MADRID.— Patria Valenzuela lo ha perdido todo. Su casa, su televisión, su ropa, sus fotografías, sus objetos personales, sus libros, sus muebles, sus recuerdos... todo.

El tifón Haiyan (Yolanda) que hace unos días asoló Filipinas y que según el más reciente recuento de Naciones Unidas (ONU) acabó con la vida de cuatro mil 460 personas, arrasó con su vivienda y con todo lo que había dentro: objetos que su hija compró con el dinero que ella lleva años mandándole desde España, donde trabaja desde hace 23 años en el servicio doméstico de planta y donde apenas tiene algo de ropa. Porque desde que llegó aquí, Patria manda a Filipinas casi todo su salario, unos mil euros mensuales, y apenas se queda con algo para poder vivir.

Pese al drama que ha vivido, se considera afortunada. Su hija y sus dos nietos, de 3 y 10 años, lograron salvar la vida, aunque ella no lo supo hasta cuatro días después. “Todo esto está siendo como un sueño, como una pesadilla de la que no me despierto. Veo la televisión y me parece estar viendo una película, y cuando me doy cuenta de que es real, de que es mi país, de que es mi gente, no puedo parar de llorar”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL.

“La última vez que hablé con mi hija fue el jueves por la noche y ya me dijo que se estaba preparando para el tifón porque sabían que venía muy fuerte, de grado 4. Pero hasta el lunes por la mañana no supe que estaban bien, así que durante todo ese tiempo pensé que ella y los niños habían muerto. En mi provincia, Cápic, las comunicaciones están cortadas y no hay electricidad, así que tuvo que ir uno de mis sobrinos desde otra provincia en motocicleta para buscarlos”, relata.

Patria cuenta que el país, con 100 millones de habitantes, de los cuales 27 millones son pobres, está completamente “destrozado”. “No hay agua, ni comida, ni electricidad, ni medicinas, los cadáveres están por todas partes, los saqueos son continuos y la ayuda humanitaria no llega. Dicen que la han mandado pero a mi provincia no ha llegado nada y la gente está desesperada porque no tienen cómo sobrevivir”, relata. “Además, el tifón ha afectado a todos por igual. A ricos y a pobres, a los basureros y a los abogados como mi hija”, explica esta mujer de 58 años, que lleva 23 trabajando para mandar dinero a su familia. “Todos tienen que volver a empezar de cero”, solloza.

“Ellos son todo lo que tengo. Llevo años trabajando en Madrid para que puedan tener una vida mejor. Si se hubieran muerto no sé qué habría hecho, así que sólo me queda pensar que lo que se ha perdido ha sido material y que tengo que sacar fuerzas para empezar de cero otra vez”.

“En mi provincia todas las casas están destruidas porque como son de bambú han salido volando. Y la mía, que era de cemento, tampoco resistió al tifón, el tejado salió volando y todo lo que había dentro está completamente empapado”, explica. Aun así, su hija y sus dos nietos siguen viviendo en la casa. “No tienen a donde ir”, lamenta.

A Patria le consuela el cariño y el apoyo que está recibiendo de sus jefes españoles, para quienes trabaja desde hace 18 años y con quienes vive en un chalet en el centro de la ciudad. “Son muy buenos, muy buenos”, reconoce entre lágrimas. “Me han dado dinero para que reconstruya mi casa y me han ofrecido pagarme un boleto de avión para ir a ver a mi hija y a mis nietos. Pero yo prefiero no gastar ese dinero y que lo utilicen ellos para sobrevivir. No tienen nada. Lo hemos perdido todo”, lamenta de nuevo.

En conferencia de prensa, el vocero de la ONU, Farhan Haq, dijo ayer que el número de personas afectadas por el tifón asciende a 11.8 millones de personas. Hay unos 921 mil desplazados y 243 mil viviendas fueron destruidas.

Haq reconoció que la distribución de la ayuda humanitaria ha sido limitada por los daños en caminos y carreteras, aunque el gobierno del presidente Benigno Aquino dijo ayer que la mayoría de las carreteras están ya limpias en torno a Tacloban y que han restablecido la seguridad con el despliegue de más de un millar de soldados apoyados con carros blindados. (Con información de agencias)