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Un `Samurai` la historia de un indulto

GUILLERMO SALAS ALONSO | El Universal
Martes 07 de diciembre de 2004

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Una gran corrida el 4 de mayo de 1986: Manolo Arruza, dos orejas; Miguel Espinosa `Armillita`, orejas y rabo, y `Niño de la Capea` perdonó la vida al toro de Alberto Bailleres

El ambiente taurino de esta ciudad capital estaba convulsionado, también el medio artístico.

¿La razón? Una corrida de toros en homenaje al tenor continental Pedro Vargas, con motivo de sus 80 años de vida. Evidentemente, el aficionado se interesó al máximo.

La historia siempre esáa al acecho para no olvidar esos paisajes de incongruencia que suelen producirse con estrellas de esta índole.

Pedro Vargas y el matador de toros tapatío, José Ortiz, eran amigos íntimos, entrañables. Y, por esos juegos del destino, de jóvenes Pedro quería, anhelaba con vehemencia, ser torero, emular a Rodolfo Gaona, en tanto que José, suspiraba por ser un cantante de opera a la altura de un Enrico Caruso.

Incoherente el resultado final de la vida de estos artistas. Pedro escaló alturas insospechadas en el canto con un reconocimiento mundial de una voz privilegiada; José Ortiz sí emuló al maestro Gaona, y se convirtió en un torero de una clase excepcional, de inspiración única y un fecundo creador de lances con el capote. Su aportación a la fiesta la enriqueció en el primer tercio.

La profesión del toreo que es un sinónimo de gloria en el triunfo inigualable y es de tragedia permanentemente, se juega con la muerte. Sus dos mayúsculos protagonistas son el toro y el torero.

El diestro contribuye con la esencia, el arte y la sensibilidad en su trazo. En tanto que, los bureles manifiestan su raza, la casta o la bravura de su condición natural que le dotó la naturaleza.

No sólo es eso. No se puede dejar en el tintero que el espectáculo de tauro reúne una serie de gamas y facetas en su conjunto que lo hace impredecible y, a la vez, rico de matices contrastantes.

Sí, la convulsión de esa fecha, 4 de mayo de 1986, reiteramos, se debía al homenaje a Pedro Vargas y con una programación de lujo: Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea , español y los aztecas: Manolo Arruza y Miguel Espinosa Armillita.

Como lo merecía la ocasión, se seleccionó un encierro de plena garantía, del hierro y divisa (verde y oro) de Begoña, propiedad del escrupuloso criador de reses bravas, el licenciado Alberto Bailleres... ¡No falló el ganadero! Surgió el gran festejo, de los más redondos que se hayan ofrecido en la Monumental Plaza México, de recuerdo eterno con la absolución de un bravo bovino: ?Samurai?.

Brillaron en esa tarde, el torerismo, corte y sentimiento, de cada uno de los artistas en su estilo, tanto del salmantino, como del capitalino y el aguascalentense.

Asimismo esa amalgama ideal en el ejemplar bravo: raza, claridad, nobleza y templanza en su embestir. Sí, es la fórmula idónea para poder disfrutar de un festejo inolvidable. Ese lote de Begoña ofreció, para beneficio de los aficionados, las óptimas condiciones en su lidia.

Contribuyeron a la brillantez del espectáculo. Se cosecharon cuatro orejas y un rabo. Dos orejas Manolo Arruza, dos orejas y un rabo Miguel Espinosa y sin trofeos, dado que en México no se dan trofeos simbólicos, Niño de la Capea que indultó a su segundo enemigo, dándosele la gracia de perdonarle la vida por ser, simple y llanamente, de esos toros especiales que tienen la virtud de hacer no se sienta el tiempo, ni haya tedio alguno. "Samurai" tiene que colocarse en esa lista de ejemplares de nombres inolvidables.



Como lo planeado

El público de toros tiene un olfato peculiar. Una intuición innata para adivinar los grandes acontecimientos, tampoco se equivocó. La corrida pasó ligera, impregnada de brillantez, de triunfo redondo para las actores, de satisfacción plena para el homenajeado y de indudable júbilo para el taurino. De esos festejos que se redondean y se sale del coso toreando con las mieles de ese éxito en los labios. Una sesión indeleble en todos aspectos.

Los seis bureles que saltaron al ruedo de la Monumental Plaza México fueron bautizados por el licenciado Bailleres con nombres alusivos a los adjetivos ganados, a todo pulso, por Pedro Vargas a lo largo de su fértil, exitosa y brillante carrera.

