1. DUNAS ERG CHEBBI
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En Erfoud, a 500 kilómetros de Marruecos. Este mar de arena dorada alcanza alturas de hasta 160 metros. Tiene la particularidad de cambiar de color conforme el sol desciende, del dorado al púrpura. Se hacen paseos en camello, caminatas y convivencias con nómadas árabes y dormir dentro de una jaima, una tienda de campaña hecha de cuero. Cerca de la frontera con Argelia.

2. CASCADAS DE OUZOUD
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En la provincia de Tanaghmeilt. La caída de agua es considerada la más alta al norte de África. Sus 110 metros se desploman a través de tres escalones de piedra rojiza, característica de la cordillera del Atlas Medio. Hay embarcaciones para acercarse a la cascada. Más adelante, siguiendo el caudal, se encuentran desfiladeros con paredes que superan los 300 metros. Existen senderos para explorar cuevas formadas por la erosión.

3. GARGANTAS DE TODRA
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En Tinerhir. Esta falla geológica tiene una longitud de 15 kilómetros y una profundidad de 300 metros. Sus paredes son un espectáculo rocoso en color naranja que en ciertos tramos se juntan, dejando una separación de apenas dos metros. Se puede escalar y hacer trekking. En medio de la grieta se han instalado restaurantes y hoteles boutique para estar un día entero atrapado en la garganta.

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4. CUEVAS DE HÉRCULES
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En Tánger, entre el Mediterráneo y el Atlántico. Los marroquíes aseguran que la forma de la caverna es la del continente africano, pero al revés. Según la leyenda, ahí descansó Hércules después de realizar el robo de las manzanas de oro en el jardín de las Hespérides. En el interior de la gruta hay un pequeño museo con restos fósiles. Jóvenes marroquíes ofrecen un espectáculo de clavados que hacen coincidir la caída con la llegada de las olas. En los alrededores hay paseos en camello a través de la playa y restaurantes con terrazas al filo del acantilado.

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5. LEGZIRA
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En Sidi Ifni. Esta playa ha sido abatida durante miles de años por la fuerza del viento y del agua salada, creando así dos arcos de dimensiones descomunales. Son vistos desde cualquier punto del litoral rocoso, que alcanza una longitud de ocho kilómetros. Durante el día, la marea permite a los turistas pasear debajo de las arcadas. El atardecer colorea de rojo intenso las rocas, reflejándose también sobre la arena, es por eso que se conoce como la "playa roja". El sitio está libre de hoteles y restaurantes.


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