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El haber obtenido en comodato la antigua Iglesia de San Lorenzo de Venecia, para que por primera vez nuestro país no solamente tenga un pabellón propio, sino sobre todo permanente en la ciudad italiana, es casi como “haberse ganado la lotería”.

De visita en México, Gastón Ramírez Feltrín, comisionado del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para el Pabellón de México, que este año participará con una exposición que incluirá 13 proyectos de la arquitectura mexicana reciente, que se llevará a cabo del 29 de agosto al 25 de noviembre, dijo que el espacio fungirá como la sede mexicana en Italia y en el resto de la Unión Europea.

“Nuestro país es la primera nación que propone al Ayuntamiento de Venecia recuperar un espacio que estaba abandonado, para desarrollar un proyecto cultural que va más allá de las participaciones en las Bienales”.

Y agrega: “La negociación que hicimos no tiene precedente en México e Italia. Tuvimos que crear los procesos burocráticos y los mecanismos para que pudiera salir adelante. Así que las condiciones están dadas para llevar a cabo innumerables proyectos culturales, lo único que podría limitarnos es la falta de imaginación”.

La iglesia, recinto que se remonta al siglo VI, será ocupada por México en los siguientes 11 años, los dos primeros servirán para hacerla funcional, y el resto para llevar a cabo los proyectos y para participar en las Bienales.

Un edificio con suerte

En entrevista con EL UNIVERSAL, Ramírez explicó que el inmueble, que implicará una inversión a lo largo de los nueve años, de un millón y medio de euros, posee una gran historia.

“Muchas leyendas se han gestado alrededor de la Iglesia, se dice, por ejemplo, que Marco Polo está ahí enterrado, pero lo importante es que se trata de un espacio emblemático porque es uno de los primeros asentamientos en esas áreas de Venecia, que data del siglo VI”.

A lo largo de la historia, el edificio ha sufrido diversas transformaciones porque se quemó dos veces, pero su estructura es la misma desde el año 1200.

“Los detalles como el altar son de remodelaciones recientes, pero todo fue concluido alrededor de 1610. Está dividido en dos naves muy grandes, que dan mil 100 metros cuadrados, con una altura de 18 metros hasta las bóvedas y 26 metros hasta las trabes del techo. Ha corrido con muy buena suerte porque en el siglo XX lo quisieron demoler al menos en tres ocasiones pero se salvó gracias a los habitantes de la zona”, comenta Gastón Ramírez Feltrín.