Hacen del Tec un "búnker"
VISITANTE. Contrario a lo que siempre sucede con América cuando se presenta en cualquier plaza del país, en Monterrey, la afición azulcrema no fue mayoría. (Foto: DANIEL CÁRDENAS / IMAGO7 )
hector.morales@eluniversal.com.mx
Monterrey.— Una situación extraña al pie del cerro de La Silla. América, acostumbrado a sentirse local en cualquier recinto, en Monterrey siente lo que es ser visitante. Su porra es reducida a la mínima expresión y las camisetas azulcremas son minoría.
Pero nunca escasean los conflictos entre la autoridad y los barristas del América. El jefe del operativo señala a dos “hinchas” detenidos que está prohibido ingerir bebidas embriagantes en la vía pública de Monterrey.
“Nosotros no lo sabíamos. Si nos hubieras dicho, la hubiéramos tirado y listo. Venimos del DF en avión, no estamos aquí para ver qué desmadre hacemos”, argumenta un miembro de la porra águila, que está esposado en una de las patrullas de seguridad.
“A donde vayan, apréndanse las reglas de los lugares. Tampoco es mi culpa que hayan estado bebiendo en la calle, cuando aquí no está permitido”, responde un tanto molesto el efectivo.
La situación no termina ahí. La discusión continúa: “oiga, poli, ya en serio, no es chisme ni nada, pero se me está poniendo la mano morada. Aflójeme la esposa tantito”. El guardia hace caso omiso y el fan azulcrema sigue en su queja: “Me está doliendo, en serio, no me voy a ir”.
Contrario a como se estila en la capital de la República, en Monterrey no hay personal de algún organismo de Derechos Humanos que supervise la manera de actuar de la policía.
El resto de las barra águila hace su arribo. También bajo un estricto control de seguridad y granaderos que están dispuestos a impedir cualquier tipo de desmán en los alrededores del estadio Tecnológico. Forman vallas en las calles y en las gradas del recinto para que no se desborde la pasión ni se crucen con los grupos radicales de los albiazules. Se cuida hasta el más mínimo detalle.
Los fantasmas de la violencia se mantienen. Los antecedentes recientes en Guadalajara representan un factor que pone aún más alertas a los uniformados regios que ejercen con severidad y a rajatabla los reglamentos urbanos.
Buscan impedir, a toda costa, que el espectáculo se empañe en La Sultana del Norte, lugar donde no quieren hechos que deriven en sangre, sino un clásico regio en la final del futbol mexicano, aunque parece difícil que ocurra.