Gabriel García Márquez, aficionado al fut e 'hincha' del Junior
"HINCHA TIBURÓN" Gabriel García Márquez fue aficionado del Junior de Barranquilla. (Foto: Especial )
@univ_deportes
El escritor colombiano Gabriel García Márquez dio grandes
obras al mundo de la literatura hispanoamericana, y el futbol no podía pasar
desapercibido de la mirada de Don 'Gabo'.
En una reflexión llamada "El Juramento", el
colombiano contó la historia donde dejó su miedo por el sentido del ridículo y
se convirtió en hincha del Junior de Barranquilla.
Te dejamos la reflexión hecha por Gabriel García Márquez del
14 de junio de 1950, el día en que Junior de Barranquilla venció 2-1 a
Millonarios, y el 'Gabo' trasladó la pasión por el arte al fanatismo del
futbol.
"El Juramento" por Gabriel García Márquez.
"El Nobel colombiano cuenta en qué partido de fútbol
perdió el sentido del ridículo y se convirtió en hincha.
Alfonso y Germán no tomaron nunca la iniciativa de
convertirme a esa religión dominical del fútbol, con todo y que ellos debieron
sospechar que alguna vez me iba a convertir en ese energúmeno, limpio de
cualquier barniz que pueda ser considerado como el último rastro de
civilización, que fui ayer en las graderías del municipal. El primer instante
de lucidez en que caí en la cuenta de que estaba convertido en un hincha
intempestivo, fue cuando advertí que durante toda mi vida había tenido algo de
que muchas veces me había ufanado y que ayer me estorbaba de una manera
inaceptable: el sentido del ridículo.
Ahora me explico por qué esos caballeros habitualmente tan
almidonados, se sienten como un calamar en su tinta cuando se colocan, con
todas las de la ley, su gorrita a varios colores.
hgm
Y entonces resolví asistir al estadio. Como era un encuentro más sonado que
todos los anteriores, tuve que irme temprano. Confieso que nunca en mi vida he
llegado tan temprano a ninguna parte y que de ninguna tampoco he salido tan
agotado.
Es que con ese solo gesto, quedan automáticamente convertidos en otras
personas, como si la gorrita no fuera sino el uniforme de una nueva
personalidad. No sé si mi matrícula de hincha esté todavía demasiado fresca
para permitirme ciertas observaciones personales acerca del partido de ayer,
pero como ya hemos quedado de acuerdo en que una de las condiciones esenciales
del hinchaje es la pérdida absoluta y aceptada del sentido del ridículo, voy a
decir lo que vi –o lo que creí ver ayer tarde– para darme el lujo de empezar
bien temprano a meter esas patas deportivas que bien guardadas me tenía. En
primer término, me pareció que el Junior dominó a Millonarios desde el primer
momento. Si la línea blanca que divide la cancha en dos mitades significa algo,
mi afirmación anterior es cierta, puesto que muy pocas veces pudo estar la
bola, en el primer tiempo, dentro de la mitad correspondiente a la portería del
Junior. (¿Qué tal va mi debut como comentarista de fútbol?).
“No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago
–públicamente– a la santa hermandad de los hinchas.“
Por otra parte, si los jugadores del Junior no hubieran sido ciertamente jugadores
sino escritores, me parece que el maestro Heleno habría sido un extraordinario
autor de novelas policíacas. Su sentido del cálculo, sus reposados movimientos
de investigador y finalmente sus desenlaces rápidos y sorpresivos le otorgan
suficientes méritos para ser el creador de un nuevo detective para la
novelística de policía. Haroldo, por su parte, habría sido una especie de
Marcelino Menéndez y Pelayo, con esa facilidad que tiene el brasileño para
estar en todas partes a la vez y en todas ellas trabajando, atendiendo
simultáneamente a once señores, como si de lo que se tratara no fuera de
colocar un gol sino de escribir todos los mamotretos que don Marcelino
escribiera. Berascochea habría sido, ni más ni menos, un autor fecundo, pero
así hubiera escrito setecientos tomos, todos ellos habrían sido acerca de la
importancia de las cabezas de alfiler. Y qué gran crítico de artes habría sido
Dos Santos –que ayer se portó como cuatro– cortándole el paso a todos los
escribidorcillos que pretendieran llegar, así fuera con los mayores esfuerzos,
a la portería de la inmortalidad. De Latour habría escrito versos. Inspirados
poemas de largometraje, cosa que no podría decirse de Ary. Porque de Ary no
puede decirse nada, ya que sus compañeros del Junior no le dieron oportunidad
de demostrar al menos sus más modestas condiciones literarias.
Y esto por no entrar con los Millonarios, cuyo gran Di Stéfano, si de algo
sabe, es de retórica.
No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago –públicamente–
a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a
alguien. Y creo que va a ser a mi distinguido amigo, el doctor Adalberto Reyes,
a quien voy a convidar a las graderías del Municipal en el primer partido de la
segunda vuelta, con el propósito de que no siga siendo –desde el punto de vista
deportivo– la oveja descarriada."