?Si m ijo gana, ¡cerramos la calle y a bailar!?
Hay una especie de festejo permanente en la vecindad de Cuauhtémoc 76, en la Aragón La Villa, cuyos pasillos apilan cualquier cantidad de objetos: escaleras, mecates, cazos, palanganas, cubetas, maderos, sábanas, e inclusive velados anhelos que se van cumpliendo con el paso de los años. ...Y si Hugo gana hasta vamos a cerrar la calle advierte jocosa su madre, Guadalupe Chavarría ¡y a bailar! Sacamos unas bocinas, hacemos harto ruido y a darle; si ya la cerramos cuando los 15 años de mis hijas, o cuando se casó mi otro hijo, o cuando se recibió otro más... Porque Juan Dianzo y Guadalupe Chavarría ya tienen diez. Diez hijos. Hugo Dianzo cuenta con 26 años, casi una década en el pugilismo. Paulie Ayala en Fort Worth, Texas, es su próximo rival: el más importante. Va Hugo por el título mundial gallo de la AMB un día antes de que Francisco, mayor que él, dispute en la Arena México la semifinal ante Mario Camarena. Espera también la oportunidad de coronarse mundialmente. Y la familia lo celebra. Don Juan Dianzo se ocupa de avisar a los amigos, vecinos, compadres, familiares; hasta la acera en donde yacen los autos a reparar preguntan por los futuros campeones. Pero, ¿cuál, el inicio de esta singular historia? Acaso aquel: a finales de los 40, cuando don Isaac Chavarría Jiménez tuvo que abandonar la colonia Guerrero pues la vecindad dos pisos en la que habitaban desde niños, terminó inundada y las 32 familias emigraron obligadamente. Isaac Chavarría sería abuelo de Hugo. Llegó con su familia a la vecindad de la calle Cuauhtémoc cuando Guadalupe, hija pequeña, tenía apenas cinco años. ?Y Juan, mi ahora esposo, de niño era bien pegalón... recuerda ella, ahora amorosa madre. No más se la pasaba correteándonos por toda la vecindad?. ¿Cuándo comenzar con este texto? Quizás en las anécdotas de Juan Dianzo, antes pegalón, y hojalatero casi siempre, padre de diez hijos de los que sobreviven ocho. Boxeador, también, aunque las ganancias de aquellos combates, apenas siete, ocho, terminasen comprando cartones de cerveza para la palomilla, que le acompañaba. ?Y luego no teníamos ni para el camión de regreso...? ¿Cómo comenzar esta trama, tan parecida a otras?, tan igual; tan la misma esencia: pobreza, golpes, esfuerzos, esperanzas, oportunidades. Y, tal vez: fama, dinero, poder, satisfactores. Su propia historia deportiva Hugo la inicia una tarde de 1992, cuando estudiaba el bachillerato en el Conalep de Ticomán. Tuvo altercado con alguno de los alumnos; lo enfrentó como aprendió a hacerlo desde muy chico, en escuelas públicas, en equipos llaneros de futbol: se lió con el rival en turno, pero la consecuencia de aquellos trancazos fue mayor: ?Al otro día uno de mis amigos me dijo allá afuera te andan esperando; y son un resto... , y sí, salí a asomarme y afuera de la escuela estaba un grupo grande; venían por mí?. Le sacaron hasta pistola cuenta doña Guadalupe con ojos de temor; tuvo que denunciarlos ante la escuela, y, pues se salió. Y qué bueno porque ya no más llegaba a cada ratito todo golpeado. Esta historia de incierto comienzo tiene a Hugo Dianzo con la probabilidad de cambiar su vida en unas cuantas horas. Recuerda el aspirante sus últimos días de escuela; los primeros en el boxeo: ...Lo que pasó es que me echaron bronca. Metí las manos para pelearme y nos pararon; era uno contra uno, todo bien, no supe ni quién ganó; ese día me fui a mi casa sin problemas. Pero al