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"Un hijo secuestrado, la peor pesadilla de todas"

Jana Beris / Corresponsal| El Universal
Viernes 20 de junio de 2014

ESFUERZO. Wachsman tiene 69 años y trabaja con grupos de teatro, dice, para no “enloquecer” por la muerte de Najshon. (Foto: JANA BERIS / EL UNIVERSAL )

Yehuda Wachsman sabe lo que sienten las familias de los israelíes cautivos; lo vivió en carne propia

JERUSALÉN.— A Yehuda Wachsman (69) no hay que explicarle qué están viviendo las familias Fraenkel, Yifrah y Shaer, cuyos hijos Naftali (16), Eyal (19) y Gil-Ad (16) fueron secuestrados hace una semana y quienes, según el gobierno de Israel, se hallan en manos de Hamas.

Él ya lo vivió hace casi 20 años, cuando el tercero de sus siete hijos, Najshon, que en ese momento tenía 19 años, desapareció y durante dos días no se supo nada de él... hasta que llegó aquel casete de Gaza en el que se lo veía con vida, en manos de sus secuestradores enmascarados, que terminaron matándolo durante el operativo que lanzó Israel para rescatarlo, en el escondite en la aldea Bir Naballah en Cisjordania.

“Estos son días muy difíciles. Lo que pasa ahora nos devuelve hacia atrás, cuando nuestro hijo estaba secuestrado”, nos dice con voz pausada. “Yo sé lo que viven ahora esos padres... la sensación de que se les termina el mundo. Es una preocupación incomensurable, un sufrimiento emocional terrible”. Él recuerda “el torbellino de pensamientos, las pesadillas, las fantasías...”.

Sonríe amargamente y recuerda que en un primer momento, cuando llegó aquel video, fue un alivio. “Cuando durante dos días no tuvimos ninguna señal de Najshon, pensamos que había muerto... Y de repente vemos que los captores lo mantuvieron con vida… Tuvimos esperanza de que finalmente volviera a casa sano y salvo”.

El desenlace fue otro, pero Yehuda espera que en el caso actual del triple secuestro, el desenlace sea bueno. “Yo espero que los cuiden de acuerdo a las reglas del propio Islam para con prisioneros”.

Wachsman, que a pesar del asesinato de Najshon sigue diciendo que tiene 7 hijos, incluyendo al que falleció, tiene un mensaje combinado: destaca la posibilidad de vivir en paz y de que ambas partes reconozcan que no tiene sentido morir y matar cuando se puede convivir y por otra parte, recalca que “esta vez, al secuestrar niños, se pasaron de la raya, y ésto es una guerra en la que si mostramos debilidad, estamos perdidos”.

La defensa del diálogo no es un mero eslogan para Yehuda Wachsman. Justamente su tragedia personal fue la que lo llevó en aquellos tiempos, luego del secuestro y la muerte de su hijo, a tratar de entablar un diálogo directo. Y lo hizo nada más ni nada menos que con Sheikh Bader, el padre de uno de los secuestradores. “Pero hace ya como 18 años que no estamos en contacto... Los extremistas de su lado lo amenazaron de muerte… y no hablamos más”.

Luego trató en otros marcos de insistir en la opción del diálogo, pero “al ver la incitación al odio en sus escuelas, decidí que no tiene sentido seguir”.

Eso no cambió su filosofía de vida, aunque ahora ya no enfoca sus energías en convencer sobre la necesidad del diálogo, sino en tratar de preservar, mediante grupos de teatro, su salud mental.

Mientras su esposa Esther fundó el “Centro Najshon” en la organización Shalva para chicos con discapacidad, él guía grupos de teatro y canaliza así sus energías de forma que lo ayuda a mantenerse activo y “no enloquecer”. “Lo hago por los hijos que me quedan, por mis nietos, pero también por mí mismo… También yo quiero vivir”.

Preguntamos a Wachsman si ha ido a visitar a las familias de los tres secuestrados y responde negativamente. “No he ido porque sé que en mí, verán la tragedia, el peor final. Y, ahora, tienen que aferrarse a la esperanza... Espero poder ir a verlos festejar, cuando los niños vuelvan. Vivos. Ojalá”.



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