El Azteca queda en silencio no llega la reacción
LOGRO. El equipo León logra coronarse en el Coloso de Santa Úrsula gracias a la contundencia mostrada durante la fase final del Torneo Apertura 2013. (Foto: RAMÓN ROMERO EL UNIVERSAL )
hector.morales@eluniversal.com.mx
La batucada amarilla seguía su ritmo. Animosa, con un eco estruendoso, pero de a poco se fue quedando sola. Los fieles amarillos callaban, el “sí se puede” se diluyó conforme pasaron los minutos para confirmar que se trataba de la noche más triste del americanismo.
Rostros cabizbajos en la tribuna. A esos seguidores águilas que esperaban una remontada épica no les quedó de otra más que abandonar el Estadio Azteca con el sabor de la derrota. Adiós bicampeonato, adiós el ser el equipo más ganador en la era profesional del futbol mexicano en solitario. El silencio en el Nido era de dolor, pues los azulcremas quedaban destronados en casa. Amargura, lamentos y hasta llanto.
Fue la estampa que se gestó en el estadio León, que provocó que el América llegara a su casa con una losa de 2-0 que cargar. Mauro Boselli e Ignacio González, con sus goles, los autores del silencio crema. Como contraste, la felicidad esmeralda. Pocos, en comparación con la inmensa mayoría de los fanáticos emplumados. Pero al final se escucharon como si estuvieron impulsados por aquellos leoneses que se quedaron en Guanajuato, que se acercaron a su estadio para ver a su equipo lograrla coronarción.
Sólo el gol de Rubens Sambueza devolvió una esperanza que al final no alcanzó a los de Coapa para recuperarse de la derrota en la final del Apertura 2013. Sensación que se perdió con los tantos del León.
El optimismo vestía de amarillo desde muy temprano. Los camiones con ruta hacia Tlalpan estaban “tomados” por los americanistas. Igual el Tren Ligero, el Metro y hasta los automóviles que estaban pintados con los colores azulcrema. Cánticos por doquier con arengas hacia los Piojoboys que coincidían en un mismo anhelo: el bicampeonato.
Ese deseo águila tenía precio. Un vendedor ofertaba unos paliacataes que tenían la potencial estrella 12 en 20 pesos. Era lo mínimo que un aficionado podía pagar por esa conquista. Aquellos que quisieran presenciar el encuentro atrás de las bancas tenían que desembolsar en la reventa hasta 2 mil pesos por un pase en esa localidad. Uno que otro preguntaba, los más valientes pensaban si valía la pena adquirir esos boletos a semejante cantidad. Nadie se animaba a comprarlos.
La explanada del Coloso de Santa Úrsula se llenó tres horas antes del partido. Los seguidores emplumados la ocuparon con un espacio para desahogar sus deseos de ver a su equipo coronarse por segundo vez en el año. “El ‘Ame’ va a salir campeón, el ‘Ame’ va a salir campeón”, gritaban enjundiosos los seguidores.
Jesús Matínez Murguía, presidente de los Panzas Verdes, en un dejo de confianza, no sin peligro, arribó al recinto futbolero a pie. Su melena larga, su playera verde, guaruras y la mirada al frente simbolizó el paso firme guanajuatense en la Liguilla.
Adentro del Azteca, con el partido en marcha, el ímpetu fue azulcrema. Los locales apoyaron hasta que sus anhelos quedaron deshechos por el contundente marcador global. Los Panzas Verdes brincaban y bailban extasiados entre los efectos del título y la cerveza al saberse ganadores, al saberse campeones del futbol mexicano.
La luna llena en el cielo de la capital estaba en todo su espelnedor, para iluminar aún más la tristeza del americanismo. La estrella que brillaba era esmeralda, la sexta del León.