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Cada que llega a un nuevo hogar, producto del caprichoso mundo futbolístico, Gustavo Matosas coloca una maleta detrás de la puerta principal. Nada más la mueve al baño cuando hay visitas, “porque mi mujer se enoja”. El objetivo del hoy entrenador del América es recordarse que su trabajo podría ser efímero, sobre todo cuando vive trances complicados.

Actualmente pasa por uno. Tras la goleada que le propinó el Querétaro (0-4), con el Clásico de clásicos frente a sí y en medio de la final de la Liga de Campeones de la Concacaf, el uruguayo admite vivir sus horas con mayor grado de complejidad en el siempre caliente banquillo azulcrema.

“Es la semana más dura, los 10 días más duros de todo el año, porque vino Querétaro, la final de la ‘Concachampions’, el Clásico, la vuelta de la final”, comparte. “Son pocos días, en cuanto a la recuperación y al trabajo semanal para corregir situaciones”.

Pero no se queja de más. En el fondo, está consciente de que imponerse al Guadalajara y obtener el boleto al Mundial de Clubes le darán la paz que extravió hace poco más de un mes.

“Habría que hacer un paréntesis y decir que el día de tu semana más complicada puede ser el de la más gloriosa”, filosofa. “Las grandes hazañas se dan cuando las crisis llegan a un lugar y tienes la posibilidad de salir. De esto, depende única y exclusivamente de lo que hagamos dentro de la cancha y eso es ilusionante para mí, un reto, un decir ‘a ver si es verdad, cab...’”.

—¿Has descansado tu mente?

—Para nada. Ayer [jueves], por primera vez, me tomé un rato libre después del entrenamiento para ir a practicar deporte [golf], pero han sido 10 días con muchísimo trabajo... Bueno, es lo que hay.

—¿Duermes bien?

—Hasta cuando jugaba antes de las finales, siempre dormí bárbaro; es algo que le agradezco a Dios todos los días. Además, duermo un poco menos... Los años van llegando. Antes dormía ocho o nueve horas, ahora seis y media, pero tengo un sueño muy bueno.

El cual mantiene pese al vértigo de semana y media sin margen de error. Matosas se siente respaldado, pero sabe que todo dependerá de los resultados obtenidos. Por eso, su maleta continúa detrás de la puerta.