Rafael Osorno... la hazaña perdurable
La mañana del domingo 30 de agosto de 1942 era tranquila para el joven novillero Rafael Osorno. No imaginaba que en esa tarde, en el ruedo de la plaza "El Toreo" de la Condesa, realizaría la hazaña perdurable: con el novillo Mañico de Matancillas, hizo la que se considera como mejor faena novilleril de todos los tiempos en los anales de la fiesta de la seda, sangre y sol en todo México. Un año antes se había presentado en "El Toreo" 8 de junio de 1941. Lo recomendó para que le diesen la oportunidad, el pintor taurino Carlos Ruano Llopiz, tras verlo en la placita "Ford" de la Villa, de donde, por cierto, surgían elementos de valía como Luis Procuna, quien al correr el tiempo se hizo figura del toreo, así como el desafortunado chamaco Félix Guzmán, quien murió a consecuencias de una cornada en el coso de La Condesa, precisamente donde ahora se levanta un centro comercial. En el novillo de su presentación, sin suerte, no mostró nada de lo que llevaba dentro y no se dejaron esperar las burlas para don Carlos Ruano Llopiz. ¿Cómo podría equivocarse un taurino de ese nivel con el chaval que empezaba? Rafael, entonces, lo logró: en el siguiente ejemplar se dio un arrimón y el público aceptó aquella equivocación. El acertado era Ruano Llopiz quien, como artista, reunía la sensibilidad para ver a un torero. Rafael esa temporada sumó 12 festejos, dando suelta a su expresión de hacer el toreo. La temporada de ese año en México apuntaba muy bien con elementos que mostraban condiciones, cualidades y personalidad para considerarlos como importantes figuras de nuestra torería: Rafael Osorno, Luis Procuna, Luis Briones, Rutilo Morales y el infortunado Féliz Guzmán, un chavallillo de descendencia alemana, muy valiente y que murió a consecuencia de la infección que se presentó de una cornada que sufrió en la plaza grande de la época. Precisamente, la tarde del 30 de agosto, Rafael Osorno hizo tercia, como segundo espada, con Rutilo Morales que llevaba la responsabilidad de ser el director de lidia y Luis Briones completaba la excelente combinación con un encierro de Matancillas de los señores José y Francisco Madrazo. Ante esa bravura, estilo y calidad del ejemplar, Rafael Osorno se despojó de la materia. La perfección de la técnica en las suertes pasó a un segundo término. La expresión se impuso. El chaval hizo un trazo no con el corazón sino con el espíritu. Decía el fenómeno Juan Belmonte: "Se torea como se es". Y sí, dejó volar la imaginación y la diosa inspiración le tocó con su mágica vara sobre el hombro derecho. Extraemos unos párrafos de la reseña que escribió en EL UNIVERSAL, el maestro Rafael Solana, mejor conocido como Verduguillo : "Comenzó Osorno con una serie de estatuarios sin moverse ni un milímetro. Después, se puso la muleta en la mano izquierda y tirando del toro, cruzándose, provocando con la pierna contraria, metiendo la muleta en el hocico para hacer el pase más largo aún, ejecutó Osorno seis naturales estupendos, impredecibles que levantaron al público de sus asientos y sembraron el ruedo de sombreros, paraguas y gabardinas. "Y a partir de esos ya no cesó la ovación, ni la música dejó de tocar. Con aquello bastaba para considerar la faena como la más grande entre las grandes que en el mundo han sido; pero el artista, en pleno triunfo, agregó una serie de derechazos suavísimos, enredándose al bravo Mañico en la cintura, y remató con un molinete, ligado con el forzado de pecho con la izquierda. El público bailaba en los tendidos; la música no cesaba de tocar, seguían cayendo las prendas". Todo está dicho. Agregaremos que mató de tres pinchazos y media estocada, dio cinco vueltas al ruedo, y le concedieron las orejas y el rabo pues tras cada pinchazo, el joven artista toreaba mejor. El público, eufórico, lo sacó a hombros por las calles y lo paseó hasta la madrugada del día siguiente... ¡Auténtica obra del más puro arte! Tan grande fue que esa faena