Dilma Rousseff, una medida del poder de negociación del ex mandatario Luis Inacio Lula Da Silva, dos medidas del ideario de Eduardo Campos, y la pasión por el jet set, las fiestas y las mujeres de Fernando Collor de Mello, el resultado sería Aécio Neves de Cunha, a quien millones de brasileños están dispuestos a beber electoralmente en busca de un ansiado cambio.

Este economista de 54 años, que el domingo sorprendió a propios y extraños por el alto porcentaje de votos que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales, lo que le permitió pasar a la segunda ronda para disputarle el poder a Rousseff, es la última versión surgida de la fábrica de políticos más antigua que posee Brasil, la de Minas Gerais, donde sus dos abuelos, Tristao Fereirra de Cunha y Tancredo Neves, fueron hombres del poder.

El primero fue secretario de Comercio del presidente Juscelino Kubitschek (1951-1955); Tancredo Neves fue gobernador de Minas y el primer presidente, tras la larga dictadura militar en 1989, pero nunca pudo tomar posicionarse ya que se enfermó un día antes de asumir y falleció una semana después.

Fue con Tancredo con quien Aécio dio sus primeros pasos en política. Economista graduado en la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais, en 1981 comenzó a trabajar como secretario de su abuelo, con quien recorrió el país en busca de una salida democrática al regimen militar. En 1987 se convirtió en diputado federal y participó a favor de las “Direitas Ja”, que fueronn el prólogo al final de la dictadura.

Si bien por entonces militaba en el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de su abuelo y de Ulises Guimaraes, Aécio supo ganarse la amistad de Fernando Henrique Cardoso y de Luiz Inácio Lula Da Silva. En la actualidad, uno es su referente político desde que se afilió al Partido Social Demócrata Brasileño en 1990, el otro su amigo y ocasional adversario.

En la Cámara de Diputados se mantuvo hasta el 2002, donde llegó a ser presidente de la instancia. Ese año abandonó la cámara para presentar su candidatura a gobernador de Minas Gerais, y un año después ganó y reemplazó en el cargo al ex presidente Itamar Franco, siendo reelecto en el 2006. Ya desde entonces Neves manifestaba sus intenciones de ser candidato a la presidencia apoyado en su buena administración y su récord de votación en Minas, para senador en 2010.

Su candidatura siempre había resultado fallida. Más que por su fama de mujeriego y por su apellido, por la oposición del sector paulista de “los tucanos” —como se conoce a los miembros del PSDB—.

José Serra y el actual gobernador, Geraldo Alckim, le fueron obstaculizando el camino. Si hoy es candidato a la presidencia con chances ciertas de llegar a donde llegó su abuelo, se lo debe a Lula. Fue el ex presidente, estratega contumaz, el que hace dos años bajó a Sao Paulo a hacer campaña por la prefectura de la ciudad, para evitar el triunfo de Serra a favor de un desconocido Fernando Haddad. De haber triunfado Serra sería hoy nuevamente candidato a la presidencia, algo que Lula y el PT no podían permitir y que hoy Neves, quien se hizo de la presidencia del partido en 2013, agradece.

Pero si Neves tuvo un aliado en estos años ese fue el fallecido gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos. Con el malogrado candidato a la presidencia por el Partido Socialista Brasileño (PSB) compartía una visión de país y una vieja amistad desde el tiempo de los abuelos.

Campos era nieto de otro “procer” de la política brasileña, Miguel Arraes. Ambos habían llegado a acordar el apoyo para la segunda vuelta en el caso de que uno u otro pasara, hasta que el accidente aéreo se cobró la vida del pernambucano. Ahora, el candidato del PSDB trabaja desde el domingo en la noche para que Marina Silva, la sucesora de Campos, reflote ese acuerdo.

Apuesta por la apertura. En materia política, Neves es un viejo cuadro de la vieja escuela mineira. En materia económica, su visión del país está en las antípodas de Lula y de Dilma. Propone una devaluación monetaria y una apertura de la economía. No habla de privatizaciones como las que apoyó desde el Parlamento en tiempos de Cardoso, pero es partidario de más reformas en Petrobras, máxime después de los últimos escándalos por desfalcos en su administración.

Es ese discurso el que lo hace más atractivo para los mercados, que ayer mismo evidenciaron una reacción positiva, tras el resultado electoral.

De su primer matrimonio con la abogada Andrea Falcao tuvo una hija y de su actual relación con la modelo Leticia Weber, 20 años menor que él, tuvo en julio pasado unos gemelos. Después de creer que su sueño de ser presidente estaba perdido, Aécio tiene ahora una nueva oportunidad de convencer a la mayoría de los brasileños, que más allá de pertenecer a una de las castas políticas del país, puede liderar y administrar el cambio que el país pide a gritos.