Israel y el asesino de Damasco
JERUSALÉN.—No sería exacto alegar que Israel se ha acostumbrado plenamente a la cruenta dinámica con la que se vive tan a menudo en Medio Oriente, pero tampoco sería exacto decir que ya nada le sorprende. Aún sin olvidar sus propios problemas y conflictos, lo sangriento de tantos procesos que ocurren a su alrededor, lleva a Israel cada tanto a expresar estupor por lo que acontece en el seno de algunos países vecinos. Egipto, Siria y Líbano —con los que Israel tiene frontera— son los ejemplos más recientes, preocupantes para el país.
La interrogante casi automáticas que los políticos y analistas isralíes se plantea es en qué medida cada crisis puede incidir negativamente en su propia situación. Esto fue evidente en el caso de la guerra en Siria. Cuando comenzaron a caer morteros en los altos del Golán —que Israel conquistó en el frente sirio en 1967 y anexó a su territorio en 1981— la sensación en Israel era: “lo sabíamos… era sólo cuestión de tiempo”.
Pero la opinión pública israelí sigue los acontecimientos en su vecino del norte, no sólo pensando en las posibles repercusiones para el propio Israel. “Es comprensible que a veces, viendo lo que ocurre a su alrededor, haya israelíes que se digan que lo mejor es construir muros altos y separarse totalmente del resto de la región”, escribió recientemente el analista Najum Barnea del periódico Yediot Ahronot. Opinaba luego que esa no es la solución, pero su comentario fue muy elocuente.
Hace ya mucho que los israelíes se preguntan cómo puede el pueblo sirio vivir tal cual ha estado obligado a hacerlo en los últimos años. Pero los últimos sucesos, las informaciones sobre el uso de armas químicas en los suburbios orientales de Damasco y las imágenes de cientos de cuerpos sin vida en bolsas blancas identificadas con la muerte, especialmente de numerosos niños entre ellos, causaron un impacto especial.
Hace ya bastante que la declarada política oficial de no intervenir en asuntos de los países vecinos, no significa abstenerse de condenar lo que allí sucede. Pero no todos los días el propio presidente del Estado, Shimon Peres, se refiere a su par sirio Bashar al-Assad como al “asesino demente de Damasco”.
“Assad no es el líder de su pueblo, sino el asesino de sus niños”, dijo Peres a Yediot Ahronot. “Ha cruzado una línea roja y el mundo debe actuar para frenar al asesino demente de Damasco”.
Una singular muestra de condena moral a lo que está sucediendo en Siria vino de una figura altamente respetada en Israel, el ex Gran Rabino Israel Meir Lau, que en los últimos años se desempeña como Rabino Jefe de Tel Aviv. “La sangre de los niños clama desde la tierra... ¡basta¡”, escribió.
Lau, que de niño en su Polonia natal estuvo en el campo de concentración nazi de Buchenwald, señaló que “el mundo ya ha mostrado su indiferencia”, en relación al hecho que los judíos sufrieron el Holocausto sin recibir la ayuda necesaria de quienes podrían haberlos salvados.
“No se ha aprendido nada de la historia. Mi generación ya vivió situaciones como estas en los años 30 y 40 del siglo pasado, cuando un millón y medio de niños judíos fueron asesinados cruelmente por bestias humanas mientras el mundo, como siempre, no intervino, se mantuvo en silencio y por supuesto no hizo nada para impedir la matanza”. El Gran Rabino exhortó a que el mundo determine mancomunadamente un día de protesta generalizada que mueva a los gobiernos a adoptar medidas prácticas para poner fin a la situación actual.