LOS NAVEGANTES DEL CARIBE
El Concordia, inalcanzable bucanero
La historia de la Serie del Caribe tiene una palabra emblemática: Concordia. Pues tal es el nombre de un equipo: el Concordia, de Venezuela. En esas filas nació la idea del intercambio entre novenas, sobre todo para crear un territorio libre en el beisbol. Eran los años veinte, cuando los peloteros ?de color? no tenían acceso a las principales ligas estadounidenses. Cuando ser negro, en el norte de América, implicaba tener un pie en la cárcel y otro en la tumba. El Concordia sembró la semilla de lo que luego se llamaría la Serie del Caribe. Y con el ir y venir de beisbolistas, juegos aquí y allá en esa zona geográfica que llamamos el Caribe, nacieron historias que recuerdan cuentos de piratas. De ese tiempo quedan algunos nombres: Joshua Gibson, Satchel Paige, Martín Dihigo, Manuel ?Cocaína? García, Vidal López... Y equipos como el Borinquen Star o los Mosqueteros de Presco, entre otros. La empresa era visitar países para vivir gestas contra rivales de igual talante, como si se fuera al asalto de las islas caribeñas. ¿Verdadera historia de piratas? Entre el vaivén emergen las novenas americanas que jugaban en las islas Antillanas, como el Camden, o el Norfolk; o cubanas como el Almendares; o equipos que iban a Venezuela, tales como el Crisfield Crabers, de Estados Unidos (1928), el Macon de Georgia (1930), el Ponce de Puerto Rico (1930), el York (1931 y el Gold Sox Al Star (1939), ambos estadounidenses, el Cuban Star (1941), y el American All Star, de las Negro Leagues (1945). Movimientos diamantinos que desembocaron en el acontecimiento del beisbol profesional latinoamericano: la Serie del Caribe, el evento más poderoso del área, después del Big Show. El team venezolano, que tuvo por cuna la ciudad de la Victoria, en el Estado de Aragua, tocó varios puertos, donde protagonizó memorables confrontaciones allá por los años treinta. El Concordia constituyó la primera embajada del beisbol venezolano a otras tierras, misión que preservan los campeones invernales que cada año representan al país sudamericano en el clásico caribeño. En la década de los treinta, el Concordia, del Coronel Gonzalo Gómez, rivalizó con oponentes puertorriqueños como el Camdem, el White Star, el Ponce y el Guayama. También encaró a novenas dominicanas como Licey y Escogido, eternos rivales de la pelota quisqueyana. En esa aventura por Puerto Rico y Dominicana, el Concordia sufrió solamente una derrota. Luego se enfrentó al Almendares de Cuba, que contaba entre sus filas con ?El Caballero? Alejandro Oms, con Pedro Pablo Arango, Julio Rojo, Rodolfo Fernández y con el ?Príncipe de Belén? Lázaro Salazar. Esta vez el Concordia sucumbió en los tres partidos. Ni Joshua ?Trucutú? Gibson quien en el segundo juego bateó dos jonrones, un triple, par de dobles y sencillo, ni Martín Dihigo, ni Luis Aparicio, ni César Nieves, pudieron evitar la humillación. Hubo un consuelo: el Concordia se despidió de esa gira ganándole al Puerto Rico Stars. En Venezuela, se contaban historias de jonrones y dobles play alrededor de ellos. Y a su regreso a La Guaira, a donde llegó el ?Concordia? el 22 de marzo de 1934, el mundo beisbolero venezolano les rindió honores de héroes patrios. Hubo otras contiendas, sobre todo contra los acérrimos rivales dominicanos: Licey y Escogido, que deseaban ver de rodillas al Concordia, aunque fuera por una vez en la vida. Para ello, Licey y Escogido intercambiaron jugadores con tal de batir al enemigo. Al final, el casi invencible Concordia había perdido la serie frente a Licey y Escogido: 5 ganados, 6 perdidos y 2 empatados. Fue plan con maña, ataque por dos frentes: programaron 8 de los 13 partidos que debía efectuar como dobles juegos, frente a equipos que esperaban descansados y que además intercambiaban sus jugadores a conveniencia. Este es el inicio del declive. La marcha del tiempo cerraba el ciclo alrededor del gran equipo: Águilas del Concordia... La maquinaria triunfal del Coronel Gonzalo Gómez había comenzado a transitar el camino hacia el final. El ocho de febrero de 1935 luego de otra gira arribó el Concordia a La Guaira... El regreso, esta vez, no tuvo el carácter fastuoso y hasta de festividad nacional de otros tiempos... Después, un misterioso silencio presagió la disolución del más grande equipo de los años treinta, y quizá el más poderoso que jamás haya representado los colores venezolanos en el ámbito de la cuenca del Caribe. Pero ahí nació todo. Una palabra es resumen de la historia: Concordia. Los latinoamericanos tienen su pequeña Serie Mundial, el clásico de febrero, el clásico caribeño, que reúne cada año a los campeones invernales de las ligas de México, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela. Como tal, la Serie del Caribe nació en 1949 con sede en Cuba. Los otros países participantes fueron Puerto Rico, Venezuela y Panamá. México aparecería hasta 1971. Cada estación invernal, el evento se llevó a cabo ininterrumpidamente durante más de una década en Cuba, Puerto Rico, Venezuela y Panamá... Hasta 1961. Por decreto, Fidel Castro dejó sin vigencia la pelota profesional en Cuba, y con ello, terminó