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El portero más ganador en la historia del futbol mexicano atesora, paradójicamente, el recuerdo de la única final que se perdió.

“Siempre digo que fue mi mejor título, en la [serie] que no jugué, durante el Bicentenario 2010”, comparte el argentino Hernán Cristante, nervioso, cual niño, ante la fiesta de despedida que le organizará hoy el Toluca en el estadio Nemesio Díez.

“Porque cuando le entregan el trofeo al equipo, antes de dar la vuelta Olímpica, me van a buscar a palcos”, rememora, con los ojos vidriosos. “Llegan Édgar Dueñas, [Antonio Naelson] ‘Sinha’, ‘Tala’ [Alfredo Talavera], ‘Cone’ [Isaac Brizuela], vienen todos, el grupo completo. Me hacen bajar del palco y ellos me entregan la copa”.

Ese pasaje “fue fantástico”, dice emocionado. “Ese fue mi mejor título, seguramente...”.

Ganador de seis títulos de Liga (Verano 1999 y 2000, Apertura 2002, 2005 y 2008, más el Bicentenario 2010), el exguardameta, de 45 años de edad, ha trascendido en la historia del conjunto choricero luego de atajar penaltis decisivos en las finales de 1999 y 2008, contra Atlas y Cruz Azul, respectivamente. Cuenta, además, con la marca de 772 minutos sin gol, alcanzada durante el Apertura 2008 y es catalogado entre los mejores extranjeros que han venido al balompié nacional.

Por eso, después de cuatro años de amargura y sinsabores, por la forma en que salió del club rojo, tras una larga lesión, a Hernán hoy le hará justicia la revolución. “Salir el último partido de tu historia, de tu vida, no es la situación más alegre. Y no respetaron, me parece, la condición humana”, revela, a mano con la historia.

—¿Qué recuerdos atesoras de las otras finales, las que sí jugaste?

“Todas las Liguillas tuvieron algún punto particular elevado. Por ejemplo, aquella en la que se arrasa [Verano 2000] y que José [Cardozo] sale como el máximo goleador en Liguilla junto con Carlos María [Morales], que hicieron no sé qué cantidad de goles y recibimos muy pocos. Contra Puebla el global fue 9-0, ante Chivas 6-3, y la final, contra Santos, 7-1. Esa Liguilla la disfruté. No tuve mucha participación, pero en lo que me tocó lo hice bien, entonces te sientes parte de.

“Las demás han tenido algo especial. La de 2005, para mí, a nivel juego fue de las mejores. Y las otras tuvieron aspectos muy elevados, como el de Atlas, en el punto de penal [Verano 1999]. La de Cruz Azul también, en 2008. Me quedo con el nivel de equipo”.

—Eres el portero más ganador en el futbol mexicano... ¿Se dice fácil?

“Sí, pero eso no es mío. No entraba a la cancha con una raqueta. Sí, es un honor, y habla de lo entregado que fui, de lo profesional, de lo dedicado, del amor a lo que hacía. Pero no me la creo. Para mí no es tener la sensación de que soy el más ganador. Pertenecí a un equipo que fue el más ganador”.

—Tienes el récord de 772 minutos sin gol, ¿cómo le hiciste?

“Fue algo por lo que no estábamos obsesionados. Literal nos enteramos del récord por la prensa. Estábamos concentrados, en la Liguilla [Apertura 2008]. Sabíamos que iba a ser muy difícil mantener eso. Entonces lo usábamos como burla. Estábamos entrenando y me pateaban al arco, me hacían un gol y decían, ‘adiós al récord’. Nunca procuramos romperlo, jamás. Ni de goles a favor, en contra ni de tiempo. Pero todas esas cosas fueron saliendo, porque ese grupo tenía ese nivel de competencia que no te hace un mejor jugador ni una mejor persona. Eso se logra a través de trabajo en equipo.

“Me acuerdo que enseguida vienen las cámaras conmigo. Estábamos en Torreón. Y no quise dar entrevista exclusiva sobre el tema. Les decía, ‘pregúntenle a Paulo [Da Silva] qué siente, pregúntenle a Édgar Dueñas, a Martín Romagnoli’. Todos los que estaban ahí eran parte de ese récord. No era un logro individual. Fui uno de los nombres, pero me parece injusto creer que esa marca es mía. Eso era de todos”.

—Luego de la lesión hubo un divorcio, ¿fue con ‘Chepo’? ¿Qué pasó?

“Fueron decisiones que se tomaron y que no fueron ‘ad hoc’ a una historia, a una entrega. Se usó la situación de forma unilateral, no creyeron en una verdad que después fue demostrada, que era volver a la cancha y jugar. Se usó esa situación para estabilizarse ellos y no sé si creyeron que en algún momento yo quería la silla de alguien... Lo que quería era volver a jugar.

“Fue muy duro, el tema de la lesión, el tiempo, las dos operaciones, el sentir que los doctores daban un panorama muy negro. Tienes una vida por delante, tal vez puedas andar en bicicleta con tus hijos... Sentir que te estaban robando eso. Salir el último partido de tu vida, no es la situación más alegre. Y no respetaron, me parece, la condición humana. Eso lo define gente, no una institución o una historia”.