siguiente me avisaron ?aguas porque allá afuera te están esperando?. Eran bastantes. Qué hago, pensé. Y pues me brinqué la secundaria y me escapé de esos canijos. Ya no regresé. Me dije mejor voy a dedicarme al deporte, al fin que tengo muchas ganas. Pero fíjate, qué raro, este deporte, el boxeo, nunca me ha gustado. Nunca. Ya de grande, mi papá les decía a mis hijos, siempre: No anden perdiendo el tiempo, mejor dedíquense a un deporte.... A él le gustó el boxeo, pero fue uuuuy, hace ya muchísimo tiempo. Yo estaba chamaca y nunca lo vi pelear, no. Al menos no lo recuerdo. Después escuchaba sus consejos. Les decía que no fueran relajientos, que no dieran problemas, pero ya ve, todos los hijos los dan. Y es duro, muy duro lidiar con diez; tantos caracteres, entenderlos a cada uno, lograr que se lleven bien. Una madre con diez hijos sabe de lo que hablo. Pero gracias a Dios todos me han salido buenos: Hugo, no lo va usted a creer, es el más tranquilo de todos. Faltan apenas unas horas para que Hugo Dianzo y su manager, Guillermo Peralta, partan hacia Fort Worth. Se han realizado citas con los medios de comunicación y la imagen de Dianzo, las fotografías con sus padres, son ya parte del resumen noticioso de marzo 2001. La charla inicia en este restaurante a un costado del Cerro de Guadalupe y se prolonga hasta el gimnasio Aragón, con unos minutos dentro del hogar. Ante el plato de fruta, doña Guadalupe responde las dudas. Cuenta. ¿Se imaginó que uno de sus hijos, algún día, fuese a pelar por un título del mundo? Cuando comenzó a entrenar lo primero que le dije fue: No te olvides de mí y cuando llegues a Las Vegas me llevas porque es mi sueño, conocer Las Vegas. Uno igual y nunca logra salir del país, pero con que él vaya y me platique me doy por satisfecha. ¿Le gustó que Hugo, o Francisco se decidieran por el boxeo? No. ¿Les decía algo? No. Nunca, siempre les apoyé en todo lo que a ellos les gusta, y a veces aunque yo no estuviera de acuerdo, si eran sus deseos, pues yo estoy para ayudarles. ¿Va al boxeo? No. Pero sí veo las peleas, aunque después de que pasaron. No voy a la arena, nooo. ¡Imagínese! Debe ser duro. Lo es... Yo nada más los escucho cuando entrevistan a los contrarios, los observo pero después me hago para allá y me voy. Y es que yo creo que para todas las madres de peleadores debe ser feo ver a sus hijos que se estén pegando. ¿Y ya en la repetición? Ah, pues ahí sí me siento muy emocionada al mirarlo, pero a la vez es una cosa... nunca pensé que llegara a tanto, mi hijo. Aunque siempre lo anhelé, pero no me imaginaba que fuese posible, porque ya verlo en los videos, en la tele, en los periódicos... es otra cosa. Sí, se emociona uno. ¡Sobre todo cuando gana! Gustó a don Isaac el trote infernal de los caballos de carreras. Se apasionó y las tardes de cobro era comerciante de ropa, de aquellos aboneros que semana a semana pasaban por las liquidaciones convirtiéronse en horas de expectación por saber si el boleto comprado en el hipódromo sería ganador. Y nos dejó en la calle rememora con una mueca su hija, años después. Pero se rescatan los consejos, dice y sonríe. Hugo Dianzo: Siempre me animaba a que me dedicase a pelear pero por dinero, no nomás en la calle, decía, en donde lo único que consigues son problemas. Tuvo la oportunidad de ver don Isaac el más fuerte de los combates de su nieto, su primero a diez asaltos, ante Antonio García. No acudió a la arena ese 22 de febrero de 1997 puesto