Libro reúne grabados de Manuel Manilla y José Guadalupe Posada

ILUSTRACIONES. Arriba, Blanca Nieves y los siete enanos, de José Guadalupe Posada; abajo, obra de Manuel Manilla. (Foto: TOMADAS DEL LIBRO POSADA Y MANILLA. ARTISTAS DEL CUENTO MEXICANO )
En Posada y Manilla. Artistas del cuento mexicano, el investigador de la caricatura Mercurio López Casillas reúne y analiza los trabajos que estos dos artistas hicieron en cuadernillos dirigidos a los niños y publicados por el editor Antonio Vanegas Arroyo a finales del siglo XIX.
Contiene más de 100 ilustraciones que hicieron para cerca de 70 de estos cuadernos de cuentos, así como parte de los dibujos creados por Posada para la Biblioteca del Niño Mexicano .
El nuevo libro es una publicación de RM dentro de su colección Biblioteca de Ilustradores Mexicanos, la cual, con este título, llega al número 15. Está dirigido a todos los públicos. Aquí el autor profundiza en la investigación acerca de los dos caricaturistas, un estudio que ya había adelantado en obras como José Guadalupe Posada, ilustrador de cuadernos populares y Manuel Manilla, grabador mexicano, ambos publicados por RM. López pretende más adelante ahondar en temas como las influencias en los dibujos de cada uno de ellos.
Hay en el libro Posada y Manilla algunas reproducciones inéditas, dibujos creados para cuentos muy conocidos como “La Cenicienta”, “Blanca Nieves y los siete enanitos”, relatos de Las mil y una noches, o escritos menos conocidos como los del oaxaqueño Constancio S. Suárez.
El libro de López, que ya se encuentra en las librerías y tiene un costo de $295, está escrito en español e inglés, contiene un facsímil de El rey y sus tres hijos así como una camisa que se despliega formando un pequeño cartel. Su diseño retoma en las más de 100 páginas el de las publicaciones de época.
Genios del arte popular
Posada y Manilla fueron dos de las grandes figuras del arte popular mexicano del siglo XIX, pero no se puede asegurar que trabajaron juntos; lo que sí es cierto es que trabajaron para Vanegas Arroyo.
Entre otros materiales, ilustraron estos cuadernillos dirigidos a los niños, pero también cancioneros, recetas de cocina, manuales para el veterinario... Esos cuadernos eran pensados, cuenta López, para un público de escasos recursos: costaban tres centavos, mientras un libro iba de cinco a 10 pesos.
Manilla, nacido en el DF (1839-1895), ya tenía años diseñando libros para Vanegas Arroyo cuando llegó a la ciudad, desde León, el litógrafo e ilustrador José Guadalupe Posada (Aguascalientes 1852, ciudad de México 1913).
“Manilla no tenía una formación académica, era más lírico, colonial; Posada, aunque no había estudiado, tenía ideas más modernas, era más dinámico. El editor le encargó a Posada nuevas versiones de los libros de cuentos, por eso a veces en portada está Manilla y en el interior aparece Posada, o viceversa”, dice López quien, además de ser investigador, es librero anticuario, como lo fue su padre.
Mercurio López explica que hay investigadores como Helia Emma Bonilla que plantean que Posada y Manilla sí trabajaron juntos, sin embargo él considera que más bien se dio una competencia entre ellos: “Manilla tenía 58 años, no podía competir con el talento de Posada. En 1892 se retiró y Posada quedó como el ilustrador principal”.
A los dos autores a menudo se les confunde; en esto tiene que ver que a veces no firmaban, y también que muchas colecciones no están organizadas. Pero más allá de eso, describe el investigador, la obra de Posada no se puede entender sin la de Manuel Manilla.
“En el libro pongo ejemplos que comparan, donde se ven que tienen estilos muy distintos. Había cosas que hacía Manilla que Posada no conocía; cuando llegó entendió que podía trabajar no sólo en la litografía, era un muy buen dibujante y excelente retratista, había aprendido en la práctica. Se dio cuenta que podía hacer cosas para ganar más en la expresión. Aquel fue el mejor momento para él como grabador, hizo todo en función de la expresión, en ese sentido Posada fue un adelantado: no respetó las reglas de lo académico en función de dar un mejor mensaje. La imagen era lo más importante, muchos no leían y era la imagen la que narraba, eso lo hizo mejor que Manilla”.
Para López es claro que en el centenario de la muerte de Posada, las instituciones de cultura quedan debiendo la gran exposición en homenaje al caricaturista. “Homenaje nacional fue el que se hizo en el centenario de su nacimiento con una exposición en Bellas Artes. Ahora, el resultado va a dejar que desear”.





