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El excelso arte de Rodolfo Gaona

El Universal
Martes 28 de junio de 2005

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En la vida no todo es amor y dulzura, como tampoco en el historial de los toreros todo es alegría y triunfos. No, en cada historia, en cada paso, de toro a toro, siempre existe un mosaico de tal diversidad que abarca éxitos clamorosos, actuaciones que han provocado satisfacciones profundas muy personales, lo mismo que tardes desdichadas y fracasos estrepitosos.

En el libro de las grandes figuras de la torería, siempre predominan las hazañas. Esos momentos que perduran y hacen la leyenda, las que no se olvidan y dejan huella fehaciente en los sucesos.

El maestro Rodolfo Gaona y Jiménez deambuló un largo trecho en la fiesta de los toros. Desde el primer momento en que fue descubierto por quien después fuera su maestro el banderillero español Saturnino Frutos Ojitos , se palpó que en ese chaval nacido en León de las Aldamas, en el estado de Guanajuato, había un torero importante. Se manifestaba de inmediato y con poderoso imán. Poseía, además, una intuición innata para captar los secretos finos en la problemática profesión.

Ojitos no se equivocó, como tampoco los aficionados desde la primera tarde que debutó en la plaza México, el 1 de octubre de 1905, con la cuadrilla juvenil de León. Claro, fue el alumno más distinguido de Saturnino, un andaluz que puso el máximo interés en llevarlo por la ruta correcta.

Rodolfo Gaona alcanzó pronto un sitio envidiable, en primer plano; se codeó con los ases de su época y, en especial, con los fenómenos del toreo español: José Gómez Joselito y el revolucionario trianero Juan Belmonte.

Se convirtió en una figura del toreo, la primera mexicana y la primera no nacida en España. Toda una proeza.

El Indio Grande , como también se le conocía con todo orgullo. O para ser más castizos, se le dio el calificativo de Califa de León , se le agregó el nombre de su tierra. No importaba el alias, pues era un fuera de serie. Torero elegante, poderoso y, a la vez, fino, del grupo de los privilegiados que son tocados con la varita mágica por la veleidosa dama que se hace llamar inspiración y que se convierte en arte de inmaculada pureza. Sí, son mínimos los profesionales de ese corte.



Páginas excelsas

Rodolfo Gaona escribió un historial taurino pródigo de gestas. Aunque también tuvo tardes desafortunadas, actuaciones en que hubo que lamentar desdichas de mala suerte, pero abunda y destaca un número impresionante de toros inmortalizados, de trasteos inolvidables, de los que le catalogan como imborrables y eternos. Están frescos, no pasan de moda, siempre latentes en la memoria y en al ánimo de los recalcitrantes aficionados.

Torero que tuvo gran influencia sobre los futuros matadores de México, fue eje de un largo número de temporadas en el escenario que fue su plaza: El Toreo de La Condesa. Soportó el decreto de otra prohibición de corridas de toros en el Distrito Federal que signó el general y presidente Venustiano Carranza.

Se afirma que ese decreto fue directo contra Rodolfo Gaona, pues era amigo y se retrató en eventos públicos con el general Plutarco Elías Calles... ¡Esa política! La ironía del caso. Resulta que don Venustiano Carranza era tío abuelo nada menos de quien fuera otro mandón del toreo y figura muy importante del siglo XX: Manolo Martínez. Paradójico, ni más ni menos.

Interminable sería la lista de los astados que inmortalizó, basta con sólo mencionar a los que el maestro leonés cuajó, como dicen los toreros, a lo largo de su deambular en la profesión en especial México y España, el universo taurino.

En México, ocupa un lugar especial Pavo de Zotoluca, al que banderilleó en forma magistral, festejo del 30 de noviembre de 1924, ya en las postrimerías de su carrera. Tarde en que alternó con Antonio Márquez, y le confirió la alternativa a Juan Espinosa, de la casa torera de los Armillita .

Están otros ejemplares como Faisán de Atenco ; Azote de San Diego de los Padres ; Sortijo de Ajuluapan ; Bordador de Piedras Negras ; Capulín de San Diego de los Padres , o bien a Corteño, un cárdeno de Piedras Negras en corrida de ocho toros de ese pelo y a los que les cortaron el rabo, además del maestro Gaona, también obtuvieron similar trofeo Domingo González Dominguín , Ignacio Sánchez Mejía y el borinqueño Ernesto Pastor.

Tampoco se pueden olvidar, o dejar en el tintero, a otro ejemplar de San Diego de los Padres que fue bautizado como Flecha , asimismo, a Quitasol del hato ganadero zacatecano de San Mateo.

Cómo olvidarse de la gesta del maestro Gaona la tarde del jueves 2 de marzo de 1922, cuando se dio una corrida de toros a beneficio de la Casa de Salud del Periodista. Actuaron en ese festejo, además de Gaona, Vicente Segura, Juan Belmonte, Juan Silveti, Domingo González Dominguín e Ignacio Sánchez Mejía, con astados españoles de Manuel Albarrán.