Se identifican de inmediato. En su orden aparecieron en el ruedo: "Incomparable", "Continental", "Artista", "Samurai", "Gran Amigo" y "Tenor".

Una corrida que que fue de menos a más, cuya segunda parte ya rayó a algo así como tocar, con los dedos de las manos, los linderos de la gloria.

El número de trofeos concedido a lo mejor, o sin él, no dice nada. Lo importante, en el resultado final, es el contenido, el conjunto de redondez que reunió la sesión.

Capea dio vuelta al ruedo con "Incomparable", se sublimó en el cuarto "Samurai", al que le cuajó un faenón auténtico que tuvo en el filo de la navaja al público. Es de las mejores faenas del salmantino en México, de la que guardará, indudablemente, un recuerdo imborrable y se considera un ídolo.

Como toro bravo, "Samurai" fue de menos a más, concluyendo su lidia, hasta perdonándosele la vida, con una gran nobleza, templanza y con mucha transmisión.

Quien puso música y alegría a la corrida fue Arruza. Con el segundo "Continental", lució muchísimo y le cortó una oreja, la que enfiló al festejo a las grandes alturas. También le cortó otra oreja al quinto, "Gran Amigo", tras otra completa labor del hijo del Ciclón Mexicano.

Miguel Espinosa, en un gran momento artístico. Le tocó ?Artista? en segundo lugar. No fue bueno el toro, fue el lunar de la corrida y le tocaron un aviso.

Estaba en el toril tranquilo en víspera de su muerte el sexto, ?Tenor?. El benjamín de la dinastía Armillita, le elaboró un trasteo de escándalo, en que el toreo al natural tuvo su máxima expresión. de sobra conocemos como maneja el de Aguascalientes la mano izquierda. Lo mató con clásica estocada para recibir las orejas y el rabo, de este gran "Tenor", que le hizo la competencia a don Pedro y emuló a su congénere "Samurai", para satisfacción de su criador, el licenciado Bailleres, otro gran triunfador de esa reunión taurina.

Mientras los toreros y ganadero eran aclamados con vuelta al ruedo en el magno escenario, "Samurai" esperaba con paciencia a bien fuese intervenido de las heridas causadas por los puyazos de los varilargueros y los rejones de las banderillas.



Nunca perderle la cara al toro

Resonaban aún las ovaciones en la estructura de la Plaza México, al día siguiente, el lunes 5 de mayo. El reloj estaba por marcar las 8:00 horas, cuando se preparó todo para curar a ese distinguido Begoña.

Se le lazó para inmovilizarlo para que intervinieran los veterinarios, desbridaran las heridas y le inyectaran antibióticos.

Preparaba el "quirófano" ese famoso guardaplaza Armando Morales Moralitos ; le ayudaban seis chamacos, uno de ellos de nombre Felipe Sánchez, se encargó de una puerta.

En un momento dado, "Samurai" se zafó de los lazos, remató contra el portón, lo abrió y quedó al descubierto el joven Felipe. Lo cogió el burel para matarlo, ahí estaba arrinconado a merced del de Begoña. Milagrosamente se le hizo el quite.

Le infirió ocho cornadas, en cabeza, brazos, tórax y piernas. Ninguna mortal. No cabe duda que, en efecto, dentro de la fiesta si existe la Divina Providencia.

Un involuntario descuido ¿o se le perdió el respecto al burel? las tragedias surgen en un instante. Los toreros afirman: "al toro no hay que perderle la cara, ni cuando lo arrastran las mulillas".

"Samurai" fue operado en los corrales, por el doctor Javier García de la Peña. Al unísono a Felipe en el quirófano de la plaza, por el doctor Javier Campos Licastro.



?Samurai?, vivió poco

La leyenda cuenta, según hemos podido averiguar, "Samurai" pasó a padrear a la ganadería de Moreno Reyes Hermanos, el hato ganadero de Mario Moreno Cantinflas . Se lo vendió el licenciado Bailleres. El toro venía de un linaje magnífico, de la procedencia del marqués de Saltillo, que es el encaste de la dehesa de Begoña.

Se perdió un poco, para decir verdad un mucho, el camino de "Samurai". Se nos aseguró que en esos potreros mexiquenses de la hacienda La Purísima, donde pastaba el ganado del mimo Cantinflas , una cascabel tocamos madera le picó y le provocó la muerte que no merecía el bravo cornúpeta de la famosa divisa verde y oro.

Por tanto su descendencia fue mínima. Lástima, una gran pena, por su procedencia, pureza de línea y, suponemos, por los genes de que era dotado, pudo ser un gran reproductor de su especie.



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