Julio Galán, un performance eterno
Julio Galán cumple en este 2000 veinte años de trayectoria artística. Y la exposición más reciente, y que en cierta forma resultó como un festejo adelantado, fue precisamente la montada en diciembre de 1999 en las salas de Arte Actual Mexicano, ubicada en el municipio nuevoleonés de San Pedro Garza García. Galán presentó obras recientes, particularmente retratos y autorretratos, y asistió con un traje oscuro de Yamamoto y un sombrero que tenía encima una garza disecada; aunque las ganas de festejar fueron pocas. La muerte de su madre, Elisa, lo deprimió profundamente pero no ha dejado de pintar. Está realizando nuevos cuadros para presentarlos en alguna galería de la ciudad de sus grandes éxitos: Nueva York. ?Es algo en lo que he estado pensando (el vigésimo aniversario de trayectoria artística) ?me dice Galán?. Ahora estoy haciendo una nueva obra que presentaré en Nueva York, que me ha costado muchísimo producir. Después de veinte años sigue siendo difícil pintar. Siempre he estado muy intranquilo, muy a disgusto, muy cerca de la muerte, con una tendencia mala y negativa; me salva la pintura, sí, en ese sentido estoy muy conforme y muy contento con este grupo de nuevos cuadros. Sólo falta la presencia de alguien (¿mamá?), y creo que en estos cuadros se manifiesta.? Julio jamás retrató a su madre, sólo hasta ahora, cuando ya no está con él. ?¿Por qué pintas a tus hermanas Lissi y Sofía, y a mí no?? ?le preguntaba su mamá. ?Porque no me gusta pintarte, punto? ?le respondía Julio. Después de la muerte de la señora De Galán, Julio elaboró un espléndido retrato de su madre, que presentó en la exposición en Arte Actual Mexicano. ?Ese cuadro y esa exposición, en general, fueron un homenaje para ella?, me comenta. Cuando organiza sus exposiciones, Galán procura mostrar lo diversificado de su producción; es decir, retratos, paisajes, naturalezas muertas, collages, cuadros abstractos en las más variadas técnicas. Para esta próxima muestra que desea en Nueva York, únicamente prepara autorretratos; ?los veo y me identifico con el dolor por la muerte de mamá y con su ausencia?. El valor moral con el que ha hecho esas obras le hacen ser muy cauteloso; quiere encontrar el mejor lugar para presentarlos. Julio vive en un agradable apartamento, en un edificio de seis pisos ubicado en la zona de Chipinque de la Sierra Madre Occidental, en Monterrey, con ventanales donde puede contemplarse una de las más bellas estampas del área metropolitana. El apartamento es un poco oscuro por las tonalidades de la mayoría de las alfombras, sofás y tapices pero no está mal iluminado; además, tiene tres grandes espejos Napoleón III y está dotadísimo de infinidad de objetos y fetiches como muñecos, ositos de peluche y un enorme perro pastor alemán disecado. De su modular, al fondo del espacio dentro de un armario, surge una cadenciosa música electrónica. Al centro hay una mesa con un montón de libros, catálogos de arte y revistas de moda y sociedad como ?Hola!? Su estudio está en el apartamento de arriba y se accede por una escalera de caracol. Cuando llegué a la entrevista, Julio estaba sentado casi en medio de la sala; un acupuntor con bata blanca y anteojos le clavaba agujas en las orejas. ?En un momento estoy contigo?, me dijo invitando a sentarme frente a él, en un cómodo sofá con estupendas almohadillas. Julio ha dejado de estar delgado. Sus mejillas y la papada han crecido igual que la barriga. Ya no tiene el cabello largo ni rizado. Lleva puesto un elegante traje negro, sandalias Hermes. Tiene unas sombras negras, que llegan hasta las sienes, en sus grandes y melancólicos ojos que los hacen más profundos y sombríos. Sus