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Martín Agüero, un clásico espoleador

El Universal
Martes 08 de mayo de 2007
Torero recio, bilbaíno de nacimiento, cuñado del maestro Fermín Rivera y tío de Francisco ´Curro´ Rivera. Actuó también en nuestro país

En las diversas regiones del territorio español, los toreros suelen marcar con plena claridad el estilo o el corte. La alegría, la sensibilidad del pellizco de arte es de los diestros nacidos en la región de Andalucía, muy característico de la línea mediterránea que es el sur del país; y lo recio, un trazo rondeño, la honestidad y la entrega es de los artistas del otro extremo, los que nacen en el norte.

Puede marcarse la diferencia, aunque no existe una regla precisa de un corte en cada región. En todas las latitudes, en el mundo de la tauromaquia, suele haber artistas consumados, poderosos por naturaleza y también de un trazo seco. Eso sí, todos reúnen un mérito grande y todos son merecedores de elogios por tener el valor de salirle al toro.

Se dice que se tiene más miedo al ridículo, que al mismísimo "barbas", ese noble irracional, símbolo de la bella fiesta.

Y en la ciudad norteña de Bilbao nace Martín Agüero y Ereño, personaje de la presente rememoración. Un matador de toros recio, honesto y, sobre todo, un excelente, clásico y puro estoqueador.

Además, Martín Agüero está ligado con el espectáculo taurino de México, pues es cuñado y tío, respectivamente, de los distinguidos ases del escalafón taurino mexicano: el maestro Fermín Rivera Malavear y de Francisco Curro Rivera Agüero, Los tres ya fallecidos.

La señora Ángeles Agüero, que actualmente goza de la vida en el rancho ganadero de reses bravas "La Alianza", en el estado de Jalisco, es hermana de Martín, esposa de Fermín y madre de Curro. ¡Cómo se cierran las líneas en este incomparable y pasional espectáculo!

Como los vinos fuertes

Martín Agüero y Ereño nació en la ciudad vasca de Bilbao, el 3 de febrero de 1902, los primeros balbuceos del siglo XX. Joven, a los 15 años, en 1917, empezó a frecuentar las capeas y novilladas en su patria chica.

Y al año siguiente, en 1918, se presenta como banderillero en la misma ciudad del norte español y lo hace como novillero, ya en busca de gloria y dinero, lo que realiza el 30 de noviembre de 1919.

Empieza a deambular y obtiene éxitos importantes y continuos en plazas de primer orden, como las de Barcelona y Zaragoza, además de otros cosos. Camina varios calendarios como aspirante a matador de toros.

Lo anterior lo lleva a su presentación en la plaza de Madrid, la que da y quita, el 24 de julio de 1924, alternando con Pepe Belmonte y Juan Posadas. De siempre se manifiesta como un torero de corte seco, pero con ese sabor del buen vino y como un estoqueador clásico y eficaz.

Ese mismo año, ya con la experiencia necesaria, da el paso al frente. Sí, la alternativa. Es su padrino Manuel Jiménez Chicuelo y atestigua Fuentes Bejarano. Todo ello en la plaza de Málaga.

Un año después la confirma en La Corte, o sea Madrid, el 7 de julio de 1925, cediéndole los trastos Ricardo Anlló Nacional y como testigo Gitanillo de Ricla.

Los tres años siguientes son los mejores de su carrera. Obtiene en años consecutivos, 1925 y 26, sendas orejas de oro en las postineras corridas de La Prensa en Madrid. Y ese ritmo lo conserva en 1927. Una época brillante en los que alcanza la mayor altura en su peregrinar taurino.

Inclusive, esas buenas campañas le abren las puertas de las plaza de México. Firma un ambicioso contrato y llega en la campaña 1927-28 en El Toreo de la Condesa, donde suma seis actuaciones.

Veneno con la espada

En la Nueva España, como se le conocía entonces a nuestro país, debuta el 20 de noviembre de 1927, alterna con Pablo Lalanda y Antonio Posada con una corrida de la ilustre divisa de Piedras Negras, que no funcionó. Lo mejor del festejo, el espadazo que logra en el sexto de la tarde. Lo mata como Dios manda.

Repite al domingo siguiente, el 27 de noviembre, en mano a mano con Cayetano Ordóñez Niño de la Palma. Tampoco funciona la corrida de San Diego de los Padres. Sin embargo, la gente disfruta de ver ejecutar la suerte suprema en su máxima expresión de técnica, verdad y pureza. Es más, al sexto de la sesión, Canastero de nombre, le corta una oreja con el pleno reconocimiento de la cátedra mexicana.

Tampoco le embisten las corridas de Pierdras Negras, La Laguna y Atenco, que mata el 12 y 25 de diciembre de 1927 y 15 de enero de 1928. Corridas que no dieron oportunidad para elaborar un toreo brillante y de estilo exquisito, como el que añoran los aficionados. Martín, en cambio, los fulmina con todas las de la ley.

Su adiós y última corrida en suelo azteca, la torea el 22 de enero, es la Covadonga, son ocho toros. El que cierra el festejo, le coge y lo conmociona de gravedad. Suceden momentos de angustia de que el percance tuviese, al final, trágicas consecuencias. No obstante, es un toque de advertencia.

En la península, en el ciclo de 1928, sufre dos graves cornadas, una en Madrid y la otra en el coso de Bayona. Le quitan sitio y, por desgracia, se inicia una baja como artista. Los contratos son mucho menores y deja de interesar al público.

La última aureola que logra Martín Agüero en su trayectoria, es en Bilbao, ante sus paisanos, el 15 de septiembre de 1929.

Tarde en que obtiene el "Estoque de Oro", como el mejor torero de la sesión. Una vez más ejecuta la suerte de matar a las reses bravas con emoción, con ese sello propio que el diestro vasco impone.

Con ese sabor de boca se quedan sus paisanos. Al año siguiente, en 1930, muy joven, apenas con 28 años de edad, marca él mismo su adiós de los ruedos en una corrida que tiene como escenario la plaza de Logroño. Vive muchos años más, siempre en su querido Bilbao.



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