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El más grande ídolo del boxeo mexicano ha muerto. Raúl Macías Guevara, el popular Ratón de Tepito, perdió ayer la batalla que desde hace casi un mes libraba con la muerte.

El hombre que después de cada combate se iba caminando desde la Glorieta de Peralvillo hasta la Basílica de Guadalupe para dar gracias por sus triunfos.

Guadalupano por convicción y pelador por necesidad; Macías falleció a la edad de 74 años, debido a una infección intestinal, al margen del cáncer que padecía desde hace algunos años.

“Todo se lo debo a mi mánager y a la Virgencita de Guadalupe” era su frase, pero luego la cambió por otra “todo se lo debo a la Virgencita, porque mi mánager siempre me cobró religiosamente su porcentaje”.

Don Raúl fue operado el 26 de febrero pasado del intestino grueso y su cuerpo ya no respondió.

Se le cortó parte del intestino. El ex boxeador no fue dado de alta. Siguió internado y el jueves 12 de marzo pasado fue ingresado al quirófano por complicaciones que le estaban afectando la capacidad respiratoria.

Siguió internado, aunque tuvo una ligera mejoría, no fue dado de alta y permaneció hospitalizado hasta el desenlace fatal.

Al ex campeón del mundo le sobreviven su esposa, Yolanda Calderón Navarro, sus hijos Arturo y Guadalupe Yolanda. Luis Raúl y Jorge, sus otros hijos se le habían adelantado en el camino.

Desde ayer por la noche, El Ratón fue trasladado a la funerario Uribe Vargas, donde fueron velados sus restos mortales.

Contrario a los que piensan que era del Distrito Federal, Raúl Macías nació en León, Guanajuato, el 28 de julio de 1934.

Aunque desde niño se vino con sus padres a esta capital y por muchos años habitó la casa marcada con el número 139, interior 19, de la calle Granaditas.

Zapatero, como su padre, Raúl se decidió por el boxeo y el frontón; así que se metió al gimnasio Gloria, que todavía se ubica en el Eje 1, norte.

El 15 de octubre de 1955 en Los Ángeles, Billy Peacock le fracturó la mandíbula “es que a las jefas se les olvidó encender las veladoras”, dijo a su regreso, pues las mujeres rezaban siempre por él antes de sus combates.

Y cómo olvidar el brutal lleno que provocó en la Plaza de Toros México el 26 de septiembre de 1954, cuando venció al moreno Nate Brooks y de esta manera retuvo el título gallo de Norteamérica.

Anoche inició la leyenda de uno de los más grandes peleadores de todos los tiempos.

Hoy al medio día se oficiará una misa de cuerpo presente en la Basílica de Guadalupe.