"Popeye", el sicario ¿redimido?
Video. El ex-sicario estara bajo la mira de sus enemigos

BOGOTÁ. El Popeye muestra el libro que escribió en 2005 sobre la vida de Pablo Escobar, durante el juicio contra el político Alberto Santofimio Botero, en 2006. (Foto: ARCHIVO AP )
Es tan carismático como sanguinario; tan leal como desprejuiciado y tan inteligente como incapaz de discernir entre el bien y el mal. La mafia lo recibió con un apodo en las antípodas de lo que fue su vida y obra. Se trata del Popeye, cuya hoja de vida incluye un paso por la escuela de Grumetes de la Armada.
En ese currículum, Jhon Jairo Velázquez Vázquez, nacido el 15 de abril de 1962 como el cuarto hijo de una familia de clase media oriunda de Yarumal, Antioquia, incluye también, de acuerdo con su propio testimonio, más de 350 asesinatos y unos 3 mil que se cometieron bajos sus órdenes.
Las víctimas fueron principalmente agentes de seguridad y alguno que otro político. A su cargo estuvieron varios secuestros importantes, como el del ex presidente Andrés Pastrana y el ex vicepresidente, Francisco Santos, y varias tareas de suma importancia en la vida privada del único jefe que tuvo: Pablo Escobar Gaviria.
El Popeye es el último de una estirpe criminal, la del gigantesco plantel de sicarios que integraba el Cartel de Medellín. Si se tiene en cuenta que Roberto El Osito Escobar, hermano de Pablo y en libertad desde hace cuatro años, siempre tuvo un rol marginal, Popeye es el dueño de todos los momentos de esa organización que atravesó violenta y culturalmente a Colombia, tal vez para siempre.
Tras cumplir 22 años en prisión, salió del Penal de Combita rodeado por un ejército consciente de los quilates criminales de el Popeye.
En esos 22 años, pasó por siete penales distintos, se cruzó y convivió con varios extraditables, narcotraficantes, guerrilleros como alias Simón Trinidad y alias Rodrigo Granda, y no pocos paramilitares a quienes conocía desde que éstos hicieron sus primeras armas junto a Escobar.
Hoy, el Popeye dice ser otra persona, que dejó atrás la violencia y que sólo espera hacer una vida normal, fuera del país, probablemente en Costa Rica, de donde supo que es “un buen vividero”. El gobierno costarricense ya advirtió que no le permitiría el ingreso.
Pero al colombiano le restan 52 meses y 22 días de libertad condicional, en los que deberá demostrar eso que dice: que la sombra perfecta de don Pablo quedó en la historia.
Popeye, el sicario, tal vez sea historia, pero Velázquez Vázquez sigue siendo el disco duro del Cartel de Medellín, la organización criminal que marcó a fuego a la sociedad colombiana.
No en vano fue el principal colaborador de la Justicia a la hora de dilucidar el crimen de Luis Carlos Galán, el frustrado candidato presidencial asesinado en 1990; el atentado al avión de Avianca o el asesinato de un agente de la DEA. Así lo valoraron los magistrados y también los periodistas que lo convirtieron en una suerte de pop star del crimen, luego de que en 2011 publicara un libro (El verdadero Pablo) sobre los años con Pablo Escobar, el hombre por el que Popeye era capaz de dar la vida.
La lealtad sobre el amor
La lealtad que el sicario le dispensó a su jefe estremece al más duro. Y lo demostró con el asesinato de su gran amor, Wendy Chavarriaga Gil.
Ella era un hermosa joven que frecuentaba las discotecas de la Avenida Las Palmas en Medellín. Allí la conoció Pablo, como a tantas otras mujeres que poblaron la hacienda Nápoles. La joven se relacionó con él sabiendo quién era y cometió el craso error de avisarle que estaba embarazada de él.
Como en otros casos, el Popeye se encargaba de llevarla y traerla de Nápoles a Medellín. “Era absolutamente hermosa, pero el patrón mandó a tres hombres y a un médico para hacerla abortar. El resentimiento de ella nunca fue superado”, recordó Popeye, quien recibió la orden de frecuentarla, vigilarla pero no de enamorarse perdidamente de ella, como le terminó ocurriendo.
Cuando Escobar se enteró, le dio una orden: “Tienes que hacerle la vuelta (matarla) porque es sapo (informante) del Bloque de Búsqueda”. El Popeye no dudó. Reprimió su amor por la joven y le pidió a Tyson, otro de los sicarios de la primera línea del grupo, y a otros que la mataran. “La cité y ellos se encargaron. Nunca amé a otra mujer como a Wendy”.
Desde entonces, se convirtió en la mano derecha de Escobar, quien lo mantuvo a su lado no sólo para hacerse cargo de los asuntos más sensibles, sino hasta para que le preparara unos huevos revueltos, con café en alguna de las tantas caletas (escondites) que el cartel poseía a lo largo y ancho de Antioquia.
"Fue como ver a Dios"
La primera vez que el Popeye vio a Escobar en persona fue a comienzos de los 80, cuando junto con un amigo ingeniero, fue a la Hacienda Nápoles a reparar un toro mecánico que animaba las horas de ocio de “los muchachos”. “Fue como ver a Dios”, dijo una y otra vez. Pidió trabajo y se lo dieron.
El sicario fue chofer de amantes de Pablo como Virginia Vallejo, la presentadora de telediarios, que se convirtió en un amor obsesivo para el líder del grupo criminal.
A Escobar lo siguió hasta la Catedral, cuando se entregó y cuando se fugó. El Popeye se entregó en 1992, cuando el cerco sobre ellos era ya insostenible y su jefe le dio la orden a todos, incluidos El Osito y El Arete de hacerlo.
En los últimos años, además de convertirse en el hombre fuerte por cuanto penal fue pasando y de haber participado en la balacera desatada en la cárcel Modelo de Bogotá en 2001, Popeye se dedicó a contar la historia oculta del cártel, además de a estudiar 14 diplomados.
No le tembló la lengua cuando dijo que el grupo hacía negocios con los sandinistas en Nicaragua y que él en persona le había entregado al escritor Gabriel García Márquez una carta de Escobar para Fidel Castro.
También reveló que Escobar “tenía un jefe, aunque no lo crean y ese jefe era Fabio Ochoa”, quien hoy cumple una condena en Estados Unidos. Ochoa era el hijo mayor de Fabio Ochoa, el mejor adiestrador de caballos colombianos. Él y sus dos hermanos, Juan David y Jorge, fundaron con Escobar el cartel y fueron los primeros que se entregaron a la Justicia.
Los enemigos del Popeye son los hermanos Rodríguez Orejuela, líderes del Cartel de Cali y lo que queda del paramilitarismo, con quienes al parecer aún tiene cuentas abiertas.
Desde diciembre de 1994, cuando cayó Escobar, el Popeye no deja de recordarlo.
Ahora, el sicario “redimido” acaba de recuperar su libertad. Nadie sabe dónde se aloja o si se acogió al programa de testigo protegido. Salió el martes del Penal de Combita sin alma, como lo confesó en una de las tantas entrevistas que dio en los últimos años. No sabe si podrá cumplir su sueño de ir de compras a un mercado, vivir de un salario, caminar libremente por la calle y visitar a su hijo y a su ex mujer, una ex Miss Medellín, que viven en Europa.
Su principal desafío es tratar de no ser asesinado y de que, con su muerte, se pierda la única “Olivia” de su criminal existencia: el disco duro del Cartel de Medellín.





