Julio César Chávez: es difícil despedirse
La fama es peligrosa. Su peso es ligero al principio, pero se vuelve cada vez más pesado y difícil de eludir. Hesíodo Ya no trota, arrastra los pies Julio César Chávez en el cuadrilátero del Veterans Memorial Coliseum de Phoenix, Arizona. Es el 29 de julio de 2000. La imagen de la derrota. Una estampa pocas veces vista, que nadie se había imaginado: continuamente en la lona, primero por empujones y resbalones; finalmente, derribado por un fortísimo gancho de derecha de Konstantin Tzsyu, ese ruso-australiano que queda mirando como Chávez rueda por el piso, de espaldas y levanta los pies de manera grotesca. Julio César parece guiñapo, rostro enrojecido, perdida la mirada. A cada golpe, el ruso que llegó a estar arriba en las apuestas 25-1, ha esculpido su victoria. Se derrumba el mexicano. Así. Ya no es él. Acaso apenas sus despojos... Esa es la más reciente postal que se tiene de Chávez encima de un entarimado. Desde entonces no ha peleado. Hasta esta noche en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde hará la primera de tres despedidas del boxeo. El empeño de hacerlo todo a pausas, como quien no quiere irse. Porque es difícil decir adiós. Primero de tres actos, como los viejos luchadores: de pueblo en pueblo, de carpa en carpa. Hasta que ya no pueden más. Es el 12 de julio de 1962. Julio César nace prácticamente en uno de los vagones de tren abandonados en las afueras de Ciudad Obregón, Sonora, donde don Rodolfo, trabajador de los Ferrocarriles del Pacífico, vive con su esposa e hijos, en la pobreza. Cuando Julio tiene tres años de edad, don Rodolfo y toda la familia emigran primero a Mazatlán y luego a Culiacán, donde crecerá el futuro campeón. De niño hace de todo: vendedor de chicles y dulces, de periódicos, lavacoches... en la calle se gana la vida, a veces a golpes. Hasta que un día llega casi por casualidad al gimnasio "Culiche", donde conoce a su descubridor: Ramón Zurdo Félix. Y se inicia en el boxeo más por sobrevivencia que por deporte: un amigo suyo, Juan Antonio López lo anima a entrenar. Sobre sus inicios Julio César dijo una vez a Alejandro Toledo, de EL UNIVERSAL: -Cuando muchacho iba al gimnasio a escondidas de mis hermanos Rodolfo y Rafael, me daba vergüenza que me vieran entrenar. Un amigo, Juan Antonio López, me convenció de entrar al gimnasio. En mi familia se enteraron hasta cuando pelee por los "Guantes de Oro". Yo entré al boxeo porque tenía mis ilusiones: llegar a ser campeón del mundo, sacar adelante a mi familia. Eso soñaba a los quince años. Miraba que mi mamá lavaba, planchaba ropa ajena; yo vendía periódicos, lavaba carros. Con esa ilusión me metí al boxeo: que no pasáramos hambre, que no tuviéramos tanta miseria. No nos moríamos de hambre, pero teníamos mucha necesidad... Luego, vienen vertiginosos, encadenados, los triunfos, el éxito de este jovencito, siempre de la mano de su hacedor y descubridor, Ramón Zurdo Félix ya fallecido, quien llega a ser como su segundo padre. A finales de ese 1983 Julio es ya una realidad en el boxeo nacional e internacional. En octubre, el Consejo Mundial de Boxeo, CMB, lo clasifica como superpluma número 17 del mundo. Y Julio ya no se detiene. El 13 de septiembre de 1984 en el Olympic Auditorium de Los Angeles, derrota por nocaut técnico en 8 asaltos al jalisciense Mario Azabache Martínez y gana el título mundial superpluma del CMB que el boricua Héctor Macho Camacho acaba de dejar vacante. Pero en 1986 surgen problemas entre el campeón y su manager Ramón Félix. Julio dice que lo descuida pues él vive en Culiacán y su entrenador en Tijuana. El campeón lleva siete defensas del trono mundial y es ya promovido por Don King. Pero lo merodea Ángel Gutiérrez, quien, se sabrá más tarde, se dedica al narcotráfico. Julio se ve atraído por este oscuro personaje, quien lo cambia radicalmente: de llegar en camión a un hotel del Salto del Agua y comer tacos en los alrededores del metro , lo acostumbra a viajar en avión, a hospedarse en hoteles de lujo y a comer en los mejores restaurantes. En abril de ese 1987, Angel lo lleva a Francia en el Concorde a pelear contra Juan Laporte. Hace que deje las anorteñadas chamarras de cuero, las botas y los pantalones de mezclilla para enseñarlo a vestir bien, con ropa de última moda adquirida en Nueva York, Los