El segundo de la tarde Las Noticias fue un manso perdido que no dio opción a nada al Califa . Lo pinchó dos veces y al sentir el acero, el toro brincó al callejón de cobarde. No era posible sacarlo de ahí. Se resistía, pese a los esfuerzos que de toda índole se hicieron. El maestro lo pasaportó en el callejón, cerca de la zona de toriles, con un certero descabello, ante los ojos incrédulos de los aficionados. Un paisaje impregnado de mérito, que pinta la grandeza del bien llamado Indio Grande .



Dos obras de arte

En ese caudal de trasteos inmortales, destacan dos, considerados como los mejores que elaboró el esteta leonés. Es relevante señalarlo que se les ordena como de cumbres. Sí, cuando inmortalizó a Sangre Azul de San Diego de los Padres , de la casa de los Barbabosa, y a Revenido de la famosa divisa negro y rojo del hierro tlaxcalteca de Piedras Negras , de la familia González.

Transcurría el domingo 14 de enero de 1923, era la décima tercera fecha de la campaña. La combinación resultaba sumamente interesante con la entrevista de Rodolfo Gaona y el as español Marcial Lalanda, el mismo que años más tarde se significó como el promotor del boicot contra el maestro Fermín Espinosa Armillita particular, y en general contra la torería mexicana.

Se lidiaron seis toros de San Diego de los Padres . Y parece que los aficionados, con ese olfato especial de los taurinos, suelen intuir las grandes hazañas. Esa tarde, cuando dobló el primer toro del festejo, muy malo y con el que abrevió el Califa , bajó al ruedo el aficionado Carlos Villegas, un miembro de la porra, grupo que después fue llamado "Las Viudas de Gaona". Le entregó una tiara pontificia y ahí se le agregó un seudónimo más: Papa del Toreo.

En un principio se negó el diestro a colocársela en su cabeza, después lo hizo y le dio la mejor de las suertes. Muchos pensaron que el acto era profano hacía la religión. Se aceptó el detalle con beneplácito.No se vio como irreverente.

En tercer lugar apareció Sangre Azul un berrendo de San Diego de los Padres . Con el capote, aún congestionado, el toro se frenaba, pero después de picarlo se empleó y lo banderilleó en forma colosal, con esa gallardía tan propia y, a la vez, torera del leonés. Era un excelso exponente del segundo tercio. Y la faena de muleta, simple y llanamente, inconmensurable. Desde el primer muletazo con las rodillas en tierra, como el natural y un molinete, hasta las series estructuradas en el pase fundamental con la mano izquierda, como los ayudados por abajo con la derecha y una gama amplia de adornos colmados de buen gusto, calidad, templanza e impregnados de arte puro en su conjunto que fue todo un portento.

El ruedo de El Toreo se tapizó de sombreros, bastones y prendas de vestir del delirante conglomerado que asistió al coso. Un pinchazo, después una estocada, realizando la suerte con clasicísmo y pureza técnica. Tardó el toro en doblar, pero cuando lo hizo aquello fue de locura. Las orejas y el rabo. El diestro recorrió, obligado por el conglomerado, varias veces el ruedo en una manifestación plena de idolatría y admiración hacía el maestro.

Un año y pocos días después, el 17 de febrero de 1924, en la décima octava fecha de la campaña respectiva, se ofreció un cartel con Rodolfo Gaona, Juan Anlló Nacional II y José Roger Valencia , con seis toros de Piedras Negras.

En el tercero de la tarde tuvo un altercado serio con Nacional II. Este le tiró ventajas en el tercio de quites. Parecía llegarían a liarse a golpes. La sangre no llegó al río. Sin embargo, la gente captó perfectamente las palabras gruesas que se cruzaron los toreros.

En cuarto lugar apareció Revenido . No era fácil, tenía ciertos problemas visuales. Y si bien Rodolfo Gaona no había logrado brillo en los dos primeros tercios, capote y banderillas, con la muleta alcanzó alturas insospechadas. El trasteo no reunió la elegancia ni la calidad del trasteo a Sangre Azul , pero por su comportamiento Revenido , necesitaba un torero, que lo entendiera y, sobre todo, le pudiera. El maestro leonés lo dominó perfectamente y si en los primeros pases no hubo acoplamiento, concluyó bordando, sin hipérbole, la faena cumbre en su transitar por los ruedos. Los tratadistas de la época la conceptuaron como la mejor de su vida.

Un pinchazo, estoconazo y dos descabellos, las orejas y el rabo de Revenido , que junto con su "matador" pasó a la leyenda. Más de 20 minutos duró la gente tocándole las palmas. Aquello fue el acabóse. Incontables las vueltas al ruedo tras la proeza.

Sí, El Indio Grande , la primera gran figura del toreo que dio México ¡un pedazo de torero en el ámbito mundial! en sus inverosímiles faenas. Dos obras de arte dos: Sangre Azul y Revenido.



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