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Ante Brasil, un hábito de triunfo

Redacción| El Universal
12:15Viernes 01 de noviembre de 2013
El entrenador ya sabe lo que es ser campen del mundo

ORGULLO El entrenador ya sabe lo que es ser campeón del mundo. (Foto: ARCHIVO )

El cambio no inició en la cancha, inició en la mente, dice Jesús Ramírez, técnico campeón con el Tri Sub 17

Entre tantas victorias, lo que se genera, “es un hábito de triunfo. Ya no existe esa diferencia mental de antes en donde decíamos ‘chin... nos tocó este...’. Hoy existe equilibrio”, afirma Jesús Ramírez, técnico campeón del Mundo.

—¿Brasil nos teme?

—No lo sé. Pero no creo que estén tan cómodos como antes.

Historias de 2005

Y ¿qué pasó en ese 2005, donde la historia cambió?

“Fue un proceso en el que hay varios puntos importantes a destacar: La elección, el perfil de los chavos. Tomé en cuanto a lo deportivo, que jugaran bien, acorde a mi idea, pero también quería chavos con un perfil diferente, que tuvieran deseos de aprender y de provocar cambios, grandes cambios”, recuerda Chucho, aún emocionado por lo ocurrido hace ocho años.

Y qué mejor diferencia que ser campeones del mundo.

El cambio no inició en la cancha, inició en la mente. “El proceso más importante fue el mental, lo sostendré siempre. Se generó autoestima. Cuando me siento capaz, cuando me siento equilibrado me doy cuenta de que el italiano, el alemán y hasta el brasileño es igual que yo”.

—¿Se les perdió el miedo?

—Generamos autoestima.

Al final el objetivo estaba claro: “era ser campeones del mundo”.

Pocos creyeron en la palabra de Ramírez: “Muchos decían que era un sueño guajiro, una fantasía, eso fue para todos, menos para nosotros”.

Tan fue así, que ese equipo decidió que sería campeón y hasta con quién querían jugar la final: Brasil.

Brasil, al que no se le puede ganar. “¿Que no? Cuando nos enteramos de que el rival era Brasil, nos empezamos a festejar. Los empleados del hotel nos miraban y decían ‘están locos, van contra Brasil’. Ellos no sabían, era la final soñada”.

Llegó el día, el momento, el 2 de octubre de 2005. “En el vestidor —recuerda Chucho— se vivía como si hubieran ganado el partido, y aún no habíamos salido al campo”.

El cuarto árbitro tocó la puerta: “México, a la cancha”, gritó y los chavos y Chucho salieron al campo. Lo que siguió es otra historia.



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