Jóvenes restauradores

PERPETUA RESTAURACIÓN. Taller integrado por Norma García, Debora Rodrigues, Benjamín Romero y Montserrat Vázquez. (Foto: ROBERTO ARMOCIDA Y RAÚL ESTRELLA EL UNIVERSAL )
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A poco más de medio siglo de su profesionalización en México, la práctica de la conservación y restauración de bienes culturales y artísticos goza de solidez y prestigio. Pese a ello, son pocas las manos y corto el presupuesto destinado a la preservación de la vasta riqueza cultural con la que el país cuenta.
Poco a poco, el oficio dedicado a salvaguardar el patrimonio cultural, ha ido adquiriendo importancia con la creación de escuelas dedicadas a la preparación de jóvenes competentes, que en un futuro serán los encargados del cuidado del patrimonio. A la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete (ENCRyM), en la ciudad de México - pionera en la formación de restauradores-, se le han sumado otras como la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), en Guadalajara, Jalisco, así como la Universidad Autónoma de San Luis Potosí que ya ofrece una licenciatura en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, así como otras universidades públicas y privadas que brindan cursos o diplomados en la conservación de bienes culturales.
Ante este panorama, ocho restauradores, de entre 20 y 40 años, convocados por EL UNIVERSAL hablan sobre esta profesión, que conjuga el arte, la historia y la ciencia. Egresados de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete (ENCRyM), con formación en escuelas del extranjero, de diplomados o cursos en escuelas privadas, o autodidactas, todos comparten el amor por el arte y la pasión por preservar la historia.
“La conservación es mi vida. No me imagino haciendo otra cosa que no sea ésta. Es un trabajo de tiempo completo, te obliga a sacrificar cosas, pero he obtenido muchas más satisfacciones, como la experiencia y el privilegio de tener en tus manos piezas históricas. Por ejemplo, el “Retablo de los Reyes”, en la Catedral Metropolitana, ha tenido sólo dos intervenciones y yo participé en una de ellas; que a mí me haya tocado formar parte de eso es muy significativo, porque es como formar parte de la historia”, comenta Adriana Moguel Cruz, de 34 años, quien ha dedicado la mitad de su vida a este oficio, y que junto con Hans García y Janet Nahum Lajud integran el taller Casa San Ángel.
Para Janet (1968), que terminó una maestría en conservación en Madrid, España, dedicarse a la salvaguarda de bienes culturales es todo un privilegio: “Ver de cerca una obra del siglo XVI, XVII o XVIII, para mí es un privilegio. Esto es mi vida, es apasionante y me pagan por hacerlo”, dice.
Egresada de la Accademia Italiana Di Restauro, en Milán, Montserrat Vázquez Salcedo (1977) comenta que para dedicarse a este oficio además de pasión, se necesita de preparación. “Tengo casi 10 años en esto y es algo que realmente me apasiona, sobre todo el hecho de preservar el arte para futuras generaciones. Mucha gente dice que es como si fueras un artista, que retocas y ya, pero detrás de cada pieza hay un fondo. La restauración no es de recetas, para ejecutar un trabajo es necesario –antes de siquiera tocar la obra— realizar investigaciones exhaustivas, sobre el artista, los materiales constitutivos, el contexto en que fue producida la obra... y un sin número de elementos más que nos permiten plantear los procedimientos y materiales más adecuados para la restauración de cada una de las obras”.
Compromiso con la historia
Para dedicarse a este oficio, comenta Daniela Acevedo (1983), que actualmente trabaja en el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), del INBA, también se necesita estar comprometido con la historia del país. “Es algo significativo que se hace para conservar la memoria de la Nación, a partir de sus objetos artísticos. Los que nos dedicamos a esto debemos comprometernos porque los bienes simbolizan algo para la sociedad: la memoria de los mexicanos”.
Egresada de la ENCRyM, Daniela confiesa que encontró en esta profesión la combinación de las disciplinas que le apasionan: el arte, la historia y la ciencia. “Me interesaba mucho el arte y la historia, pero también la ciencia y la investigación y la carrera de restauración lo tenía todo”, comenta.
A diferencia de las anteriores, Hans García no terminó una carrera profesional, pero asegura que la práctica le ha otorgado experiencia y la satisfacción de preservar obras de arte. “Ser restaurador te da una satisfacción de conservar el arte de nuestro México y eso es apasionante”, comenta.
Benjamín Romero (1975) también es autodidacta, pero eso no le impide ser un profesional en el arte de la restauración: “Ser restaurador implica además de tener un gusto por ello, tener conocimiento de lo que es el arte y de las diversas disciplinas que el oficio demanda”, comenta el integrante del Taller Perpetua Restauración.
En ocasiones, coinciden los restauradores, el ejercicio profesional es poco comprendido porque se desconoce el trabajo que hay detrás de la intervención de una obra. “Un restaurador debe tener mucha paciencia; tienes que ser de mente muy abierta para enfrentar cada uno de los problemas que la pieza tiene, pero sobre todo tener mucha pasión”, comenta Norma García, quien es egresada de la ENCRyM.
Junto a Romero, Norma también forma parte del taller Perpetua Restauración, integrado además por Montserrat Vázquez y Debora Rodrigues Dos Santos (1967). Un grupo interdisciplinario de especialistas en diversos materiales como pintura de caballete, documentos gráficos, piezas arqueológicas, pintura mural, madera, escultura policromada, documentos gráficos, metales y cerámica. Ellos aseguran que un restaurador debe acudir a diferentes ciencias y técnicas para desarrollar mejor su labor.
Eso lo tiene muy claro Sandra Joyce Ramírez, quien con una licenciatura en Biología y estudiante de maestría en Restauración de Bienes Inmuebles, trabaja en el Laboratorio de Biodeterioro del Cencropam. “Este enfoque entre arte y ciencia me llevó a dedicarme al biodeterioro en bienes artísticos, lo cual implica el tratamiento de todas las plagas que afectan los bienes, como hongos, insectos, bacterias y demás”, explica.
Sandra lamenta que sean pocos los restauradores que tengan una formación multidisciplinaria: “La restauración necesita el apoyo de otras disciplinas. Conozco muy pocos biólogos que se dediquen a eso y creo que es necesario porque las demandas de conservación de los bienes en México son enormes”, dice.
Pocas manos para una amplia riqueza cultural
A pesar de que la práctica de la conservación y restauración en México ha ido cobrando mayor importancia con el paso del tiempo, estos jóvenes restauradores demandan la falta de manos y presupuesto para preservar la vasta riqueza cultural con la que el país cuenta.
“Es un gremio muy pequeño, hay poca gente dedicándose a esto. Muy poca gente tiene mano calificada y eso hace que se estén cotizando. Pero además hay un problema: faltan proyectos, hacen falta presupuestos para que la gente se ocupe de preservar el patrimonio y que no sean trabajos de sólo seis meses, comenta Janet Nahum.
“Gran parte del patrimonio está en manos de las instituciones como el INAH, INBA o la UNAM, pero lamentablemente a veces no hay suficientes fondos para atender todo el patrimonio con el que cuenta el país”, dice Norma García.
“El país tiene muchos bienes culturales y son muy pocos los restauradores que al año egresan de las escuelas. El gremio es muy pequeño y además en el camino se van perdiendo algunos. Es una carrera con prestigio, pero creo que aún es muy joven”, comenta Daniela Acevedo.
Pero esto, comenta Daniela, tiene sus ventajas: “Al ser un gremio muy pequeño y cerrado, es muy fácil encontrar trabajo. Todo mundo se conoce entre sí y conocen tu forma de trabajar, eso te permite irte abriendo camino”.





