Tres mexicanos en Perú: historias con sus matices diferentes
Viven, como un regalo del destino y la necesidad, en la llamada capital arqueológica de América: Cusco. Y desde allá, centro del imperio inca, Óscar Olvera, Gerardo Fernández y Héctor Hernández hablan de los mundos opuestos que han conocido por el futbol: tres jugadores mexicanos que cada semana, cada partido, despiertan reacciones positivas de los medios de comunicación del Perú y de la afición del Cienciano, un equipo sin grandes recursos económicos ni infraestructura deportiva, pero que en el 2001 sorprendió al conquistar el título del Torneo de Clausura en la primera división peruana, justo el año de su centenario. Sobresalen lejos del balompié de nuestro país, donde nunca lograron notoriedad. Óscar abrió el camino: llegó al cuadro del Cusco hace casi tres años y con el tiempo se ha convertido en la máxima figura de la escuadra dirigida por el uruguayo Carlos Daniel Jurado, quien hace algunos años fue técnico del Tampico Madero en la Primera A. Ahí comenzó el vínculo... Gerardo y Héctor se incorporaron al club apenas el pasado mes de enero. Un trío de "chilangos" todos nacieron en el Distrito Federal entusiasmados con su participación en la Copa Libertadores, una competencia que antes parecía inalcanzable para ellos. Por vez primera en su historia, el Cienciano participa en el torneo de clubes más importante del continente. Y está ya en la segunda fase: mañana recibirá en el choque de ida a las Águilas del América, que terminó invicto 16 de 18 puntos disponibles la ronda inicial. Un duelo especial para los mexicanos, no sólo por los ayeres que inevitablemente se reviven, sino por la ilusión de ser observados. Y es que a pesar de los reconocimientos y de los bellos paisajes incas, su máximo deseo es regresar a México, el lugar donde radican sus familias y fueron seducidos por la pelota, el lugar del que extrañan las tortillas y el picante... Su actual entrenador los elogia, son piezas importantes en su esquema táctico: Olvera maneja los tiempos, es el creativo del equipo: controla bien el esférico y tiene gran movilidad; Gerardo es goleador, hombre eficaz en el área y Héctor, también ofensivo, está técnicamente bien dotado, rápido y va bien con la cabeza: de los tres es quien jugó en clubes de mayor jerarquía en el futbol mexicano. Tres historias con sus matices diferentes y algunos puntos en común. No lo hizo. El timonel charrúa Aníbal Ruiz lo subió al primer equipo (Verano 98), en el que eran protagonistas jugadores como Miguel Pardeza, Gerardo Rabadja, Carlos Muñoz y Sergio Almaguer. Se mantuvo en la banca y cuando comenzaba a ser tomado en cuenta (Invierno 98), apareció el infortunio: se lastimó en un juego frente a Tecos; una semana después volvió a alinear, precisamente contra el América, pero solo aguantó en la cancha cinco minutos: se confirmó una lesión de ligamentos en la rodilla izquierda. Al final de la temporada quedó transferible... Daniel Jurado, que tiempo atrás estuvo dirigiendo al Tampico, la filial de Puebla, se enteró que yo quedaba en libertad y me invitó al Cienciano. La gente aquí me quiere, porque he colaborado para que un cuadro considerado chico en todos los sentidos y que nunca había logrado nada, obtuviera el campeonato local y ganara un boleto a la Libertadores. La del título fue tal vez mi mejor campaña: metí seis goles y fui uno de los mejores pasadores de la liga. Un cuate del barrio me dijo: "Tienes cualidades, vete a probar al equipo del sindicato, le están dando chance a los chavos". Le hice caso al amigo. Desde chiquillo me había gustado el futbol. Siempre fui el más vago de la casa y por eso con trabajos terminé la secundaria. Mi madre, dedicada al hogar, y mi padre, de oficio mecánico, apoyaron mi decisión de ser futbolista. Una carrera en varias escuadras de la categoría de ascenso: Correcaminos, Marte Morelos, Durango y antes Tampico Madero, donde conoció a Jurado (1995). Tuvo un paso fugaz por el máximo circuito, también con los Camoteros en los torneos Invierno 98 y Verano 99. Alfredo Tena, el entrenador, me dejaba en la banca y, si me utilizaba, me ponía como medio izquierdo o hasta de lateral, cuando mi posición era la de centro delantero. La única vez que me puso en el ataque, en la última