Vivir entre empellones
SEÚL. Nunca acaba el movimiento en la concurrida calle Myeong dong. Una incesante multitud atropella al transeúnte, al usuario del metro, al visitante común, en vías de multiplicación. Chocan los cuerpos en el camino, entre las prisas y el bullicio. Todo se soluciona con un "usted perdone"; lejos quedan las discusiones, los golpes, las rencillas cotidianas. (Myeong-dong es una tradicional zona de moda, confección y grandes tiendas como Lotte, Migliore, Metro Midopa y Shinsega. La catedral de Myeong-dong, sobre una colina al final de la calle, es un importante centro para los católicos coreanos) . Vivir entre empellones y cuerpos friccionados es parte ya de la costumbre del coreano. ...Que tiene un carácter excesivamente fuerte, presume una actitud orgullosa pues con ello ha salido adelante luego de soportar tantas invasiones refiere Erik Bonilla, un estudiante mexicano radicado en Seúl. La televisión tampoco se apaga en Myeong dong. Una máquina de refrescos funciona al máximo de su capacidad y los vendedores ambulantes ofrecen mercancías al mejor estilo internacional. Hay quienes, en esta noche fría, ofrecen el aromático pulpo a la plancha, una especie de tortilla delgada al lado de quien vende playeras con el emblema de una marca falsificada por el equivalente a 50 pesos; tiras de papas fritas, zapatillas... Es decir, derroche, consumismo. Acaso por eso, en cualquier día de la semana se observa sobre la acera sorprendente cantidad de electrodomésticos televisores, refrigeradores, lavadoras, computadoras o de mobiliario (juegos completos de sala y comedor) a la espera de los camiones recolectores de basura. Aquí el ciudadano pronto se aburre o se cansa de sus pertenencias. Derroche y consumismo. Comprar. Pero antes verificar detalladamente que el producto lleve la marca registrada Made in Korea, porque difícilmente acepta lo foráneo, ante todo lo que provenga de Japón o China. De este último, en particular, cualquier cosa es rechazada. Hay una marcada tendencia a consumir lo de casa, que es variado: automóviles Samsung (traducción: Tres estrellas), Daewoo (Casa grande), Hyundai (el presente), lo mismo que los teléfonos celulares y cualquier electrónico... La bebida predilecta de los coreanos es el Soju, producida aquí, al igual que los cigarrillos. Por estos días el Ministerio de Turismo y Cultura de Corea ha decidido levantar la prohibición de difundir música japonesa en su territorio durante el desarrollo de la Copa del Mundo. El ministerio no precisa si será levantada de manera permanente, pues fue impuesta tras la ocupación colonial nipona, en 1946, que supuso la división del país en dos Coreas, en 1948. Una pantalla gigante de televisión atrapa el interés de la juventud coreana, que se agolpa frente al aparato para seguir las incidencias del amistoso entre Corea del Sur y Francia. Y las emociones estallan entre esta gente de aspecto y carácter reservado, pese a la persistencia de querer resolverlo todo a empellones o con una simple mirada retadora, impulsiva. Es gente especial. No, no es fácil hacerse amigo del coreano, aunque la proximidad de la Copa del Mundo está normando su recio carácter. Las televisoras coreanas bombardean con mensajes que intentan aflorar el sentimiento de anfitrión. Así, el taxista será más afable, el comerciante ofrecerá una sonrisa al foráneo, y el hotelero lo recibirá con un frío jugo de arroz en lata (Sinchón), aunque el motel Grand Prix, ubicado en zona de tolerancia, huela a esperma añejo, pese a que hay quienes piensan que se trata de un aromatizante especial que suele rociar el anfitrión en aras de un sitio más apropiado. Las decenas de moscas que revuelan en el ambiente y las películas pornográficas exhibidas en el lobby son apenas parte de la decoración. (Myeong-dong es el corazón del comercio y el centro financiero de Seúl. Visitantes: un promedio de un millón en días laborables y un millón y medio los fines de semana. Alrededor de 3 mil 600 comercios: ropa, zapatos, restaurantes, confiterías e instituciones financieras. Es un paraíso de compras). Pero aquí, el aroma es rancio.
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El vendedor de frutas ofrece rebanadas de melón chino o melón valenciano a 15 y 20 pesos; el melón entero suele tener un costo superior a los 120 pesos, lo mismo que la sandía. Y los indocumentados peruanos que en Corea constituyen la mayoría de la población latina: son cerca de 20 mil sufren para negociar la mercancía, generalmente pulseras y collares tradicionales de su país.