acabó, taurinamente dicho, con Rafael Osorno, con sus aspiraciones. Hubo tardes en que cortó oreja; sin embargo, la gente siempre hacia la comparación: "Estuvo bien, pero no fue como lo de Mañico " . De ese hoyo ya no salió el torero que, desesperado, decidió dejar la espada y la muleta para tomar el capote de brega y hacerse banderillero, ¿una buena decisión? Le costó mucho trabajo, pero poco a poco como peón de brega terminó labrándose un sitio de figura. Sí, un banderillero de capa fina y con los palitroques, muy acertado y rápido. Se colocó con figuras del toreo y con ellas recorrió en todos sus ámbitos la República Mexicana. Como una figura de los subalternos, no como una figura del toreo como se pronosticó tras el faenón de Mañico . Y el novillero del gran triunfo fue Jazminito . El joven regiomontano lució como un fenómeno. El trasteo reunió un nivel poco común en la lides novilleriles. Su conjunción dejó atónitos a los aficionados. Para el torero las orejas y el rabo del novillo, como, muy pocos tienen ese orgullo. Se proclamó, como la futura figura de la torería mexicano. Tampoco Romerita , como Rafael Osorno, logró imponerse a esa faena de su máxima inspiración, en tarde de gratos recuerdos. Se fue desvaneciendo y no alcanzó el sitio que el público pronosticó. El tercer lugar apareció Monarca , al que Calesa Chico , le formó un lío y le cortó una oreja. El trofeo en sí, no significaba mucho. Lo que valía era la estructuración de plantamiento de Alfonso en su labor. Y cuando saltó a la arena Chaparrito , el sexto, esa grata impresión creció al extremo, ¡qué solidez de prospecto! La profundidad del trazo, ese toreo izquierdista no sólo con quinta esencia, sino con una técnica envidiable y un derroche de calidad, lo que los taurinos conocen como arte puro. Era ni más ni menos la aparición del Mesías en el escalafón taurino mexicano. El esperado "salvador" de la fiesta. Así se consideró esa labor de un joven que, como su padre, el esteta aguascalentense Alfonso Ramírez Alonso Calesero , consecuentemente no hurtó ese perfume en su trazo, sino que lo heredó, lo llevaba en las venas. Calesero Chico aún vive, torero lo es, sin duda, siempre lo será... Pero... ese pero que nunca falta, no se colocó la etiqueta de figura de época que se concibió seria, quedó sólo en el recuerdo de esa impresionante presentación en la Plaza México. Historias que se repiten: la grandeza demostrada en esas históricas faenas, sus perdurables hazañas, casi los sepultaron.
De viaje en Perú
Osorno llegó a la tarde del 30 de agosto de 1942, después de hacer campaña en plazas de Perú, junto con Luis Procuna, el famoso Berrendito que posteriormente ocupó un sitio de figura del toreo en México. Rafael, cuyo verdadero nombre era Melchor, no apuntó el "cante fino", como dicen en España, en tierras incas ante los moruchos que, por toros, se lidiaban en la plaza de Acho, de la ciudad de Lima, y otros cosos de diversas ciudades peruanas.
En el quinto lugar
Es conocido el adagio taurino de que no hay quinto malo. En ese lugar ocupó un bravo ejemplar de Matancillas, que llevó por nombre Mañico .
Faena que acabó con Osorno
No tiene paralelo la dimensión de la faena a Mañico .
Cierta similitud
Similares, no por el nivel de sus faenas, sino por ese trazo que hicieron concebir esperanzas de que en ellos había dos futuras e importantes figuras del toreo, fueron las presentaciones de Américo Garza Romerita y Alfonso Ramírez Ibarra Calesero Chico , ¡vaya impresión que causaron! El domingo 10 de julio de 1955, en la Monumental Plaza México se conformó un cartel con Héctor Luquín, Américo Garza Romerita y Rubén Aviña, con un encierro del Hierro de Santa Martha.
¿Llegó el Mesías?
La tarde era triste, lágrimas de lluvia caían en la Monumental Plaza México el domingo 14 de junio del año de 1964. Una novillada gorda de San Antonio Triana para Sergio Cermeño, Jorge Carrasco y el debut de Alfonso Ramírez Ibarra Calesero Chico .





