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Entrevista. "En Siria ya no se puede volver atrás"

Jana Beris / Corresponsal| El Universal
Sábado 06 de septiembre de 2014

JERUSALÉN.— “Abu Ahmad” no quería salir de su país, Siria, donde nació. La guerra lo obligó. Pero ahora no quiere volver. “La vida allí es como la muerte… y esto no puede volver atrás”. El testimonio de este sirio de 40 años lo recabamos en el hospital Wolfson de Holon, al que logró llegar gracias a la cooperación entre la organización humanitaria cristiana “Shevet Ajim” y la israelí “Salvar el corazón de un niño”.

Desde hace casi dos décadas, “Salvar el corazón de un niño” trabaja para realizar operaciones cardíacas a niños de países en los que el nivel de la medicina no es suficiente, muchos de ellos de países sin relaciones diplomáticas con Israel. En este lapso, han sido operados más de 3 mil niños en el hospital Wolfson, entre los cuales, en los últimos años, hubo varios niños sirios.

También Ahmad, el menor de los hijos de nuestro entrevistado, que nació hace cinco meses en Jordania, adonde tuvo que escapar de la guerra en su país. Con amplia sonrisa y voz firme, aunque con cautela y pidiendo que no se lo identifique, Abu Ahmad habla con EL UNIVERSAL y nos da un testimonio revelador.

Abu Ahmed, usted se fue de la zona de Homs en la que vivía, a Jordania... por la guerra ¿verdad?

Por supuesto. No me quería ir, pero todo era difícil. Fui con mi familia a un campamento de refugiados en Jordania; es decir que viví más de dos la guerra en Siria.

¿Cómo era vivir en la guerra?

Como la muerte... Cada vez que me iba a dormir, no creía que al día siguiente me levantaría. Cada vez había otra amenaza, otro desafío. Cada día pensaba que al día siguiente sería mejor, pero en realidad, todo seguía empeorando. Y me refiero a la situación general del país, no a algo particular mío. El peligro era para todos, para mi familia y mis cuatro hijas. Ahmed, el menor, que traje a Israel , nació en Jordania.

¿Qué hacía en Siria?

Era empleado en un negocio de golosinas y dulces. Yo mismo los preparaba.

¿Y antes de la guerra vivía bien?

Antes de la guerra, era un paraíso. Vivía bien con mi familia, salíamos a pasear...

¿No tenía problemas con el régimen sirio?

Claro que había problemas... pero en lo personal, yo no hacía política, iba de mi casa al trabajo y de mi trabajo a mi casa. No me interesaba la política, trabajaba, nada más... Vivíamos nuestras vidas, sin preocuparnos por la política, pero es cierto que no teníamos derechos.

¿A qué se refiere?

A todo. Una vez me dirigí al régimen para buscar trabajo y me pedían dinero a cambio de darme un empleo…

¿Por ser de tal o cual grupo?

Yo soy sunita, pero no por eso. Antes, no había choques, como ahora, entre los distintos grupos.

¿Cree que la intención de las manifestaciones en Siria con las que comenzó la revuelta, hace más de tres años, querían una democracia necesariamente o simplemente un poco más de aire, algo de alivio en las restricciones generales?

Mire, yo creo que la democracia es mejor que la libertad… En Siria no se puede decir qué ideas uno tiene —las paredes escuchan—. La democracia es la base de muchas cosas, respeto a los derechos de todos, de las distintas religiones... nada de eso hay.

¿Se puede volver a la Siria de antes de la guerra?

Es imposible volver a lo de antes. Si el régimen cae, el control queda en manos de diferentes grupos. Hay muchos, cada uno quiere otra cosa... todo es peor que antes. Yo podía antes salir de noche, dar una vuelta, sin temor, pero ahora temo tanto al régimen como a los grupos diversos. No puedo alejarme cinco metros de mi casa sin temor a morir.

En Occidente se dejó de creer que lo que había estallado era una “primavera árabe”. Ahora se habla de un “invierno islámico”.

Nosotros decimos que de la primavera árabe se pasó a un “najs” árabe, que significa “mala suerte, malas noticias”. Ahora todos matan y el pueblo paga el precio.



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