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En la literatura no hay cabida para la jubilación

El Universal
Miércoles 13 de julio de 2011
Superar los 80 años de vida no impide a autores como el mexicano Carlos Fuentes seguir en activo

Escritores como Carlos Fuentes, Ana María Matute, José Luis Sampedro, José Manuel Caballero Bonald y Juan Gelman constituyen una buena prueba de que, en literatura, no hay jubilación que valga. Todos ellos tienen más de 80 años y continúan en la brecha con nuevos libros que alcanzan gran repercusión entre los lectores, y, en la mayoría de los casos, no permanecen callados ante el mundo que les ha tocado vivir: dicen lo que piensan.

El filósofo francés Stéphane Hessel ha demostrado recientemente que a sus 93 años puede remover conciencias. Su libro ¡Indignaos! ha tenido un gran éxito en Francia y se ha publicado en más de 20 países. En España, ese alegato contra la indiferencia que es ¡Indignaos! ha inspirado el movimiento de protesta 15-M, que ha sacado a decenas de miles de personas a la calle a mostrar su descontento con los políticos y con la crisis económica.

El prólogo de la edición española de ese libro lleva la firma de José Luis Sampedro, otro escritor bien metido en los 90 y que, en la línea de Hessel, hace menos de dos meses llamaba a los jóvenes a rebelarse de forma pacífica contra “la tiranía financiera y sus consecuencias devastadoras”.

Sampedro y sus lecciones de vida

Escritor, humanista y economista, Sampedro cree que los intelectuales “no pueden ser cómplices”, sino que deben “indignarse con lo que está mal”, y eso es lo que ha hecho durante décadas este sabio de 94 años, que ha vuelto a dar una lección de vida con su libro Cuarteto para un solista, escrito junto con su mujer, Olga Lucas, y publicado hace poco más de un mes.

Quizá le falten fuerzas para trabajar al ritmo de antes, pero mantiene viva la ilusión porque “es algo inherente a la vida”, dice. Muy crítico con la evolución de mundo, Sampedro considera su “deber hacia la sociedad” decir lo que piensa, y de su boca salieron frases como que la humanidad “desgraciadamente no ha superado edades de barbarie” y que el mundo “es rico en ciencia y pobre en sabiduría”.

El gran escritor mexicano Carlos Fuentes, figura de referencia de la literatura en español, es otro excelente ejemplo de intelectual octogenario en activo. No para de publicar libros, y entre los últimos figuran Carolina Grau y La gran novela latinoamericana.

Pero Carlos Fuentes no se limita a decir lo que piensa en la literatura. Allí donde va, nunca elude dar sus opiniones sobre el narcotráfico, que tantas víctimas está causando en México; la corrupción, la evolución política de Latinoamérica o sobre cualquier otra cuestión de actualidad.

Este escritor de 82 años, al que sólo le falta el Nobel para completar la larga lista de premios que ha ganado, lleva tiempo pidiendo la despenalización de la droga, “un problema global en la era global”, y no cesa de denunciar que “la mitad de la población de América Latina sigue viviendo en la pobreza”.

Menos activo que otros autores octogenarios ha estado en los últimos años el colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel y nombre esencial de la literatura del siglo XX, debido quizá a su delicada salud, pero ahí está su última novela, Memorias de mis putas tristes, de 2004, y ahí está también su deseo de publicar el segundo tomo de sus memorias tras aquel primero de Vivir para contarla.

La insumisión de Caballero Bonald

José Manuel Caballero Bonald, gran poeta y novelista español, cumple en noviembre próximo los 85 y está terminando un nuevo libro. En los últimos años ha publicado dos excelentes poemarios, Manual de infractores y La noche no tiene paredes; una apología poética de la insumisión, el primero, y una reivindicación de la necesidad de dudar, el segundo.

Ese buen ritmo de escritura se debe quizá a que “la evidencia de la vejez te estimula a decir cosas que no has dicho antes, te obliga a dar tus propias respuestas frente a todo lo que te exaspera o te ofende o te indigna. Si a mi edad me tuviese que quedar callado, si no pudiese decir todo lo que pienso, es que algo me había fallado en la vida de modo irremediable”, comenta.

Este escritor, quien ha merecido grandes premios como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Nacional de las Letras, valora “mucho, a estas alturas de la vejez”, la insumisión y la desobediencia, y siempre ha defendido que “la gran literatura está hecha por grandes desobedientes”.

El faro salvador

La novelista catalana Ana María Matute vio por fin recompensada su genialidad narrativa al obtener el Premio Cervantes 2010, que ganó a los 85 años por una vida entera dedicada a la literatura, “el faro salvador” de muchas de sus tormentas.

“El que no inventa, no vive”. Con esas palabras resumió la escritora su dedicación a la ficción cuando recibió en abril de este año el preciado galardón. “En la literatura -en grande-, como en la vida, se entra con dolor y lágrimas”, dijo Matute, cuya última novela, Paraíso inhabitado, es otra prueba de su gran capacidad de fabulación.

También superó ya los 80 Juan Gelman, el gran poeta argentino residente en México, ejemplo de escritor comprometido y marcado por su terrible historia personal. Su hijo Marcelo y su nuera Claudia fueron asesinados por los militares argentinos en 1976 y, tras más de 20 años de búsqueda, dio con su nieta Macarena, en Uruguay, que había sido criada por un policía de ese país. “Sin justicia, sin verdad, no se puede construir una sociedad cívica sólida”, dijo recientemente Gelman, Premio Cervantes y Premio Reina Sofía de Poesía. (EFE-REPORTAJES)



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