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Barbimanía

Rocío Barrionuevo| El Universal
Domingo 24 de junio de 2012
Barbimana

FANTASÍA. Imagen de una exposición de muñecas Barbie antiguas, en el Museo del Juguete de la Ciudad de México. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Con Juegos de Alcoba. Usos y costumbres eróticos la escritora retorna al ensayo sobre erotismo. Ofrecemos un adelanto del libro que Ediciones B lanza esta semana

Para Ana Clavel

En las páginas de un semanario de espectáculos publicado en Van Nuys, pequeño suburbio de Los Ángeles, se incluyó una nota curiosa que se refería al caso del matrimonio Robinson. La señora Robinson, después de un día de trabajo, llegó al hogar poco antes de lo acostumbrado. Había comprado una botella de buen vino francés y un sushi de cangrejo, anguila y salmón ahumado con la intención de pasar una velada agradable al lado de su esposo. Después de guardar los víveres en el refrigerador, la mujer se dirigió confiada hacia el dormitorio conyugal. La señora Robinson observó extrañada que su habitación estaba cerrada con llave. En vez de tocar, prefirió escuchar. Lo que oyó la dejó sorprendida: suspiros entrecortados, murmullos y jadeos se oían claramente del otro lado de la puerta.

La señora Robinson, sospechando lo peor, corrió iracunda al comedor para buscar el duplicado de la llave que se encontraba escondida bajo un centro de mesa adornado con violetas africanas. Cuando regresó a su habitación, dispuesta a cazar a su marido in fraganti, los susurros se habían convertido en los gemidos roncos con los que su esposo terminaba las sesiones de amor. Abrió la puerta y lo que vio la dejó petrificada: con la mano izquierda, Mr. Robinson acariciaba tiernamente los senos de la Barbie de su hija menor, mientras sostenía su pene lánguido entre los dedos de la mano derecha.

Por supuesto que la mujer le armó un escándalo mayúsculo al pérfido infiel. Días después lo abandonó y le solicitó el divorcio, alegando ante el juez que se marchó del domicilio conyugal no sólo porque su marido era "un degenerado", sino porque cada vez que veía a las Barbies de sus nenas se daba cuenta de que "jamás podría competir con la muñeca y recuperar el amor de mi esposo". Espigadas y atléticas, con pantorrillas esculpidas, senos firmes y cinturitas milimétricas, de miradas azules, narices respingonas y boquitas de mamadoras expertas, las Barbies son símbolos sexuales para algunos hombres que buscan en 15 centímetros de vinil lo que no pueden conseguir con sus amantes, novias o esposas.

Según el semanario de Van Nuys, la barbimanía se ha extendido a otros lugares del globo terráqueo. Se habla de clubes secretos que intercambian catálogos y fotografías soft porno de los más recientes modelos Barbie; se dice que un millonario japonés tiene una colección de 692 muñequitas que utiliza para satisfacer todos sus placeres y de un australiano que eyacula cuando juega con la Barbie y su novio Ken.Pero eso no es todo, también han surgido los fetichistas que se dedican a atesorar los vestidos de la rubia y, sobre todo, las prendas íntimas con las que cubre su pubis lampiño la adorable muñeca.

Habría que recordar un dato histórico, proporcionado por Eve Ensler en Soy una criatura emocional ( 2010): Barbie se basó en una muñeca alemana llamada Lilli que se vendía como novedad erótica para hombres. Tal vez pensando en este grupo inesperado de compradores masculinos, los fabricantes de la Barbie lanzaron al mercado una muñeca de mayor tamaño vestida de novia —un metro de plástico esculturalmente moldeado—, sin embargo, ésta no tuvo el éxito de su diminuta antecesora. Sea como fuere, al conocer el contenido de la nota publicada en Van Nuys, muchas madres de familia del Valle de San Femando se indignaron y se organizaron para protestar contra el periodista que "se atrevió a manchar la imagen de un juguete diseñado para los niños". Al redactor de la nota se le acusó de "pervertido y mentiroso", pero yo tengo mis dudas acerca de la deshonestidad del periodista cuando veo a un padre contemplando amorosamente a su hija mientras ésta desnuda a su Barbie para cambiarle el vestido.



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