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"No te pongas nervioso: aquí todos somos iguales"

Alejandro Toledo/(Segunda de tres partes)| El Universal
Lunes 24 de diciembre de 2001

En sus primeros años como futbolista se dedicaba Víctor Manuel Piñal a viajar como chofer por esa ciudad que es, ahora, nuestro paraíso perdido...

Desde luego se podían ver los volcanes desde muchos lados. Estaba la gran Catedral, el bosque de Chapultepec. La ciudad era muy pequeña. En los toros destacaban Armillita, Silverio Pérez, Manolete...

¿Recuerda el día de su debut?

No, no, las fechas no las recuerdo. Ha de haber sido en el año 1939, yo creo... Estas fotos las he sacado de la bodega, son cosas que tenía olvidadas.

Recuerda, no obstante, los consejos de Mario Ballesteros, entonces centro medio, ante el nervio de Piñal por su debut.

Mira, Víctor, no te pongas nervioso: aquí todos somos iguales, aquél es igual que tú y tú eres igual que aquél. Y échale ganas.

Ese día, el Marte le ganó al América 3-1...



?Y Piñal se cruzó como 'demonio'?

Los cuatro jóvenes elegidos fueron al campo América, frente a lo que ahora es el Centro Médico. Estaba ahí cerca el Estadio Nacional. Se presentaron con el entrenador húngaro Biró.

Y luego: en algún partido de reservas alinearon a Víctor Manuel Piñal.

Vas a ser medio derecho le dijo el entrenador.

Está bien confirmó el muchacho, seré medio derecho.

Al Patotas Lozano lo pusieron de centro medio.

A las pocas semanas hubo un viaje a León, y a Piñal lo integraron ya al equipo de primera fuerza.

Jugó un rato. Gustó. Y al regresar a México lo confirmaron en el primer equipo, en un partido contra el América, y de ahí no lo volvieron a quitar del puesto en años.

¿Recuerda el día de su debut?

No, no, las fechas no las recuerdo. Ha de haber sido en el año 1939, yo creo... Estas fotos las he sacado de la bodega, son cosas que tenía olvidadas.

Recuerda, no obstante, los consejos de Mario Ballesteros, entonces centro medio, ante el nervio de Piñal por su debut.

Mira, Víctor, no te pongas nervioso: aquí todos somos iguales, aquél es igual que tú y tú eres igual que aquél. Y échale ganas.

Ese día, el Marte venció al América 3-1 ¿Y estaba usted nervioso?

Sí, cómo no... Ese día jugamos el preliminar a las diez de la mañana. El Marte apenas empezaba a formarse, a ser algo. En los años siguientes se consagraría.



* * *

Sigue el cuento del veterano: Entrenábamos martes y jueves y jugábamos los domingos, no había eso de partidos entre semana.

Ordenaba el técnico: El portero, dos vueltas al campo. Los defensas, cinco vueltas. Los medios, diez vueltas al campo. Los delanteros, cinco.

Lo que tiene explicación: Como los medios defendíamos y surtíamos, teníamos la necesidad de estar en condiciones físicas muy buenas. Y los que más teníamos deseos de figurar, en lugar de diez vueltas dábamos quince. Luego nos daba el entrenador un poco de gimnasia, y a jugar partidos entre los titulares y las reservas. No había el planteamiento de jugadas de pizarrón. Era una cosa rutinaria, no había la curiosidad que hay ahora por los planteamientos. Era una cosa lírica, romántica.

Había una libertad para interpretar el futbol como ustedes querían.

Totalmente. Nada más que a cada uno le descubrían dónde podía jugar mejor, y ahí lo colocaban: el que era muy fuerte y medio tosco se convertía en defensa, el que era más fino pues de interior, centro delantero o ala izquierda o derecha...



* * *

A principios de los años cuarenta, las crónicas de Manuel Seyde fueron dando cuenta del ascenso del Marte y sus figuras.

Escribía, por ejemplo, este maestro de la crónica deportiva: "Lo de Piñal fue distinto: adivinó un remate de Vantolrá a boca de marco, se cruzó como demonio y llegó en el momento preciso para tirarse de cabeza, entregándose todo y cortando el viaje del balón con el cuerpo hecho un ovillo. La bola salió rebotada y él siguió dando vueltas fuera del campo. Y el parque tembló de ver tantos redaños".

Y también: "Lo exacto es que ellos no han podido jugar porque han estado dentro de una jaula que construyeron Lobo-Piñal, peleando los lados de la línea media como fieras, Fuente y Borbolla, carburando no solamente con profundidad sino hasta con pinceladas de académicos".



* * *

En este proceso de convertirse en titular del Marte, ¿no tuvo problemas con su papá? se le pregunta a Víctor Manuel Piñal mientras un avión cimbra a su paso las ventanas.

No. Los compañeros de la línea camionera le enseñaban a veces las fotografías que salían en los periódicos, o mi nombre por lo menos: "Mira a tu hijo, ya está aquí jugando". Él nada comentaba.

Siguió Piñal destacando en el Marte y no lo volvieron a quitar del primer equipo, y ya entonces su padre le comenzó a dar todas las facilidades... Aconsejaba, lacónico: ¡Cuídate, hijo! Los compañeros de la línea le decían a don Cirilo Piñal: Hoy juega Víctor, ¿vamos a verlo?

El señor se resistía. Hasta que un día lo llevaron al estadio y le gustó el juego. Y terminó por aceptar que su hijo fuera futbolista.



* * *

En esos tiempos el futbol no daba para vivir.