Ángeles o París. Deslumbra Gutiérrez con su imagen de hombre de mundo a Chávez, quien le firma un contrato y lo convierte en su apoderado. Y deja al Zurdo Félix, quien lo ha impulsado desde niño hasta las altas cumbres del boxeo. Contrata entonces como su entrenador a Cristóbal Rosas, quien había sido manager de Salvador Sánchez y de Chucho Castillo. Pero los problemas llegan pronto: Gutiérrez es detenido en Tijuana y luego en California por trafico de siete cargamentos de droga a Estados Unidos y por otros ilícitos. José Sulaimán, Don King y el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari ya en 1988, le sugieren al campeón que se deshaga de esas "malas compañías". Gutiérrez, que se dice brazo derecho de Caro Quintero, será acribillado a balazos en un aparente ajuste de cuentas, el 25 de mayo de 1993 en la avenida Kukulcán de Cancún. Francisco Arellano Félix a quien después se acusa de ser el autor intelectual del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y el campeón mundial hacen negocios. Son amigos desde niños y se convierten en socios al inaugurar la suntuosa disco de Mazatlán, Frankie Oh! . Ambos lucen en el pecho escorpiones de oro puro, símbolo de la disco y de los Arellano Félix. El lugar, donde Julio César realiza varias peleas a 10 asaltos, es incautado por la PGR el 20 de agosto de 1993 con otras propiedades de los Arellano Félix en Sinaloa. Y junto con un automóvil "Jaguar" de Chávez. Julio sufre lo que él llama "hostigamiento" de la Produraduria General de la República, que busca afanosamente descubrir sus aparentes nexos con los narcos. Durante la pelea entre Chávez y el Macho Camacho, el 12 de septiembre de 1992 en Las Vegas, los Arellano Félix portan al pie del ring el cinturón mundial de JC , el sombrero de charro con que el púgil que festejará la victoria y una bandera de México. El campeón era investigado desde 1991, tras el asesinato de la abogada Norma Corona, defensora de los derechos humanos. Un sujeto acusado de narcotraficante, Miguel Angel Rico Urrea, dice que uno de los criminales, Santos Arellano Bazán, El Santillos , se escondió en Tijuana en una casa de Julio César. El asunto enciende una hoguera de acusaciones contra Chávez, quien apenas sale librado del embrollo. Julio y sus abogados siempre se han defendido diciendo que el campéon no puede estar investigando las actividades a las que se dedican sus amigos, conocidos o quienes se le acercan para pedirle una fotografía con él, un autógrafo o para invitarlo a un festejo. El púgil sonorense vive el día más feliz de su carrera dos días después, cuando es recibido por una multitud en el aeropuerto de la Ciudad de México y aclamado por miles de capitalinos en su trayecto en vehículo descubierto rumbo a Los Pinos, donde lo felicita Carlos Salinas de Gortari. Chávez se confirma como uno de los íconos deportivos del salinismo. Y uno de los héroes populares que legitiman al sistema. Sin embargo, acusa ya síntomas de una intensa soledad y una extrema depresión. No se da cuenta que es manipulado por King, Sulaimán, Televisa y una nube de aduladores. Y conducido hacia un tobogán. A finales de 1992 Julio César confiesa a Carlos Hernández, del diario La Jornada: --Me siento enfermo de tanta fama... Dios no ha sido generoso conmigo; me siento terriblemente solitario... Don King, que necesita explotar a alguien más pues Mike Tyson está en la cárcel acusado de violación, hace sociedad con Televisa para explotar la imagen triunfadora de Chávez tras la pelea contra Camacho. Y buscan fabricarlo como nuevo ídolo deportivo que genere millones de dólares. Así, se realiza una función en el estadio Azteca el 20 de febrero de 1993, cuyas peleas no tienen calidad y en la que JC enfrenta a un verdadero bulto , Greg Hauguen, al que despacha en cinco asaltos. Ese mismo año, Julio fracasa al intentar conquistar el cetro mundial welter del CMB ante Pernell Whitaker, en San Antonio, Texas. Y unos meses más tarde, el 29 de enero de 1994 en Las Vegas, deja al descubierto su vulnerabilidad, que no entrena debidamente y muchísimos problemas personales, al perder por vez primera en su carrera y ser enviado a la lona, ante Frankie Randall. En mayo recupera la corona de manera polémica ante el propio Randall, pero sus días como monarca están contados: el 7 de junio de 1996 un vendaval