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Recién termina el partido, una nube multicolor baja de las gradas y golpea el cuerpo de los niños triquis. Sus figuras por debajo del 1.50 metros se pierden entre las decenas de aficionados que buscan un autógrafo o fotografía de alguno de los Gigantes de la Montaña. Gritos en los que se llama a Bernabé, Abimael, Tobías, azotan los oídos de los menores que han cautivado con su historia.

Los niños voltean para diversos lados. Sus miradas se guían por el flash de la cámara en turno, su sonrisa queda retratada para la eternidad al igual que sus hazañas. Toman un plumón y no paran de rubricar balones, camisetas u hojas blancas. Varios ya tienen firma, otros como Bernabé Martínez prefieren escribir con letras GIGANTES su nombre.

Son arropados, reciben felicitaciones y ellos, con una voz que apenas se escucha entre el bullicio que ha generado su presencia, dan las gracias, no dicen que no a nada.

El gimnasio del deportivo Plan Sexenal lució lleno para ver a la selección de la Academia Indígena de Oaxaca.

Tanta atención los hace sentir como jugadores profesionales, afirma Bernabé quien a lo largo del día se mostró como el mejor jugador.

Pero la atención es con los 10 niños, ninguno pasa inadvertido. Todos son solicitados.

“Nos emociona mucho jugar cuando hay gente en las tribunas. Se siente bonito cuando el público te echa porras”, comentó Abimael Pérez.

Y es que el público no deja a los niños. 20 minutos y aún hay personas que quieren estar con ellos. Vecinos de la Miguel Hidalgo son mayoría, pero sobresalen los de la comunidad triqui que viven en esta delegación.

La nube de aficionados y medios sigue el paso de los niños triquis que luego de media hora son sacados por los vestidores. Necesitan desayunar, luego de los dos juegos disputados y la maratónica sesión de fotos y autógrafos que brindaron.