La puja interna en Líbano y el cruento efecto de la guerra en Siria sobre su vecino libanés, volvieron a dar ayer duras señales en Beirut, al registrarse un atentado con coche-bomba. El objetivo principal fue la víctima más conocida de la explosión: el ex ministro de Finanzas, Mohammed Shatah, conocido crítico de la milicia libanesa chiita y pro iraní Hezbolá.

Otras cinco personas murieron en la explosión y aproximadamente 70 resultaron heridas.

El artefacto estalló al paso del convoy de Shatah, quien se dirigía a un encuentro con seguidores del ex primer ministro Saad al-Hariri, de quien Shatah era estrecho asesor. La fuerte explosión se escuchó en casi toda la ciudad. Las imágenes de televisión mostraron vehículos incendiados y al personal sanitario ayudando a los heridos.

Hezbolá condenó el ataque, que calificó de “intento pecaminoso de atentar contra la estabilidad y la unidad nacional, lo cual beneficia únicamente a los enemigos del Líbano”.

Pero Saad acusó a Hezbolá de la muerte de Shatah.

Shatah era musulmán sunita. Pero de por medio lo que cuenta no es simplemente el tema confesional y la conocida rivalidad entre las dos ramas del islam —que hoy en día constituye según diversos expertos el conflicto central en Medio Oriente— sino la problemática de las alianzas regionales. Concretamente, Shatah se oponía al rol de Hezbolá en Líbano, a su alianza con el régimen sirio de Bashar al-Assad y al protagonismo que la organización armada libanesa estaba teniendo en la guerra siria, que está golpeando directamente a Líbano, cuyo territorio ya ha sido escenario de acciones violentas relacionadas con el conflicto en el vecino país.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, condenó el ataque, igual que el Consejo de Seguridad del organismo y Estados Unidos. (Con información de agencias)