llamado Oscar de la Hoya le arrebata definitivamente la gloria y el campeonato mundial. Desde entonces no ha vuelto a ser más lo que fue y deambula en el boxeo entre revanchas, derrotas frente a desconocidos como Willy Wise en 1998, triunfos contra costales y su último intento por reconquistar la corona mundial, el año pasado en Phoenix ante el ruso Kostya Tzsyu, quien dolorosamente le hizo ver que debe irse del boxeo. La Secretaría de Hacienda lo acusa de evasión fiscal y paga 3.2 millones de dólares para no ir a la cárcel; se presenta en tribunales estadounidenses para testificar contra Don King por un reclamó fraudulento que el promotor hizo por una combate que Chávez no realizó, debido a una lesión, pero cuyo seguro el empresario cobró en 1991 a una aseguradora británica. Su esposa Alba Amalia Carrasco lo acusa de haberla golpeado y demanda el divorcio contra el pugilista. Se separan y posteriormente viene un pleito legal por la patria potestad de los tres hijos de ambos. A la vez, la Arrendadora Bancomer de Culiacán lo demanda en 1995 y amenaza con embargarle al menos 10 propiedades, por haberse retrasado en los pagos de un préstamo hipotecario que el campeíon pidió para edificar varias construcciones e iniciar diversos negocios. Todo se le junta con las acusaciones de tener nexos con narcotraficantes y la demanda de Hacienda por evasión fiscal. Para colmo, su protector, Carlos Salinas de Gortari, ha salido del país dejando a la nación sumida en una de las peores crisis económicas y políticas de su historia. Julio navega entre la depresión, la soledad y el consumo de alcohol y al parecer otras cosas. En un programa de radio en la emisora XEW su voz se escucha entrecortada, balbuceante y se suelta a llorar como niño. Tienen que ayudarlo, puede cometer una locura --ruega su ahora ex esposa Amalia en declaraciones a la prensa ese año. En 1998 las cosas llegan a su peor momento, cuando asesinan en Toluca a su sparring y compadre Jesús Bebé Gallardo, en un aparente ajuste de cuentas; luego, Chávez es arrestado por fraude fiscal, aunque enseguida puesto en libertad. Y ese mismo año pierde ante Oscar de la Hoya por segunda ocasión. Unos días más tarde en la ciudad de México dirá decepcionado ante los reporteros: El boxeo es una cochinada, una gran mafia, algo muy sucio, pero al boxeador no le queda otra que entrarle porque está solo y así no puede luchar... Esta es parte de la historia que hoy inicia su fin, con la primera de tres despedidas de Chávez, quien busca culminar su carrera en julio del año próximo, cuando cumpla 40 años de edad y 22 como boxeador profesional.
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Antes de esa aciaga noche en Phoenix, Arizona, donde se refugia Chávez luego que en Las Vegas no lo autorizan a pelear contra un Tzsyu en plenitud de facultades, pues hacerlo significa un riesgo, otro mes de julio, 38 años antes, doña Isabel González de Chávez da a luz a aquel niño rojizo e inquieto, cuarto de una prole que totalizará 11 vástagos; un crío que le ha roto la placenta poco antes de nacer pues, dice la comadrona, el niño ha destrozado la fuente de un puñetazo...
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Fugaz es el paso de Julio César en el boxeo amateur: apenas 15 peleas, una derrota. Lo que quiere es ganar dinero. Y debuta como profesional en Culiacán: noquea en seis rounds a Andrés Félix el 5 de febrero de 1980.
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Transcurren los primeros años de Chávez como refulgente monarca mundial.
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Pero los negros capítulos de su relación con narcotraficantes no se cierran.
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En septiembre de 1992, ante el ya decadente Macho Camacho, Julio gana la pelea más glamorosa de su carrera, la que lo saca del anonimato en México. Gracias a la desmedida publicidad, millones de mexicanos siguen el combate, que se convierte en una transmisión sólo comparable a los partidos de la Selección de Futbol en los Mundiales.
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Viene entonces el principio del fin.
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Pero junto a esa debacle deportiva, Chávez enfrenta y pierde varias batallas legales que colman su vida de escándalo y drama.