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Ana Guevara vivió un infierno

Jorge Guzmán Torres| El Universal
Jueves 17 de enero de 2008
Ana Guevara vivi un infierno

El panorama en el entorno de la velocista se ensombreció de tal manera que empezaron surgir las voces de alerta en distintos frentes. (Foto: Archivo / EL UNIVERSAL )

El éxito y la fama trajo consigo compromisos extra deportivos para la atleta, los cuales terminaron por agotarla física y mentalmente mucho más de lo que podía desgastarla una rutina de entrenamiento

jorge.guzman@eluniversal.com.mx

El mismo día que Ana Gabriela Guevara conoció la gloria, sintió las primeras llamas de un infierno que terminaría por envolverla.

Era el 27 de agosto de 2003, nada menos que en la llamada Ciudad Luz, donde la Saeta Sonorense saltó a la palestra mundial para poner fin a la creencia de que México sólo podía sobresalir en el atletismo en las pruebas de fondo y medio fondo.

Aquella noche parisina, cuando subió al podio para colgarse al pecho la presea dorada, en los mismos instantes en que se entregaba por completo al placer del triunfo y el reconocimiento como la mujer más veloz del planeta, Ana se convirtió en el blanco perfecto para las marcas patrocinadoras.

Y lo mismo aplicó tanto para los que ya tenían ligas con la atleta cuya carrera se mantenía en constante ascenso, como para los que vieron en la velocista la gran oportunidad de publicitar sus productos.

Lejos estaba entonces Ana Gabriela Guevara de imaginar el infierno al que la llevarían sus patrocinadores, a grado tal de convertirse en una pesada losa que tuvo que soportar a la par de su incesante carrera deportiva.

En el balance final, parecería que el peso publicitario pudo más que el esfuerzo deportivo.

Apenas a su regreso de Europa, ya convertida en monarca mundial de los 400 metros, la sonorense sufrió el primer impacto cuando materialmente fue “secuestrada” por uno de sus patrocinadores, primero para ofrecer una conferencia en sus instalaciones, y luego para realizar un maratónico recorrido regalando sonrisas y autógrafos a los empleados, a pesar del agotamiento extreno provocado por un largo viaje en avión y un accidentado traslado en helicóptero desde la ciudad de Toluca al Distrito Federal.

Fue apenas el inicio de un prolongado infierno en una interminable danza de marcas.

Ana Gabriela Guevara transitó entonces del cobijo inicial que representaba el respaldo de los grandes patrocinadores, a la pérdida de la privacidad, la vorágine de la socialité y los interminables compromisos comerciales que la alejaron paulatinamente de las pistas de tartán.

La experiencia del “secuestro” se repitió una y otra vez con Banamex, Nike y Televisa, principalmente, con exigencias que sacaban a la atleta de concentración, que la alejaban de los campos de entrenamiento y, por supuesto, del sueño de alcanzar el oro olímpico.

El panorama en el entorno de la velocista se ensombreció de tal manera que empezaron surgir las voces de alerta en distintos frentes.

Desde el grupo de trabajo más cercano de Ana, Raúl Barreda, su entrenador y por supuesto hombre de gran peso en el éxito de la velocista, externó su preocupación por el alto costo que representaba la fama de Ana Gabriela.

“Me preocupa mucho la pérdida de independencia de Ana y la afectación de su vida privada, porque eso le da menos posibilidades de tener éxito”, dijo Barreda en aquel entonces. “Se ha caído en un exceso que resulta negativo”, precisó.

Por esa época la propia Guevara externó su malestar por el hecho de que los patrocinadores pretendieran manejar su agenda en un cerco creciente que se inició desde el 2002, luego de la triunfal gira por Europa en la que se adjudicó la triple corona: Golden League, Grand Prix y la Copa del Mundo, y que adquirió su máxima expresión entre 2003 y 2004.

El ex marchista Raúl González, entonces presidente de la Liga Mexicana de Beisbol, se sumó a la intranquilidad de Raúl Barreda.

El resultado del análisis realizado por el dirigente fue dramático: “Las sanguijuelas pueden terminar con la carrera de Ana Gabriela Guevara”, aseguró Raúl González.

Hace más de cuatro años de aquella conclusión en la que González incluía tanto a los patrocinadores como a gente cercana a la velocista. Tal es el caso de Germán Silva, quien en el Grand Prix de Guadalajara vendió playeras con la imagen de la sonorense con el compromiso de que terminada la competencia, la propia Ana Gabriela estamparía su firma en cada una de ellas.

A la salida de la Unidad Deportiva Revolución, una multitud esperaba con playera en mano (ordenada en una gran fila) a la sorprendida Ana Gabriela, quien tras unas cuantas firmas tuvo que salir encubierta entre un impresionante dispositivo de seguridad.

Ana llegó todavía en plan grande a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, pero su medalla de plata no fue suficiente y un año después los patrocinadores la empezaron a abandonar.

Quizá el golpe más fuerte fue su separación de Televisa, la empresa que “cuidaba su imagen”, en 2006.

“Yo le dí a ganar 45 millones de dólares por la explotación de mi imagen y no recibí ni el 1%”, lamentó Guevara tras el rompimiento.

En la recta final sólo Banamex y Nike se mantuvieron a su lado.



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