Zimmerman y el fin del mito de la era postracial
MIAMI. Un niño sostiene una pancarta con el lema: no soy sospechoso, en una manifestación contra Geoge Zimmerman, vigilante que mato a Trayvor Martin. (Foto: AP )
WASHINGTON.— El 13 de septiembre de 1986, el máximo líder del Ku Klux Klan en Estados Unidos, James Farrands, hizo alarde de sus mediocres dotes para adivinar el futuro: “En Estados Unidos nunca habrá un presidente de raza negra”.
Veintidós años más tarde, la realidad dió un paso al frente para desmentir al gran mago de la orden supremacista blanca. Tras una contienda histórica, un joven de raza negra y bajo el exótico nombre de Barack Hussein Obama ganaba las elecciones presidenciales.
En la cuneta quedaría Hillary Clinton, la primer mujer con aspiraciones reales de llegar a la Casa Blanca. Una candidata que, a pesar de tener la piel blanca y de contar con una enorme cuota de poder en el seno del Partido Demócrata, al final, se resignó ante el avance de Obama.
La revista The Economist calificó la conquista de Obama como “un triunfo de la era postracial” en Estados Unidos. La revista The New Yorker lo presentó como “el primer político de una generación postracial”.
Cinco años más tarde, la realidad volvió a dar otro paso al frente para colocar de nueva cuenta las cosas en su lugar.
Tras un polémico fallo judicial en el estado de Florida , que dejó sin castigo a George Zimmerman, un hombre de 29 años y de origen hispano, responsable de asesinar al adolescente de raza negra Trayvor Martin bajo el polémico principio del derecho a la autodefensa, la iniquidad en la impartición de justicia quedó en evidencia en Estados Unidos.
Su tufo racista, a la hora de juzgar entre un hombre blanco y uno de piel oscura, y su inevitable impacto en una nación orgullosa de su récord en el terreno de los derechos civiles, demostró que la festejada era postracial en Estados Unidos sigue siendo un mito.
El caso de Trayvon Martin, un joven afroestadounidense de 17 años que murió huérfano de justicia en un país gobernado por el primer presidente de raza negra, desató el enojo de las fuerzas vivas.
Indignados, miles de ciudadanos de toda raza y confesión salieron a las calles para protestar por un fallo judicial que evocó la absolución de los policías que propinaron una salvaje paliza a Rodney King en Los Ángeles, en 1992.
En un ambiente de rabia e indignación, que movilizó a cientos de miles, el presidente Obama decidió dar un paso al frente para tratar de contener la amenaza de confrontación racial que asomaba en el horizonte y, al mismo tiempo, para sincerarse ante toda la nación: “En el pasado dije que Trayvon Martin podría haber sido mi hijo. Y bajo esta misma lógica puedo decir que yo mismo pude haber sido Trayvon Martin hace 35 años”.
El pronunciamiento del presidente Obama dejó entrever un asunto que es personal y al mismo tiempo le permitió salir al paso de quienes insisten en negar el contexto social de un crimen contra un adolescente de raza negra.
“En Estados Unidos hay muy pocos afroestadounidenses que no hayan sido objeto de vigilancia y seguimiento mientras hacen sus compras en tiendas departamentales. Y en este grupo me incluyo... En este país, hay muy pocos ciudadanos afroestadounidenses que no hayan experimentado la sensación de escuchar la forma en que las personas ponen los seguros de sus coches cuando los ven cruzar la calle. Y en este grupo me incluyo yo. Me pasó hasta que me convertí en Senador”, dijo Obama, al revelar por primera vez que, como joven, él mismo experimentó el recelo de policías y de la comunidad blanca en general por el sólo hecho de ser de raza negra.
Que el asesinato de Trayvon Martin, un adolescente de 17 años cuyo único pecado fue cruzarse en el camino de George Zimmerman, un vigilante de origen hispano que lo siguió e interceptó por el sólo hecho de ser de raza negra, haya quedado impune, demuestra hasta qué punto Estados Unidos sigue sin ser una nación ciega al color de la piel.
La brecha se abre de nuevo
Tras el fallo judicial, apegado a la ley, pero también cargado de un enorme agravio comparativo contra la comunidad afroestadounidense, la brecha racial que se creía cerrada con la elección de Barack Obama, volvió a reaparecer.
“Quienquiera que hoy insista en que el crimen cometido por George Zimmerman contra Trayvon Martin no tuvo nada que ver con el color de la piel se está engañando a sí mismo. El racismo sigue siendo uno de los temas menos discutidos en la nación (estadounidense)”, aseguró el analista Roger Simon.
“Y a pesar de que la victoria de Barack Obama (en 2008) fue de proporciones épicas, eso no marco, ni de lejos, el fin del racismo en Estados Unidos”, añadió.
En el verano del 2010, poco más de un año después de que Obama asumiera la presidencia, el Centro de Estudios Políticos y Sociales del Sureste y el Instituto Rockefeller patrocinaron un estudio conjunto para comprobar hasta qué punto la elección del primer presidente de raza negra había colocado a Estados Unidos más allá de la frontera racial. “La elección del presidente Barack Obama aumentó las expectativas de que Estados Unidos podría trascender la raza y que las actitudes raciales de los ciudadanos blancos habían sufrido una transformación fundamental”, señaló el estudio.
Sin embargo, prosigue, “los análisis de las respuestas de todos los grupos raciales revelan que la presencia del primer presidente y la primera familia afroestadoundienses siguen sin desterrar los estereotipos raciales... El racismo sigue siendo un factor importante en la experiencia del día a día de los afroestadounidenses y los hispanos”, concluyó el informe para confirmar así que el racismo sigue siendo un debate pendiente y que la era post racial en Estados Unidos sigue siendo un mito.