El problema fue la arrogancia
EL CAIRO. Soldados egipcios visitan la tumba del presidente Anwar al-Sadat, quien iniciara la ofensiva contra Israel hace cuatro décadas. (Foto: AMR ABDALLAH DALSH REUTERS )
JERUSALÉN.— Cuatro décadas han pasado desde el 6 de octubre de 1973, y el estremecimiento sigue siendo enorme. A 40 años del estallido de la Guerra de Yom Kippur, de aquel sábado en el que las sirenas sonaron en Israel en el día más sagrado del calendario judío (el Día del Perdón), las emociones continúan a flor de piel por los casi 2 mil 700 jóvenes soldados muertos, pero también por lo difícil de sobreponerse a la pregunta: ¿cómo pudo pasar? ¿Cómo pudieron sorprender así a Israel?
Una pizca de lo cargado emocionalmente del tema se captó ayer en un seminario en el Instituto de Investigaciones de Seguridad Nacional, en el que fueron abordadas las diferentes facetas de la guerra que inició con el ataque sorpresa de Egipto y Siria contra posiciones israelíes en territorios ocupados.
Cuando tocó el turno al general retirado Eli Zeira, quien hace 40 años se desempeñaba como jefe de la Inteligencia Militar, estaba claro que sería sólo cuestión de tiempo hasta que alguien lo interrumpiera.
Zeira insistía en que entonces la probabilidad de guerra era baja y que todas las maniobras que se captaban en el terreno indicaban que el ejército egipcio no se preparaba para una invasión del Sinaí.
Pero el problema no radicó en un error de evaluación. Según la Comisión Agranat que investigó lo sucedido y determinó que por la “grave” falla que había cometido Zeira debía dejar su cargo, el jefe de la Inteligencia había estado atrapado en la “concepción” (según la cual los árabes no estaban listos para atacar a Israel) y por eso se cerró y se negó a lidiar con nueva información que iba llegando.
Zeira dijo que el entonces Ministro de Defensa Moshe Dayan comprendió que estaba por comenzar una guerra, pero que hasta ahora no comprende “por qué no fueron movilizados los reservistas”. Del público saltaron voces que lo llamaron mentiroso.
La guerra de Yom Kippur fue un trauma para Israel. “El problema fue la arrogancia, creernos que éramos los mejores, que sabíamos todo”, dijo a EL UNIVERSAL Eitan Haber, en aquel entonces cronista militar del Yediot Ahronot, recordando que el origen de la guerra fue la victoria militar de 1967 en la guerra de los Seis Días.
El resumen final, desde el punto de vista militar, fue claramente en favor de Israel. “La victoria militar fue muy grande”, destacó el general retirado David Ivri, en aquel momento un alto oficial en la Fuerza Aérea. Uno de los mayores efectos de la guerra fue la gran desconfianza a la que dio rienda suelta, entre la ciudadanía y sus gobernantes. El ejército dejó de ser una “vaca sagrada” que todos admiran.
Pero quizás lo más significativo fue el hecho de que lo que Egipto percibió al comienzo como su victoria militar, por sus éxitos en los primeros días, hizo posible que se borrara el sentimiento de humillación de la guerra de 1967. Sin haber quitado esa “mancha” en su honor, el presidente Anwar al-Sadat, que lanzó la guerra, no habría viajado nunca a Jerusalén, ni firmado luego el acuerdo de paz con Israel.