Estudié hasta segundo de secundaria. Había que ayudar a la casa desde muy jóvenes. Para jugar tenía que trabajar en la mañana en un camión de pasajeros, a diez centavos el viaje... En la tarde me iba a entrenar. Para jugar el domingo, mi padre me dejaba descansar los sábados. Así fue haciéndose la historia de que me fui colocando. Y ya que empecé a figurar, mi papá me dio la facilidad de dejar el trabajo... No trabajé como dos años.

En sus primeros años como futbolista se dedicaba Piñal a viajar como chofer por esa ciudad que es, ahora, nuestro paraíso perdido...

Desde luego se podían ver los volcanes desde muchos lados. Impresionaban la gran Catedral, el bosque de Chapultepec. La ciudad era muy pequeña.

En teatros y centros nocturnos se presentaban Cantinflas, Agustín Lara, Pedro Vargas, Ana María González y otros artistas.

En el boxeo brillaba Rodolfo "El Chango" Casanova. En los toros destacaban Armillita, Silverio Pérez, Manolete...

Yo era garcista dice la señora de Piñal, y debe uno entender que se refiere a Lorenzo Garza, "Ave de las tempestades".

Por la mañana se iba al futbol, y a los toros por la tarde.

Las noches de viernes y sábado la ebullición estaba en El Patio, El Club France, El Blanco y Negro... Los aventureros escapaban al Smirna, el Waikiki o el Salón México, lugares de rompe y rasga...

Durante el día los aficionados se subían al camión y saludaban al chofer-futbolista.

¿Cómo te va, Piñal?

Buen juego el del domingo, Víctor.

Los compañeros de la línea le traían los periódicos donde aparecía la crónica de los juegos...

En el camión, ganarse 15 pesos en una mañana ya era dinero; 20 pesos eran ya muchos centavos... En el equipo no había sueldos para vivir... Todos teníamos que trabajar y jugar, vivir del futbol no se podía. A los jugadores del Asturias, el España o el Necaxa les ofrecían trabajos, unos en la Compañía de Luz, otros en la Euskadi, otros en la cervecería Modelo... Mi primer sueldo en el Marte fue de 60 pesos al mes. Con eso y lo que ganaba de chofer me sentía bastante bien, con muchos centavos extras en la bolsa.

Piñal combinó el trabajo con el deporte... Así, durante seis o siete años.

Se lo encontraban en el cine y le decían: Adiós, Piñal. ¡Suerte, muchacho!

* * *

¿Para qué alcanzaba lo que ganaban en el equipo?

Desde luego no jugábamos por interés económico. Era primero que nos gustaba, y nos integrábamos a un equipo del barrio... La ilusión de todos, por supuesto, era jugar en primera fuerza, pero no por el dinero. Los equipos como el España, el Asturias o el Necaxa tenían suficiente dinero para solventar un sueldo decoroso. La mayoría de los muchachos que jugábamos futbol por esas épocas, al tiempo trabajábamos para poder vivir. En el Marte de finales de los treinta y principios de los cuarenta, si acaso el "Ché" Gómez y el "Pirata" Fuente no trabajaban.

¿Y qué podía comprar con esos 60 pesos?

Serían, posiblemente, como unos 600 pesos de ahora, no mucho. Por eso es que no podíamos dejar de trabajar. Aunque podíamos comprarnos una camisa, una corbata, un traje, para presentarnos como gentes decentes... Pero ese asunto de los sueldos se daba como arreglo muy personal entre el jugador y el directivo, y no podría decir cuánto ganaban los otros. Eran cosas que se manejaban de modo muy confidencial. Incluso nos decían: "Hay que ser discretos, no todos pueden ganar igual, esto te lo doy a ti porque te lo mereces..." Y, claro, no podía saber uno si al compañero le daban menos o más.



* * *

Además de las fotografías, surgen del álbum inconcluso recortes periodísticos, y párrafos como éste: "Piñal venía desempeñándose con acierto, ha sido sin duda uno de los elementos más valiosos que el Marte había sacado a la popularidad de la primera división. Medio de tenaz labor, batallador incansable, de trabajo sobrio y efectivo, fue mejorando a medida que el Marte tomaba cuerpo de campeón. Formó parte de una línea media que se caracterizó por su trabajo constante, que aguantaba y desempeñaba la parte principal de los encuentros... Valor auténtico y neto del futbol mexicano, que luchó mucho hasta colocarse en primera fila. No es un producto espontáneo de la publicidad sino un jugador que a pulso ha ganado el lugar que ocupa. Fue recorriendo poco a poco el camino y ahora se encuentra entre los mejores medios derechos que hay en México. Piñal es, en fin, un ejemplo de tesón y entusiasmo que debe imitarse".

O como este otro: "Víctor Manuel Piñal, el jugador oportunista que ha salvado a su equipo de muchos goles prácticamente consumados, siempre bien colocado, duro y valiente, con exacta noción del juego, es elemento indiscutible como titular en la línea media".

O esta cabeza: "El Necaxa no fue gallo para el Marte".

Y las crónicas de Manuel Seyde... Hay una del 1 de marzo de 1943, de un juego contra el Necaxa: "Lo demás fue echarle guindas al pavo, y entonces se vio la brillantez de Lobo la tiene cuando ya está en posesión de su presa, y la ferocidad de Piñal y Bonilla. Se entregó [el Marte] a un trabajo entusiasta, ya dueño del centro del campo, donde no se veía a Ricardo Gómez..."

Entre otras líneas.



* * *

El futbol no es el mismo. Entonces, por ejemplo, en los partidos no había cambios, el que se lastimaba ocupaba otra posición pero no abandonaba el campo de juego, o el equipo se quedaba con diez o nueve jugadores...

Por amor propio le seguía uno, aunque no pudiera correr. Nos cambiaban de puesto a donde hacíamos menos esfuerzo y menos falta a lo mejor era a los extremos.



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