Artes contemporáneo y prehispánico, en diálogo
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“¿Qué tanto de mi trabajo tiene que ver con el lugar donde nací?” De cara a la propuesta de hacer una residencia en el Museo Amparo de la ciudad de Puebla, el artista Carlos Amorales se formuló esa pregunta que en la exposición Vivir por fuera de la casa de uno -la cual será inaugurada hoy a las 12 horas - encuentra varias respuestas al tiempo que abre nuevas preguntas.
Carlos Amorales (Ciudad de México, 1970) presenta en el museo poblano once obras. Salvo una de las piezas, las demás no se han visto en México. Cinco surgieron a partir de la residencia del artista en este recinto y tienen que ver con la colección prehispánica del Museo, que es la segunda más importante de su tipo en México. La muestra representa la puesta en marcha del proyecto Amparo Contemporáneo, que conducirá a que artistas dialoguen con las colecciones prehispánica y virreinal del Museo, así como con el propio recinto que es un edificio de origen colonial.
Juego de puertas
Como quien abre una caja de pandora -contó el artista a los medios de comunicación- la visita y revisión de la colección del Amparo produjo en él dos cosas. Una: el cuestionamiento del concepto de lo prehispánico, y dos: el cuestionamiento de su propia obra.
Esto supuso muchos diálogos: con su historia personal -vivió más de una década fuera de Europa y buena parte de su arte ha sido creado fuera de México-. Dialogó también con la idea que se fue formó su generación acerca del nacionalismo -hubo prevención y hasta cierto punto antagonismo. En tercer lugar, con el tema de lo prehispánico, asunto que despierta fascinación pero, al mismo tiempo, incomprensión.
Esas piezas, dijo, tienen una carga pesada, solemne, de drama. “Hay una serie de ideas con las que uno crece y con las que nos educaron, pero que no se nos permitía ver en detalle”.
Derivado de esos planteamientos, surgieron obras en las cuales buscó quitar el “aura histórica” que cubre lo prehispánico. Se dio también el encuentro del tema de la identidad en sus propias obras: ocurre que Amorales tiene un “Archivo líquido” de más de tres mil imágenes y algunas de esas piezas hacen guiños a imágenes del pasado.
La muestra coincide con el año de festejos por los aniversarios de la Independencia y la Revolución, mas no fue el propósito de Amorales hacer algo ex-profeso para estas fechas.
“Espero que se aleje del discurso oficial en torno del Bicentenario. Las celebraciones se han hecho como continuidad, no como cuestionamientos. Mi trabajo no niega esa historia, cuestiona cómo se hace la historia. Y me cuestiono a mí, cuestiono incluso mi gusto artístico”, expresó el artista.
Recorrido contemporáneo
La exposición, que ocupa la planta alta del segundo patio del Museo Amparo, inicia con la serie de “preceptos” Treinta y cuatro anunciados para reordenar, que fue el punto de definición para el propio artista. Contiene planteamientos como: “Pensar que todas las figuras tiene el mismo color”, “Evitar representar un drama” y “Pagar por ver de dónde viene uno”.
Herramientas de trabajo, animación sin sonido, en blanco y negro, es una deconstrucción del “Archivo líquido” y de su metodología; los dibujos en este caso aparecen objetualizados.
Incorruptibles es una serie de esculturas de aluminio fundido con la imagen de un águila -“metáfora del poder”-. Es una síntesis de un glifo maya con dibujos y gráfica del artista. Las paredes de este espacio -las más “afectadas” por la obra de Amorales- contienen sus dibujos superpuestos, provenientes de su Archivo en lo que él define como “una disolución de mi lenguaje”.
La hora nacional, cuyo título tiene un doble sentido, es un video de seis minutos, para el cual Amorales “construyó” réplicas de las piezas del Museo a las cuales les resta su “aura de historia” al colorearlas y generar entre ellas un diálogo. El propósito con el video, explicó, fue construir una narrativa. Se trata de ver las piezas por su forma, no por su contenido, verlas sin las ideas del sacrificio humano y la carga histórica, que a veces es cliché.
“Es hallar ese punto de inocencia hacia la propia historia. Tiene un lado iconoclasta, tiene un lado de apertura. Fue mirar lo mismo que hemos visto toda la vida, pero con otra pátina, literalmente. Fue interesante cubrirlas con pintura porque fue como disfrazarlas o enmascararlas, también fue como sentir que es como el México que estamos viviendo, que es un México donde lo prehispánico está muy vivo, pero está cubierto con una pátina de modernidad. Hay algo que reconocemos, a la vez vemos algo que se siente contemporáneo, y hay algo que no acabamos de comprender. Es como vivimos el presente, que no acabamos de asir”, explicó.
Para Benjamín Mayer Foulkes, quien prepara el libro de la exposición junto con el artista, La hora Nacional es una obra que tiene “una gran cantidad de resonancias, que muestra extrañamientos ante temas cotidianos. Hace una pregunta central de una manera engañosamente sencilla”.
Acerca del trabajo en el Amparo, explicó que es frecuente que el artista contemporáneo piense en el cubo blanco pero que ahora buscó hacer que su obra conviviera con la realidad del lugar: “No parece arte contemporáneo, no tiene la dictadura de lo colonial”.
La exposición -curada por Michel Blancsubé- contiene otras obras como One mile string (Una milla de cuerda), de 2008, la cual toma la imagen de la telaraña, uno de los asuntos que Amorales vinculó con esta residencia a partir de la fragmentación.
Figuran además las obras Black cloud, una serie de palomillas que se encuentran en un salón cerrado del museo; una trilogía de videos sobre lucha libre, la animación digital en video Useless wonder, una proyección en dos canales. Algunas de las obras fueron prestadas por las galerías Kurimanzutto e Yvon Lambert, así como por las colecciones Jumex, Diane and Bruce Halle, Pinaul e Hirmas. La muestra permanecerá hasta agosto; aún no se informó a qué otros recintos se llevará.