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Una dinastía torera con prosapia

El Universal
Martes 10 de enero de 2006

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Fernando Gómez García, ´El Gallo´, fue padre de Rafael y José Gómez, ´Gallito´ y ´Joselito´, respectivamente, dos monstruos sagrados de la época de oro en España

La historia de la fiesta brava se eslabona con sucesos y nombres desde sus albores, hace ya varios siglos.

Familias que empezaron a adquirir notoriedad con las virtudes, cualidades y destreza de quien era cabeza por linaje. Posteriormente, los hijos perpetuaron en la profesión y muchos superaron las brillantes proezas que cincelaron sus señores padres, los jefes de esas estirpes.

A través de la historia, ha surgido una lista extensa de dinastías toreras. Una de las más famosas debe señalarse la que fundó Fernando Gómez García, "El Gallo", que se convierte en patriarca de la que es considerada como una de las de más prosapia y jerarquía en el difícil negocio de tauro en todos los tiempos, ¡así de fácil!

Sí, Fernando Gómez nació el 18 de agosto de 1847 en Gelves, Sevilla, esa capital de andalucia que ha sido pródiga en dar al mundo connotadas figuras del toreo en la trayectoria, de varios siglos, de la fiesta de toros. Ese espectáculo, tan pasional, tan lleno de luz, de controversia y, al mismo tiempo, asediado por enemigos y detractores fortuitos.

"El Gallo" es el puntal de la señalada dinastía torera. Padre de Rafael Gómez Ortega, "El Gallo", el divino calvo. Torero genial, heterodoxo puro, de suprema imaginación, de los tocados por la varita mágica del Todopoderoso.

Y de José Gómez Ortega, "Joselito", en contraste, un ortodoxo clásico, poderoso, sin que la técnica u oficio tuviera secretos para él. Dos figuras de alta escala en la hermosa fiesta de los toros. Dos notabilidades, ases auténticos, en la bien llamada época de oro en España.

Con recia personalidad

Fernando Gómez García, "El Gallo", contagiado por la afición a la fiesta de su hermano mayor José, que era un excelente banderillero de Rafael Molina, "Lagartijo", frecuentaba a menudo la dehesa y encerradero de Tablada. Su padre, que tenía una fábrica de petacas, intentó apartarlo de la peligrosa profesión, pero el chamaco, por la noche, buscaba la forma de torear a la luz de la luna o con el alba.

En esa etapa de tan difícil aprendizaje ideó el cambio de rodillas, suerte que le propició un gran renombre más tarde. En la región de andalucia, el joven Fernando toreó en Sevilla y en sus alrededores.

Pronto, se hizo de cartel por el valor mostrado. Hubo una ocasión que un toro de nombre "Regalado", que había matado un año antes a dos toreros, estando en el tendido de espectador, la cuadrilla que actuaba, manifestaba pánico que Fernando brincó. No sólo lo toreó con el capote, sino que su temeridad llegó al grado de hacerle un desplante, acostándose ante ese torazo meneado (toreado).

En 1869, hubo una corrida en Sevilla. Participó "El Gallo" como banderillero. Por miedo de uno de los artistas, Fernando tuvo que desempeñarse como matador.

Ya para 1870, forma parte de las cuadrillas de Manuel Fuentes "Bocanegra" y de Antonio Carmona "El Gordito", cuadrillas de renombrado prestigio.

También hubo malas tardes, el 18 de junio de 1871 en Sevilla, alternando con Manuel Lagares, Fernando tardó más de media hora en matar un toro y objeto de la siguiente copla: "No quiero carne de toro/ que Lagares no mató;/ la quiero del de "Gallito",/ que vivo se lo dejó".

En abril de 1873, debutó en Madrid como banderillero en la cuadrilla de José Lara "Chicorro". Ese mismo calendario, el 29 de junio ya actuó en la corte como matador de novillos.

No todo era dulzura. En 1874, sufrió cornadas considerables, tanto en Madrid como en Sevilla. El percance acaecido en la Real Maestranza, fue durante una corrida a beneficio de Antonio Sánchez "El Tato".

El diestro de Gelves tomó la alternativa en Sevilla, el 16 de abril de 1876, de manos de Manuel Fuentes "Bocanegra". Tuvo poca fortuna y optó por marcharse y hacer campaña en La Habana, en Cuba, la tierra del caricaturista Ángel Boligán, quien se sorprendió que en la bullanguera capital de la mayor de las Antillas, la fiesta de toros estuviese presente.

Retorna a alcanzar la cima Fernando Gómez "El Gallo" retornó a Madrid hasta 1880 para confirmar el doctorado y se consolida en su cartel. Su empaque de torero se manifiesta plena y totalmente. En 1882, actúa en Madrid 22 veces y llevaba como banderillero nada menos que a Rafael Guerra "Guerrita".

Lo hace así también los dos años siguientes y en 1884, el toro "Calcetero" de Veragua, le infiere la cornada más grave de su trayectoria. Ya cuajado, continúa eslabonando triunfos en todo el suelo de la Península.

Pese a que comienza a vislumbrarse la decadencia del fino torero,

emprende la aventura hacia Uruguay, especificamente Montevideo. En 1889 se da a conocer en México, donde debutó el 17 de febrero de ese año, alternando con Leandro Sánchez "Cacheta" y seis toros del hierro de Atenco, en la plaza Colón.

Mostró esa sensibilidad gitana, ese talento que reunen los toreros andaluces. En la ocasión, en su tercer toro, quinto de la tarde, se lo brindó al diestro mexicano Ponciano Díaz, quien bajó al ruedo y ambos diestros se fundieron en prolongado abrazo.

Un mes después, el 17 de marzo, en una corrida a su beneficio, alternado con Ponciano, Tomás Parrondo "El Manchao" y Carlos Borrego "Zacato", con astados de Cieneguilla y de Arandas, saltaron al ruedo nueve mansos perdidos que dieron al traste con el éxito del festejo. "El Gallo" deleitó a los aficionados de México con tan sólo esas dos actuaciones.

De 1891 hasta 1894, se prohibieron las corridas de toros en la ciudad de México. Ya no hubo oportunidad para Fernando, un gran capitán de cuadrilla torera.

No obstante su deteriorada condición física, pues lo consumía un mal cardiaco, se "calzaba", determinante, el terno de luces. Pese a jornadas sin éxito, no se apartaba de la dura profesión. Su última actuación en Madrid fue en 1896. Se planeaba una despedida con varias sesiones, sólo en Barcelona pudo hacerlo, con un entusiasta adiós del público.

En su casa de Gelves, su corazón se negó a seguir latiendo y murió el 2 de agosto de 1897.

Dejó una recomendación, cuentan los tratadistas, a su amigo y compadre "Guerrita", su discípulo: "A mi compadre Guerra: en la hora de mi muerte, le ruega que no deje sin pan a mis hijos. Se lo pide, medio moribundo, su compadre "Gallito".

Sus vástagos, Rafael y José, "El Gallo" y "Joselito", se encargaron de situarlo en la leyenda como un patriarca de una dinastía de prosapia.



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