fecha de aquel campeonato, le respondí con un gol. En enero de este 2002 aceptó incorporarse al representativo de Cusco, una invitación que había desechado un par de años atrás. Lo de la Libertadores fue lo que más me atrajo. No me arrepiento: el nivel no es tan bajo, hay buenos equipos. Y ha brillado... Tras 9 jornadas, es el actual líder de goleo en la liga peruana: seis anotaciones, una más que Martín Villalonga (algún tiempo jugador de Toros Neza) del Universitario de Deportes dirigido por el estratega argentino Ángel Cappa y uno de los lideres de la competencia. Al principio la afición no me quería, porque en la pretemporada fallé muchos goles, pero ahora me aplauden. Ya hasta en los periódicos me han hecho reportajes especiales y Cappa ha dicho que soy uno de los delanteros más temibles. Imagínate lo que sería regresar a mi país como goleador dice Fernández. Debuté a los 16 en el Cruz Azul, bajo las ordenes del señor Ignacio Prieto. Ha sido una carrera difícil, todo el tiempo esperando una oportunidad de ser titular. Del 92 al 96, con Morelia, fui más constante e igual tuve mis apariciones del 99 al 2000, en Torreón, aunque no utilizado en el ataque sino más retrasado, pues ahí estaba Jared Borguetti y el Pony Ruiz. Lo más duro hasta ahora ha sido vivir bajo la sombra de jugadores de renombre o de extranjeros a los que se les da prioridad. Y el contacto fue similar al de sus compañeros: había conocido a Daniel Jurado en su época de entrenador en México. Habló con él y la aventura se consumó. Jamás perdí la ilusión de jugar en el extranjero y el Cienciano, además de ser el más reciente campeón peruano, me brindó la posibilidad de tener roce en el balompié de Sudamérica. Y estoy contento, orgulloso de saber que valoran mi trabajo y de ser participe de una gran hazaña. A los 6 años ya era asiduo espectador del futbol llanero, diversión que sus abuelos comenzaron a inculcar en la familia y que, por su puesto, reforzó el contador público Lino Hernández, su padre , un amante de los extremos naturales. Primero practicó el soccer en un club deportivo; luego la irresistible tentación... Quiero probarme en el Cruz Azul confesó a don Lino después del Mundial de México 86. Y manos a la obra, a pesar de los consejos maternales: Mi madre era enfermera y anhelaba que su hijo fuera un profesionista, por eso la insistencia en los estudios, pero cuando llevas el futbol en la sangre es imposible escapar. Llegué hasta el tercer semestre de bachillerato... Me gustaba la computación. Quizá no sea tarde para cumplir el sueño de mama.
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Óscar tiene 27 años; de su infancia y adolescencia recuerda aquellas tardes dominicales en que veía a su padre (Hugo Olvera) jugando en los llanos de Ciudad Nezahualcóyotl. El muchacho se contagió de la pasión y probó suerte, primero, en las fuerzas básicas del Neza y después en las de Puebla... Ahí, en la capital poblana, vivió su época más difícil: Mi papá se quedó sin trabajo y entonces tuve que fregarme. Allá no tenía un sitio fijo para quedarme: algunas veces lo hacía en la casa del preparador físico Luis Miguel García, que además me invitaba a comer y en otras ocasiones me alojaba en casa de un amigo paterno que vivía en el poblado de Tlaltepango, como a 20 minutos de la capital; me daban techo a cambio de ciertos quehaceres: limpiar el corral de los marranos, cosechar el maíz, cargar costales, ayudar en la siembra. Había días en que paraba a las cinco de la mañana para terminar el trabajo y luego a entrenar. Tenía 17 años y pensé en abandonar la nave.
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Gerardo cumplió ya 30 años. Debutó profesionalmente a los 18 años, en un equipo de segunda división ya desaparecido: SUOO (Sindicato Único de Obreros Organizados).
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El nombre de Héctor Hernández, de 28 años, es tal vez más familiar: ha vestido los colores de conjuntos como La Máquina, Morelia, Pachuca, Correcaminos, Santos y Toros Neza, al que dejó apenas en diciembre pasado.
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Tres mexicanos en la ciudad habitada más antigua del continente. Tierras históricas, culturales; tierras que les han permitido vencer la indiferencia.