que enfermó. Sufría dolencias en las piernas pero esa semana desde el jueves cayó en cama. Escuchó el combate, difícil. Hugo viajó a la lona en dos ocasiones: en el quinto y en el sexto asaltos. Y decía mi padre recuerda doña Guadalupe, no se preocupen: Se va a levantar para ganar. Ese muchacho tiene pasta, tiene buena madera; va a llegar muy lejos. Da un sorbo al jugo de naranja, don Juan Dianzo; atreve Guillermo Peralta: Pero ahí a Hugo se le vio casta. Ese día le dije: De aquí al campeonato del mundo. No te detengas. Se levantó dos veces de la lona y ganó: Decisión en diez asaltos. Orgulloso se mostró el viejo cuando todos festejaban. Su ilusión era verlo coronarse, pero fuerte fue el dolor de estómago que lo atacó horas más tarde: Una úlcera le llevaría a la muerte, cuatro días después. El me enseñó muchas cosas. Entre otras, que al perdedor no lo sigue nadie; que hay que cuidar el dinero; que no son buenos los vicios revela Hugo. ¿Cómo imaginas el futuro? ...Gane o pierda para mí lo que cuenta es el apoyo familiar. Si gano creo que voy a tener cosas que no soñé antes. Quiero comprarle una casita a mi madre, como todos, y echarle muchas ganas. Si pierdo estoy preparado para levantarme. A muchos les gusta ganar pero, aunque suene extraño a mi me gusta más perder porque eso es lo que te da fuerzas para seguir adelante. Amigos, vecinos, periodistas se acercan a esta calle Cuauhtémoc, a unos pasos del metro Basílica, en donde corazas de automóviles esperan su turno para ser modificados, reparaciones que realiza la familia Dianzo en plena banqueta. Yo nací en la Guerrero, en Santa María la Ribera dice Guadalupe Chavarría, hasta que la casa se llenó de agua y nos tuvimos que salir, llegamos a esta colonia, conocí al que sería mi esposo, antes bien pegalón, pero mírelo ahora: Enamorado de lo que hacen sus hijos, boxear. Que le cuente, señor, de aquellos días. Que le diga las travesuras que se armaban cuando él, de joven, se me iba a pelar a no sé qué colonias. Le platico en el camino se anticipa Juan Dianzo. ¡Señorita!... La cuenta, por favor.
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Domingo, calzada de Guadalupe. Puntual arriba a la cita en el restaurante la familia Dianzo: Hugo, sus padres, su novia. Les espera ya Guillermo Peralta, manager. Llegará el reportero gráfico. Ante el menú, el desayuno se apetece sabroso y es agradable ya cuando la señora Guadalupe comienza a tejer el relato. Éste: Isaac Chavarría llegó a México, procedente de Hidalgo, a los 12 años de edad y sus padres, que abandonaban el terruño, pronto se instalaron en la colonia Guerrero. Por sus calles cruzaban trenes jalados por mulitas, en viaje al centro. La zona fue como una pequeña provincia; todos se conocían, la colonia estuvo arbolada y empedrada, el alumbrado público era de petróleo y prenderlo era todo un ritual. Rica siempre ha sido su comida, como la que se disfruta en ?La hija de Moctezuma de la Guerrero?, situada en la vía principal. El Santo inició su carrera como luchador rudo el 21 de Julio de 1935 en la ?Arena Deportiva Islas?, de la Guerrero. Los seis hermanos Vázquez Raña nacieron y crecieron en la Guerrero: vivían arriba del local donde estaba la tiendita de su papá, don Venancio Vázquez Álvarez. Arturo ?Cuyo? Hernández trabajaba como ayudante de boxeo y vivía en la calle de Estrella y desde ahí se dedicó afanosamente a la detallada confección de pugilistas. Ahí don Isaac actuó en los Guantes de Oro.





