Crónica. "Teníamos semanas notando olor a gas"
PRECAUCIÓN. Niños se cubren sus caras del polvo, al pasar cerca del sitio de la explosión, en Harlem. (Foto: BRENDAN MCDERMID REUTERS )
NUEVA YORK.— Acceder a la zona en la que los dos edificios situados en Park Avenue entre la calle 116 y 117 explotaron la mañana del 12 de marzo es imposible: acordonada, la cuadra es un hervidero de reporteros, cámaras de televisión, policías y ambulancias. Las brigadas de rescate trabajan a marchas forzadas para encontrar a las cinco personas que están desaparecidas.
El olor a gas que despide la zona es agudo; por ello, los rescatistas portan máscaras que los protegen de los escombros y de este peligroso elemento que hizo volar por los aires dos edificios.
Las calles aledañas, usualmente llenas de gente y comercios vibrantes, están desoladas.
La mayoría de las tiendas cercanas a los edificios colapsados han bajado sus cortinas. Las pocas personas que caminan por el vecindario soportando los 9 grados bajo cero con los que despertó ayer Manhattan están en shock por lo ocurrido.
Luz Rivas, de 66 años de edad se acerca al retén para hablar con un policía. “Soy amiga de Jenny Ramírez, una mexicana que vive en el edificio de al lado del que explotó”, explica a EL UNIVERSAL con lágrimas en los ojos esta puertorriqueña afincada en el Harlem Hispano hace 15 años. “Estoy asustada, desde ayer no sé nada de ella y no sé si está bien”. No la dejan pasar y no le pueden dar ninguna información. Hasta el momento, la mayoría de las personas de la cuadra han sido evacuadas al refugio de la Salvation Army habilitado por la Cruz Roja en la calle 125 y la Tercera Avenida, pero Luz no encontró ahí a Jenny.
“Llevábamos muchas semanas notando ese olor fuerte a gas, se hicieron muchos reportes, la gente de esa calle se quejaba, pero nadie hizo nada hasta que eso explotó”, afirma Luz con impotencia y rabia por lo sucedido.
Un pequeño comercio de abarrotes y comida rápida llamado “117 Deli”, situado justo en la esquina contraria a la zona afectada, permanece abierto. Benjamín Montañés, estadounidense de 33 años de padres mexicanos y habla hispana atiende a los policías y personas que se acercan a comprar un tentempié. “Yo vivo a tres calles y mi novia vive justo a una calle de donde todo ocurrió. Me estaba bañando cuando se oyó la explosión y el piso se sacudió. Fue como un terremoto. Salí corriendo en busca de mi novia. Su edificio estaba bien y ella a salvo pero desde su ventana vimos la nube de humo y fuego y escuchamos los gritos de las personas corriendo y pidiendo ayuda. Fue algo horrible. En cinco minutos estaban aquí más de 50 ambulancias, coches de policía y hasta el FBI”, recuerda Montañés con la voz temblorosa.
“Los vecinos tenemos miedo de que esto pueda ocurrir otra vez. Los conductos de gas que pasan por esta zona son demasiado antiguos y no se les da mantenimiento. No es la primera vez que un departamento del barrio explota, lo que pasa es que esta vez la tragedia es muy grande”, asegura.
En el refugio de la calle 125 habilitado para acoger a los afectados por la explosión, una voluntaria de la Cruz Roja habla con EL UNIVERSAL. “Desde ayer en la noche aquí las personas están recibiendo comida caliente, un lugar para dormir y asearse, así como ayuda psicológica”, explica Marta Cruz. “La gente está muy afectada, son personas trabajadoras que lo han perdido todo. Es muy duro de elaborar”, finaliza.
Por el momento no se permite acceder al refugio y hablar con los afectados a menos que se trate de un familiar. Según los reportes de la Cruz Roja, en la actualidad el Hospital de Harlem atiende a 14 heridos, El Mount Sinai a 26, el Hospital Metropolitano a 18 y el Presbiteriano a 2 heridos en estado crítico y ha dado el alta a 27 más.
En la zona afectada aún se desprende humo. Los policías vigilan estoicos el perímetro acordonado y todos: periodistas, rescatistas, policías, vecinos y curiosos aún mantienen la esperanza de encontrar vida entre los escombros.