Arte público, territorio de nadie
. (Foto: EL UNIVERSAL )
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De existir todavía la Comisión de Arte en Espacios Públicos de la Ciudad de México, una historia muy diferente habría habido con la estatua de Heydar Aliyev en el Parque de la Amistad México-Azerbaiyán, coinciden en entrevista el arquitecto Fernando González Gortázar y el historiador y cronista de la ciudad Alberto Barranco. El desenlace de esa historia fue justamente por la vía de una comisión que hizo recomendaciones puntuales para evitar un conflicto de mayor nivel.
A diferencia de grandes ciudades del mundo, México carece de una instancia independiente, de especialistas en historia, arte, arquitectura y urbanismo, que tengan incidencia en las decisiones de arte e imagen pública. No siempre fue así: en 1998 se creó una comisión con tal fin, incluso se intentó hacer décadas atrás, y en el siglo XIX existieron instancias con fines similares, recuerda Alberto Barranco, colaborador de EL UNIVERSAL.
Las serpientes que aparecen en el cruce de la Avenida Revolución y Mixcoac o las piezas del así llamado Parque Escultórico Polanco no sólo tienen en común una dudosa factura, sino que ambos casos fueron cuestionados abiertamente a finales de los 90 por los siete miembros de la Comisión de Arte en Espacios Públicos creada en el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas.
Esos dos ejemplos, así como el busto de Luis Donaldo Colosio en Polanco, o la cruz en la Calzada de los Misterios a propósito de una de las visitas de Juan Pablo II a México -todos los cuales, dicho sea de paso, siguen en pie-, se discutieron en las sesiones que durante cerca de dos años llevó a cabo la Comisión.
Una vez al mes, en la casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles de Coyoacán, sesionaban los integrantes de ésta, arquitectos, restauradores, investigadores en arte, historia del arte y en la ciudad de México. No cobraron por su labor; el GDF pagaba los honorarios de un secretario que tomaba nota de los acuerdos a que llegaba el grupo; las opiniones no eran de obligatorio cumplimiento para los delegados.
Según el decreto de su creación, del 29 de junio de 1998, era tarea de dicha comisión emitir los dictámenes sobre la instalación, reubicación o remoción de las obras artísticas en bienes de dominio público del DF, y emitir recomendaciones públicas, no vinculatorias, a particulares sobre la conveniencia de hacer ajustes en bienes privados que incidieran en el paisaje urbano.
Junto con Barranco y González Gortázar, la integraban Renato González Mello, Rita Eder, Carlos Flores Marini, Teodoro González de León y Kiyoto Ota.
El decreto establecía que en un periodo de tres años se renovaría a los miembros, sin embargo la comisión no llegó a esa edad. Pasado el gobierno de Cárdenas, la iniciativa no se retomó.
Imagen urbana
La Comisión tuvo entre sus logros acordar que las esculturas monumentales de la Ruta de la Amistad, se consideraran como un corredor a preservar; apoyó el trabajo en esa Ruta realizado por Luis Javier de la Torre. También consiguió que algunas de las estatuas puestas ante un sanatorio en la calle Álvaro Obregón fueran retiradas, aunque ciertamente allí quedó una escultura gigantesca de Cantinflas.
González Gortázar recuerda que desde el primer momento hubo dos visiones por parte de los delegados que entonces, todavía eran designados por el jefe de gobierno: “unos le dieron la bienvenida a la comisión y otros, entre ellos algunos viejos militantes de izquierda, desde el primer momento se nos tiraron a la yugular. Los delegados tenían la obligación teórica, de consultarnos cualquier acción que involucrara arte y espacio público, pero no estaban obligados a hacer caso a nuestras recomendaciones”. El resultado, recuerda, es que cada quien hizo lo que se le antojaba.
“Las solicitudes se valoraban, se analizaban, se discutían y posteriormente se daba un dictamen aprobatorio o reprobatorio”, comenta Barranco y cuenta un caso:
“La comisión no estuvo de acuerdo en que se colocara esa fuente horrible que está en el cruce de lo que es la Avenida Revolución y Mixcoac, que es conocida como la fuente de las serpientes o la fuente de las lombrices; también se había emitido un dictamen para que se retiraran unas esculturas puestas en Polanco, simplemente por donación de particulares, que no tenían valor estético para estar ahí. Se pidió su remoción y no se hizo. Se llegó a la conclusión de que la comisión no tenía suficientes dientes para poder, en su momento, actuar con mayor fuerza ante los delegados, ante el propio gobierno central”.
Fuimos, la comisión entera, a pedirle a Rosario Robles que retirara la fuente de Mixcoac y Rosario nos respondió con toda lógica política pero no cultural: “¿Cómo puedo quitarla si la inauguré ayer?”, relata el arquitecto y agrega: “Al día siguiente yo le entregué a ella mi carta de renuncia”.
A 15 años, González Gortázar considera que aunque la ciudad de México sí tiene cambios positivos, las cosas no se han modificado para el arte público: “Cuando una autoridad planta en la calle un adefecio que le está proponiendo a la ciudadanía verlo como obra de arte, está haciendo una labor profundamente deseducadora”.
Si bien los dos encuentran que la Comisión no tuvo muchas salidas, coinciden en que hoy se requiere retomar una iniciativa así para que la imagen pública y el arte urbano sean decididos con un criterio más amplio y menos apegado a caprichos o donaciones.
Una comisión deberá comprender aspectos más allá del arte, como la publicidad, el arbolado, la forestación, el diseño de las banquetas. “Temas que han sido eternamente descuidados y que tienen un efecto clave en la calidad de la casa, del hogar común colectivo que es la ciudad, y que tiene influencia en la calidad de vida de millones de personas”, dice González Gortázar.
“Dada la autonomía que, en gran medida tiene cada delegación, quizás lo único que podría funcionar es una comisión en cada delegación”, propone el arquitecto.
“Evidentemente cada delegado quiere hacer lo suyo -comenta Barranco-. Cada funcionario tiene sus propios intereses. Pero una comisión como ésta, lejos de ser una rémora ayuda al gobierno, da certeza a la sociedad de que se valora de manera justa lo que está ocurriendo. Este tipo de comisiones están en grandes ciudades del mundo, son indispensables para que se mantenga la armonía de la ciudad en cuanto a estética, pero también en cuanto a la valoración de a quién se vale o no hacerle un homenaje, si el lugar es el correcto... Creo que hoy muchas de las personas que estaban en la Comisión, estarían en la posibilidad de retomarla, siempre que se garantizara que sus recomendaciones van a ser acatadas”.