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Comer de los muertos en Filipinas

TEXTO GIRLIE LINAO • DPA| El Universal
Viernes 01 de noviembre de 2013
Unas 3 mil familias trabajan en el Cementerio del Norte de Manila. No ganan mucho, pero sobreviven

MANILA.— Manuel Feliciano esculpe con el cincel en la losa de mármol. Es la segunda lápida que prepara en el día y debe estar lista para la tarde, cuando tendrá lugar el entierro. El Cementerio del Norte de Manila es el mayor y más antiguo de Filipinas y da de comer a unas 3 mil familias, que además viven en sus 54 hectáreas de terreno. Muchos están allí desde hace más de 30 años.

El día de Todos los Santos, que se celebra hoy, llena de actividad el lugar. A primera hora del día, Feliciano ha cavado dos tumbas junto a otros dos trabajadores, y más tarde ayudará a su mujer y sus hijos en la limpieza de panteones.

Haciendo diferentes trabajos, este hombre de 49 años consigue mantenerse a flote ganando unos 100 pesos diarios (alrededor de 1.70 euros). “Mientras uno no sea vago, aquí se encuentra trabajo”, asegura Feliciano. “No se gana mucho, pero sí lo suficiente para tres comidas al día”, apunta.

En el Cementerio del Norte de la capital filipina están enterradas un millón de personas, entre ellas presidentes, artistas y estrellas de cine. Cada semana hay unos cien entierros, y el día de Todos los Santos se necesita más ayuda que nunca para limpiar los mausoleos, pintar los panteones, etc.

La mujer de Feliciano, Milagros, se encarga del cuidado de unas 15 tumbas al año. “Lo que ganamos nunca es suficiente, pero al menos entra algo de dinero. Estamos bien en comparación con otros fuera del cementerio, que no tienen trabajo”, explica.

Muchos de los trabajos los han heredado de sus padres, que ya son mayores para esas tareas. Éstos a su vez los heredaron de los abuelos, que están enterrados en ese mismo cementerio, explica Milagros, de 50 años.

El trabajo en el cementerio es duro. Feliciano desentierra con sus manos huesos y otros restos mortales. “Todavía no me acostumbré al olor que sale cuando se abre una tumba”, reconoce. A veces incluso vomita, “sobre todo cuando los cadáveres todavía no están secos hasta los huesos”.

En cambio, a Remigio Landrito, de 54 años, 30 de ellos trabajando en el cementerio, ya no le dan miedo los muertos. “Temo más a los vivos. Los muertos no pueden levantarse y hacer daño”, afirma. El momento más duro para él fue cuando tuvo que cavar la tumba de su hijo mayor, que murió de cáncer de huesos. “Era mi compañero de trabajo”, recuerda. “Ahora está enterrado en nuestra casa”.

Tres funerarias proporcionan “clientes” a Landrito, es decir, cadáveres que enterrar. “Las funerarias traen tres o cuatro clientes cada semana”, explica. Por cada entierro se ganan unos mil pesos. Un entierro sencillo en el Cementerio del Norte cuesta unos 10 mil pesos, una décima parte de lo que se paga en un camposanto privado. El precio incluye permisos, el material de la tumba, el salario de los trabajadores y el alquiler del panteón por cinco años.

A Feliciano, trabajar aquí le ha ayudado a aceptar mejor lo inevitable. “Ya no tengo miedo a morir”, asegura. Además, dice, si es enterrado en el cementerio, estará rodeado siempre de su familia.



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