Mi trabajo es el único modo de asegurar una semana más de vida
PERSONAJE. El libro aborda la vida de un hombre marcado por sus circunstancias, cuyo amor por su hijo es su gran motor. (Foto: CORTESÍA: PERLA MIRANDA )
Eusebio Ruvalcaba descansa su copa sobre el irremplazable mantel rojo. Gira el cuerpo sobre la silla de plástico blanco y mira la pintura central del lugar: un joven que vence la cerca con un capote rojo en la mano derecha, parece que va a aproximarse al toro que pasta del otro lado. Aquel cuadro es testigo de nuestra conversación y el motivo de novela. Nos encontramos en la portada de su más reciente libro: Todos tenemos pensamientos asesinos (Plaza & Janes), en la cantina La Faena.
El autor de Un hilito de sangre recuerda que era un joven cuando se adentró por vez primera allí, en el número 49-B de la calle Venustiano Carranza en el Centro Histórico. De inmediato se sumergió en su decoración barroca, en los dioramas de los toreros y en las vitrinas de cristal que resguardan los atuendos de la fiesta brava.
Desde entonces, el narrador de 61 años caminó incontables veces por el pasillo oscuro decorado con cuadros taurinos de grandes proporciones hasta llegar a la mesa frente a aquella pintura, cuadro del que siempre tuvo la seguridad de que había una historia detrás.
“Aquí, precisamente en esta cantina. Tenía la impresión, la imagen, la experiencia de que a partir de estar en esta cantina podría gestarse una novela, de esa idea vino y de ahí empecé escribir, de ahí nació”, relata Ruvalcaba, mientras la rocola reproduce canciones de Marco Antonio Solís.
Todos tenemos pensamientos asesinos, una historia con gran destreza narrativa en la que el autor suministra dosis de mucha tensión en pocas páginas, llevando al límite a su protagonista, abriendo y cerrando puertas para presentar una trama cruda que se permea por el infinito amor de un padre; transportando, así, al lector a un sube y baja de emociones para revelarle que todos tenemos pensamientos asesinos.
“No habría otro modo, desde el punto de vista humano, más que poner a los personajes contra la pared. Los hombres actuamos en función de nuestras coordenadas, si tenemos que dar la vida por un hijo la damos sin chistar, pero aquí lo que importa es el modo en el que el padre puede rescatar al hijo del dolor y de la ignominia, eso es para mí la única esencia de la novela”.
Personajes entrañables
Salvador entra al bar La Faena después de su trabajo en la panadería La Ideal. Se embelesa con el cuadro del joven novillo que parece retar al toro; e imagina historias. Así es el personaje principal de la novela de Ruvalcaba, un hombre marcado por sus circunstancias, en la que el amor a su hijo Juan Carlos, un joven con retraso mental, se vuelve su única motivación. La Faena, como varios sitios de la ciudad de México, le sirven como escenario para contar la historia de la figura recurrente en la literatura del autor originario de Guadalajara: la paterna.
“Siempre me ha obsesionado porque tengo la idea de que el padre es un hombre vilipendiado, a quien la vida lo lleva a vivir circunstancias atroces. A lo largo de la historia, la mujer siempre está segura de que es la madre, pero el padre nunca está seguro, por eso, cada vez que un padre carga a su hijo y lo proyecta al mundo es un momento que para él significa ‘confío en la vida’ y que él no puede cambiar nada. Por eso cuando un padre es amoroso me merece todo el amor, reconocimiento, porque va en contra de su naturaleza”.
A través de una figura perseverante, Ruvalcaba configura personajes entrañables por la naturaleza y delicadeza con que los crea. Reconoce que el nombre del protagonista no es casual, y de la misma forma no sabe cómo creó al personaje de Juan Carlos: “es lo que yo le llamo el instinto, es el que te obliga a crear tensión dramática, el instinto se basa en la experiencia humana”.
Un retrato de la crudeza
El también poeta y ensayista bebe su vodka con tragos cortos. Se lleva la mano a la nariz para deslizarla a su boca y barbilla en un movimiento frecuente, rutinario. Y detiene la mirada en El Chupes, el violento recluso de su novela. Y recuerda sus talleres en el Reclusorio Oriente.
La Universidad de la Ciudad de México creó licenciaturas en todos los reclusorios de la ciudad; donde Ruvalcaba es profesor de la licenciatura de Creación Literaria en el Oriente, cuenta. Ahí se ubica otro de los orígenes de Todos tenemos pensamientos asesinos.
“Si no hubiera tenido esa experiencia, no hubiese escrito la novela”, afirma, aunque asegura que ese personaje no se basa en ninguno de sus talleristas, pero todo lo que se vive en un sitio así le ayudó para describir los acontecimientos, personajes y vivencias que se desarrollan en la prisión descrita en su novela. Ir a dar clases en la cárcel le dio la idea narrativa.
Pero también admite que escribirla fue muy doloroso e intenso. “Yo tengo un principio, donde nunca he podido desprenderme del corazón, cuando escribo me vuelco por completo. Soy hombre y soy padre, esta novela significó para mí una sacudida brutal, no podía, yo no podía avanzar porque me dolía mucho, tenía en la cabeza la idea que continuaba y no la podía escribir, era demasiado para mí, y me ponía a beber, me salía a la calle a caminar, a jugar con el perro, y sin embargo, proseguí hasta terminar, pero me costó mucho trabajo”, narra mientras bebe un trago largo a su vodka y posa la mirada en los pocos bebedores que nos rodean.
Cinco años tardó en escribir Todos tenemos pensamientos asesinos, porque la particularidad de cada uno de los capítulos le tomó diferentes tiempos; por eso, el título lo tuvo hasta el último capítulo de la novela. “No se me ocurrió con anticipación, fue producto de la experiencia de la narración; me fui para atrás cuando lo pensé”.
Íntimamente unido al libro
Aunque Ruvalcaba tiene su blog en la red, espacio en el que publica el distinto material que produce desde poesía, narrativa, aforismos y ensayos, porque disfruta de experimentar con todo, en todas las formas y géneros, reconoce que su apuesta creativa está con el libro. “Ahora más que nunca me siento íntimamente unido al libro, sobre todo porque éste tiene tantos enemigos (como las tablet), entonces ahora es cuando para sacar libros”.
“Los editores tienen un gran corazón, creo que me editan, porque han de decir: si no le editamos a ese señor se va suicidar. Para mí es un modo de cristalizar mi trabajo, pero yo no estoy apegado a las editoriales de éxito, sino a quien me abre las puertas. Soy un hombre privilegiado y me invitan constantemente las editoriales a publicar mis cosas de poesía, narrativa, de ensayo, y yo siempre estoy trabajando y constantemente tengo materia prima”, dice Eusebio Ruvalcaba y deja vacía su copa de vodka sobre aquel mantel rojo: “No es arrogancia, pero en mi mesa de trabajo inequívocamente tengo varios proyectos, es el único modo de asegurarme una semana más de vida”.