Un debut brillante en Nueva York
Abdiel Vázquez tuvo una infancia feliz, o más bien, casi ordinaria. Juegos, amigos, escuela, familia. Sólo algo salía de lo común, sus padres gustaban de la música de concierto y compositores como Mozart y Beethoven se escuchaban en casa, por eso cuando cumplió seis años de edad lo llevaron a tomar clases de piano.
Si bien tenía talento, no era un niño genio de esos que, aunque pocos, se les ha visto tocar con orquestas profesionales. De hecho, dice, los primeros pianistas de los que tuvo como referencia eran el francés Richard Clayderman y el griego Yanni. “¿Te imaginas?”, dice desde vía Skype desde Nueva York, con voz ruborizada.
Así transcurrió su infancia, sin grandes aspiraciones musicales, es más, tomar clases a veces se hacía pesado, habiendo un mundo infantil por explorar. Ya en la adolescencia, a los 15 años de edad, empezó a sentir que la música iba encarnándose en su vida de una forma real y apasionada. Entonces entró a la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey. Aun así, seguía creyendo que su destino estaba en la ingeniería, como su padre.
Se resistió durante un tiempo, dudó. Llegó a estudiar la mitad de la carrera de ingeniería, pero sus maestros de música seguían diciéndole que tenía talento para ser un pianista profesional. Preguntó a muchos, ¿se puede vivir de la música?, ¿de verdad tenía talento?, ¿cuánto tiene que invertir?, ¿se debe ir de México?, ¿cuál es su nivel respecto a otros? El instrumento le dio todas las respuestas. No se trataba de cumplir un sueño, como se cumplen sueños en la televisión, no, se trataba de vivir la vida a plenitud. Dejó la ingeniería y dio el salto hacia la música, sólo había dos consecuencias: estrellarse o alzar el vuelo. Y voló.
El pasado lunes 25 de febrero, con una carrera profesional consolidada, radicado en Nueva York, a donde se fue a estudiar en la Manhattan Music School, debutó en el Carnegie Hall, uno de los teatros a los que aspira llegar cualquier músico en busca del éxito. En el debut, además, se dio el lujo de estrenar en esa ciudad una obra de temprana de Manuel M. Ponce, el “Concierto romántico para piano y orquesta”.
Hubo vítores y aplausos para su ejecución. La crítica fue positiva. Los músicos celebraron la obra de Ponce y le solicitaron las partituras para estudiarlas. El éxito fue redondo, pero Abdiel, de 29 años de edad nacido en Monterrey en 1984, dice que fue una “buena noche” y si tiene que medirlo en porcentaje, alcanzó un 90%. La “perfección”, dice, nunca se alcanza.
“Si crees que por fin llegaste a la perfección, entonces no hay más que ir hacia atrás, en la música es así, yo soy así. No puedo darme el lujo de pensar que logré algo imposible, pero sí puedo sentirme satisfecho con lo que hice ese día. Ahora veo mis videos de conciertos pasados y a veces me preguntó cómo pude tocar así, cuando yo había pensado que me había ido bien”, cuenta.
Abdiel Vázquez, ganador del V Concurso Nacional de Piano Angélica Morales-Yamaha(2006) y el II Concurso Nacional de Piano José Jacinto Cuevas (2010), es uno de los músicos más sobresalientes de su generación y uno de los pianistas con mayor proyección internacional.
“Aunque queramos seguir pensando que cada vez hay más músicos mexicanos internacionales, la realidad es que hay muy pocos, el mundo de la música es muy duro. Yo he sido afortunado, no sé si toqué las puertas adecuadas y vengo de un país en donde sí hay apoyo institucional y privado, pero cuando estás afuera te das cuenta que la competencia es férrea y que la demanda ha bajado, en 2008 hubo una crisis, casas de ópera cerraron en Estados Unidos, algunas orquestas también tuvieron que cerrar. No es fácil”, dice.
En busca de otros caminos
En 2003 concursó en el Angélica Morales, aún estaba estudiando ingeniería y obtuvo el quinto lugar. Aquella experiencia fue un golpe de realidad, estaba consciente de que su nivel en el piano no era el óptimo puesto que no le dedicaba el 100% de su tiempo, pero fue considerado entre los cinco primeros. Pensó entonces que en México sí podía competir, pero no sería suficiente, no había más que irse del país si quería llegar a un nivel superior. “Yo no sabía qué se necesitaba manager, cómo salir del país, cómo competir en otros espacios. Todo lo tuve que ir aprendiendo sobre la marcha”, cuenta.
En 2006 uno de los propósitos era convertirse en un concertista que trabajara en México, hasta ahora ha tratado de cumplirlo aún con los compromisos que tiene fuera del país. Por ahora, asegura, después del éxito en el Carnegie Hall sólo puede seguir preparándose como músico e instrumentista, porque en la medida de su progreso se irán dando las oportunidades profesionales.
Vázquez fue acreedor al Premio Nacional de la Juventud en 2006 y ese mismo año también obtuvo la Beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha debutado con la Youth Orchestra of San Antonio, en Sudamérica con la Sinfónica Nacional de Perú y en Europa con la Orquesta ‘Mihail Jorá’ de Bacau (Rumania), además de presentarse en el Teatro Municipal de Viña del Mar en Chile, el Auditorio Nacional Juan Victoria en Argentina y el Conservatorio de Puerto Rico.
Ahora tiene otro objetivo, convertirse en director de orquesta con especialidad en ópera, un género que conoce bien pues ha trabajado como couch y acompañante de muchos cantantes de proyección internacional Michelle DeYoung y los mexicanos Javier Camarena, David Lomelí y Eugenia Garza.
Además, asegura, se trata de una profesión que considera debefortalcerse en México pues hay muy pocos.
“Algunos de los grandes directores de orquesta que admiro mucho como Karajan fueron pianistas. Ahora creo que para mí es un proceso natural. Ya he dirigido antes, por ejemplo, cuando hice la orquesta en Monterrey, además también he dirigido desde el piano. Seguiré preparándome en ambas cosas y espero que pueda dirigir ópera en México, aportar algo bueno porque en nuestro país hay muy pocos directores dedicados a la ópera”, dice.
Vázquez es un neolonense orgulloso, consciente de las muchas oportunidades que hay en el país, pero también de sus muchas limitaciones. Aquí, dice, impera el fenómeno del cangrejo. “Es como si fuera parte de nuestra idiosincrasia”. Sin embargo, la apuesta seguirá siendo México.