pestañas las tiene pintadas de plateado, igual que las uñas de las manos. Lleva, además, tres anillos en la mano derecha. No ha perdido sin duda el porte aristocrático. Se niega a dejar de ser una representación de sí mismo, un performance eterno. Julio procura que así sea. Siempre pondrá énfasis en lo que visten sus personajes y en lo que él mismo utiliza. Galán hace en la moda lo que con sus collages: mezcla lo mejor de su repertorio, en este caso de Armani, Yamamoto, Gaultier, Colonna, Des Garçon y Margiela. A lo largo de una serie de entrevistas conmigo durante los últimos ocho años, Julio ha aparecido disfrazado pero creo que nunca ha actuado: siempre ha sido él mismo, es decir, el que no todos conocemos. En sus cuadros está una imagen de él que no necesariamente es su reflejo verdadero. Más que nunca lo advierto dispuesto, incluso menos personaje, sin simulaciones, más reflexivo sobre el dolor y la tristeza que jamás le abandonan, agudizados por la muerte de su madre. Estamos bebiendo whisky con agua mineral en vasos lalique y él fuma cigarrillos Marlboro light. ?En estos momentos me encuentro en una etapa de la vida en la que sí es importante pensar cómo te sientes?, comenta Julio. ?Estoy en un momento de transición, como en la mitad de la vida, pleno de decisiones de mi parte. Podría dejar de pintar, que no lo voy hacer, irme de ermitaño (que ya lo soy porque no salgo de mi casa); hacer moda, que tú sabes que me encanta; o no hacer absolutamente nada. ?Cuando comencé a pintar, hace más de veinte años, hace casi treinta y ocho, sabía lo que iba a ser. La vida me ha dado muchas sorpresas, buenas y malas, pero las hago a un lado porque no son importantes ni repercuten en lo que quiero hacer, solamente las tomo porque ayudan a seguir adelante. Sólo quiero decir que siempre estoy más satisfecho, más conforme, con lo que ahora me está pasando.? Técnicamente ?le comento. No hay técnica, eh. Pero tu trabajo con los años advierte un mejor manejo del dibujo, de la composición, una paleta de colores que ha crecido, aunque insistes terriblemente en el tema: tú mismo. Sí. Pero nada de eso es importante. No tomé clases de pintura ni estuve con ningún maestro. Aprendí solo. Si de pronto pongo a mi sobrina Tiziana, de cinco años, a que me pinte un cuadro, que lo ha hecho, para incorporarlo a una de mis telas, o le digo a Lissi que me ponga barnices, o yo mismo cuando aviento un bote de pintura sobre alguna obra, eso para mí es lo que me mantiene muy sorprendido y conforme, sin esquemas. Podría ahora mismo voltear el sofá donde estás sentado y romper la ventana, experimentar con todo siempre y cuando esté muy consciente de lo que quiero, que es siempre sorprenderme. Todo esto que parece un disfraz no lo es: éste soy yo, el otro no soy yo, el que tú conoces. Así me presento ante ti: éste soy yo, el otro es el que no existe. ?Soy así, como un personaje que me he creado, que me gusta; así es también en la pintura, nada más que con elementos muy variados, con todo tipo de emociones: el amor, el desamor, la tristeza, la alegría. El riesgo es un factor muy importante desde el principio. Dejaría de pintar si no fuera así. Tu obra es sorprendente y está llena de una narrativa de misterios que, tengo la sospecha, sólo pueden revelarse una vez que se te conoce. Tú me estás viendo ahora mismo. ¿No soy otro? Sí, por supuesto. Estoy tratando de desligar esa parte que solamente ve la pintura sin importar el autor. Sin embargo, creo que hay casos aislados, en los que entro, en los que sí se necesita conocer al artista. ¿Qué te provocan los señalamientos como artista excéntrico? No soy excéntrico. La gente así lo piensa pero no soy así. Soy una