"Prohibido saltar rítmicamente"
Guadalajara. Al final del juego, se mezclaban en convivencia casi pacífica los del América y los de Chivas. No había sido un encuentro deslumbrante, y unos y otros parecían satisfechos del resultado. Para ser principio de torneo, no estaba mal. Hazte a un lado que viene un coche advirtieron a un rojiblanco. Que me atropelle dijo éste, para no seguir sintiendo lo que siento ahora. Mas no hablaba en tono de tragedia sino de broma lánguida. La tristeza era chiquita, la decepción también. Otro andaba en plan de venganza y convenció a dos americanistas para que se tomaran con él la foto: se puso atrás de ellos, les montó unos cuernitos con diestra y siniestra, los otros ni se las olieron... Para ahogar las penas, los de casa podían acudir a las tortas o a la birria, la cerveza y el refresco. Había que irse con calma, mientras los alrededores del estadio se descongestionaban. "Evita ser consignado. Está prohibido saltar rítmicamente en graderías"... Los letreros funcionan porque durante las más tres horas que el estadio permaneció lleno, a muy pocos se les ocurrió hacer esos saltitos con ritmo que son danza ritual en las porras. ¿Para qué arriesgarse a una mala caída? Mejor sólo sentarse y mirar, presas fáciles de los ejércitos publicitarios que toman al Jalisco por asalto. Es increíble la cantidad de marcas que se apoderan de las canchas, y que hacen de los tiempos muertos avalancha comercial: pelotas gigantes, botellas y latas de tamaño familiar, costales de cemento extragrandes, edecanes de copa más allá del promedio, anuncios hasta en el vaso, para no hablar de los uniformes de los deportistas con recomendaciones poco sanas: cigarros y cervezas, sobre todo. En la misma sintonía está el sonido local, que no cesa ni cuando el partido está en marcha en sus partoleos pagados y llega a marear. El aficionado, es antes que alguien que se interesa por el balompié, sujeto de consumo. ¡Cubetero, cubetero, cubetero! ¡Cer-ve-za, cer-ve-za! La fiesta clásica se vuelve, así, un larguísimo comercial en vivo y a todo color. Cuando los protagonistas llegan a la cancha ya la gente ha recibido una impresionante cantidad de mensajes, y el futbol se vuelve una suerte de descanso de ese bombardeo. Y hay que cuidarse de no brincar pues los saltos colectivos, a ritmo de goles que por fortuna casi no hubo, podrían ocasionar el derrumbe real del estadio Jalisco. Esta vez a ningún Chiva se le ocurrió gritar "sí se pudo" porque era claro que no se podía, que no se iba a poder, de ningún modo. Aficiones y aflicciones tienden aquí, por razones futbolísticas y de seguridad, a estarse quietas.
>pqc<* * *
De algún modo, podía considerarse la afición que asistió al Jalisco, toda, como sobreviviente. Los riesgos parecen muchos. Se ha dicho que las estructuras del estadio están dañadas, y por lo mismo se tomó una previsión surrealista, se colocaron aquí y allá pintas de advertencia: "Se prohíbe saltar rítmicamente."