la primera fase de la lucha en la pelota caribeña. Las naciones sobrevivientes intentaron mantener a flote la nave en un proceso que se conoció como ?la transición americana?. Venezuela tuvo a su cargo montar la primera serie de esta pausa activa. Este país contendió con dos equipos: Valencia y Rapiños. Senadores de San Juan representaron a Puerto Rico y los muchachos del Carta Vieja a Panamá. El club boricua de entonces era un verdadero trabuco. En su roster militaba toda una constelación, encabezada por estrelllas como el inmortal Roberto Clemente, quien departió en el diamante con Orlando Cepeda y el estelar lanzador Bob Gibson. El campeón de esta primera experiencia fue el Valencia. Al año siguiente (1962), la sede fue la ciudad de Panamá y ahí se alzó Santurce con el campeonato. Intervinieron equipos de Venezuela, Puerto Rico, Panamá y Nicaragua. A partir de 1962, la situación se tornó crítica y todo apuntaba a la muerte de este ensayo regional. No obstante, la experiencia duró hasta 1965 con novenas de República Dominicana y Venezuela. Se hacían enormes esfuerzos por mantener el interés en una fanaticada ansiosa de paladear buen beisbol y, al mismo tiempo, de ser un buen estímulo para los jugadores de la Cuenca del Caribe. El ensayo representó una valiosa transición hasta el arranque de la tercera etapa de la serie, y eso permitió que el experimento iniciado en 1949 no sucumbiera, sino que volviera a la vida en 1970. Gracias a esta ?transición americana? se pueden ver todavía series del Caribe. Entre estos dos momentos hubo, el receso de 1961 a 1970. El fuego se abre por vez primera en Cuba. En 1949. El equipo de Almendares es el anfitrión y da la bienvenida a las novenas de Mayaguez de Puerto Rico, el Spur Cola de Panamá y aquel inolvidable Cervecería Caracas de Venezuela integrado por puro criollo. Aún no aparecía la poderosa y batalladora representación de República Dominicana. Ni estaba México. Dominicana emergería en la versión número 13 del clásico, en 1970, que se escenificó, por cierto, en suelo venezolano y que constituyó un triunfo para el aguerrido conjunto de Magallanes de Venezuela y de cuyo evento resultó campeón el manager Carlos Pascual. México aparecería en 1971, un año después de la naciente segunda etapa. Cuba ejerció un dominio casi absoluto. En esos primeros años (1949 a 60) ganó siete campeonatos, entre ellos los cinco últimos en fila (de 1956 a 60). El equipo de La Habana fue campeón en una ocasión, Cienfuegos en dos (1956 y 60) al igual que Marianao (57 y 58), y Almendares (49 y 59). Esta primera etapa no fue de gran aliento para Venezuela. La presencia de Cuba pesaba mucho. Panamá obtuvo un éxito: aquel del Carta Vieja en 1950 al arrebatarle el título al Almendares. Y Puerto Rico se proclamó campeón cuatro veces, con Santurce (1951, 53 y 55) y Caguas (54). En 1961, el dominio cubano en la Serie del Caribe llegó a su fin. Y no fue en el diamante sino en el terreno político. Ante el triunfo de la Revolución cubana, Fidel Castro prohibió el beisbol profesional en Cuba. Desde entonces se dice que la Serie del Caribe sin Cuba jamás fue la misma. Sí, sin el son ni la rumba, las series del Caribe ya no son como antes. Han pasado 41 años desde que Cuba dejó de participar en el clásico caribeño y los viejos fanáticos siguen suspirando: Ya no es igual. No es lo mismo aseguran en un tono que raya en el reproche. Más: Las series eran otra cosa. Perdieron todo su sabor. Esos dominicanos siempre han sido buenos. Su calidad no es de ahora, y los mexicanos han mejorado, pero qué va... es distinto se insiste. Estas series en nada se parecen a las de la primera... A esa docena celebrada entre 1949 y 1960 al ritmo candencioso de Benny Moore y Pérez Prado, Alfredo Sadel y Lucho Gatica, y bajo las botas militares de Marcos Pérez Jiménez y Fulgencio Batista. Ganarle a los cubanos era lo más importante... Era una obsesión, no sólo de venezolanos sino también de puertorriqueños y panameños: ganar la serie y también vencer a Cuba. El récord colectivo de los cubanos fue de 51 victorias y 20 derrotas; finalizaron con balance de 21-3 ante los venezolanos; 12-11 ante los boricuas y 18-6 ante los panameños. Es algo extraño ese sentimiento de añoranza por las novenas cubanas, que ciertamente ejercieron una verdadera dictadura a su paso por el clásico, ganando siete ediciones, incluyendo las últimas cinco, mientras que los representantes venezolanos no pudieron ganar una sola. Esos nostálgicos comentarios, reforzados por las crónicas de la época y por algunos trabajos que relatan lo ocurrido, transmiten a las series de entonces un glamour, cierto encanto, que en realidad no se percibe en las series organizadas a partir de 1970. Hay acaso menos mística, menos corazón.. Menos coraje por ser el mejor.
Vuelo marino
Las Águilas del Concordia dibujaron su vuelo en aguas caribeñas.
Clásico de febrero
Pequeña Serie Mundial. Así le llaman.
La transición americana
Con la ausencia de la isla mayor de las Antillas Cuba, naufragó la Serie del Caribe.
Se abre el telón
Una Serie del Caribe, dos periodos: uno que comprende de 1949 a 1960 y otro que va de 1970 a este 2000.