persona normal, natural. Sé que se piensa que soy extravagante pero tendríamos, entonces, que tomar una referencia en mi madre, una mujer que se pintaba el pelo de rojo, un poco mitómana, fantasiosa, que me quería a mí con locura. Heredé mucho de ella, soy así, un poco de ella, que tenía como un ángel, un carisma, modestia aparte; su misión era atender y servir a su familia, y mi caso: ser un gran artista, pero todavía no lo he logrado. Hace veinte años, cuando fue tu primera exposición, ¿qué actitud recibiste por parte de tu madre? La naturalidad y la ingenuidad con que tomó las cosas, lo cual trato de retomar. Ser muy simple, muy honesto y muy sincero. Que se haya equivocado, es otra cosa. Ella nos tuvo a distancia, separados, pero nunca estuvimos abandonados. Hace unos años, Julio intentó llevar al penal una serie de obras para que las vieran los criminales más terribles. Pero no fue posible. Lo que le interesaba era entender la mente de un asesino. Le intriga la mente ?perversa? de un asesino igual como le puede intrigar a la gente la mente creativa de un artista. Por eso Julio ha explorado también en su pintura el tema del sadomasoquismo. Le inquieta explorar mentalmente, para su pintura, esa excitación que le puede provocar a alguien el dolor como sistema para lograr un placer. Una de las jóvenes críticas y curadoras de arte más prometedoras en Monterrey y que conoce muy bien a Julio es Vanesa Fernández, hija del político Mauricio Fernández y nieta de una de las coleccionistas de arte contemporáneo más prominentes, Márgara Garza Sada de Fernández. ?Unos dicen que hay que temerle más que al diablo. Otros dicen que es un ángel caído del cielo.? Vanesa entrevistó formidablemente a Julio para el catálogo de una exposición en 1995 de la galería Thaddaeus Ropac: ?Julio es todo un mito que representa no sólo a un gran pintor sino a un coleccionista de objetos maravillosos y de artes decorativas, un poeta, un divo rodeado por fans, un actor, tal vez hasta un ídolo ?explicó?. Cualquiera de estas descripciones, o todas juntas, componen su imagen.? Vanesa no entiende por qué, cuando lo entrevistan, Julio pretende mostrarse como naif. En tu pintura transitas de lo inocente a lo perverso, en tanto los disfraces de tus personajes, y que tú también utilizas, llaman a lo misterioso. ¿Cuáles son tus lineamientos entre el bien y el mal? Yo he mezclado la maldad con la bondad. Soy muy malo y soy, dicen, bueno. Pero no me siento ?bueno?. Tengo muchos instintos. Siempre buscando todo el riesgo. Todo eso que es perversidad, maldad, me atrae, me gusta: soy así, trato de controlarlo hasta cierto punto aunque cuando pinto no estoy midiendo qué está pasando ni disfrazando la verdad, como lo hacía antes. El disfraz es para embellecer la imagen. Soy una persona muy perversa, malo, dañino; la gente se puede hacer adicta a mí y luego ya no se puede salvar. Soy como una droga, incluso para mí mismo, de la que sólo yo puedo permitir que se desprendan. Me gusta ser así. Soy así. Soy una persona que es difícil pero que le gusta serlo. Tus parámetros de belleza, ¿cuáles son? Todos tus cuadros son atractivos pero no todos son convencionalmente bonitos. Los cuadros tienen que tener una fuerza interior y una belleza. Para mí la belleza es... ¡yo! Es decir, yo y lo que me rodea como las mujeres que he pintado: Lissi, Sofía, Luisa, Balbina, Milena, mujeres bellas por dentro y por fuera. Aunque a ti quizá no te lo parezca es bello para mí estar rodeado de todo lo que estás viendo en mi casa. La belleza es como... ¡yo!, vuelvo a repetirlo, porque si no me siento a gusto conmigo, en este momento porque estoy gordo y feo, hay otras motivaciones y otras razones.





