Una historia de amor motivada por un certamen de belleza
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
La historia de amor entre Josefa
Rodríguez y Jaime Sabines, comenzó con un concurso de belleza. Ella era
la única mujer en el grupo de la única preparatoria chiapaneca y él era
el estudiante que dirigía la campaña para convertirla en Reina de la
Primavera; el poeta que en un volante escribió: “Chepita Rodríguez,
ángel con cuerpo de mujer”, no sólo llevó a Chepita al triunfo sino que
generó la historia de amor que se relata en el libro Los amorosos.
Cartas a Chepita.
No todo fue sencillo para los amantes. Esa
frase poética provocó los celos de Esperanza Cruz, la que era novia de
Jaime Sabines; la respuesta de Chepita fue la conquista. Una amiga le
dijo: “Ya sé cómo calmarás a Esperanza, conquista a Jaime, lo haces tu
novio por unos días y luego lo dejas”.
Las cartas de un joven poeta de 23
Chepita,
la mujer que vivió con el reconocido poeta 46 años, conversó con KIOSKO
y cuenta esa aventura: “Nuestro primer noviazgo tardó unos cuantos
meses nada más, porque éramos unos novios muy raros, si nos tocaba
entrar a clase al mismo tiempo sólo nos decíamos: ‘¿Cómo estás?’ o
‘Buenos días’ y cuando lo obligaban los compañeros a que me llevara a
mi casa, se nos iban las calles con pocas frases, él me decía: ‘habla,
dí algo’ y yo les respondía ‘No, habla tú’, así llegábamos a casa
diciendo nada más eso. Hasta que un día Jaime dijo: ‘Aquí se termina
todo’”.
Pasó el tiempo y entonces comenzó el suplicio. Los dos
jovencitos se trasladaron a la ciudad de México; ella para estudiar
odontología -profesión que ejerció durante 35 años; él para cursar la
carrera de medicina, que cambió por sus clases de filosofía. Josefa lo
evitaba, hasta llegó a tirar un papelito que Sabines puso en la bolsa
de su suéter.
“Jaime me seguía, él intentaba que volviéramos a
relacionarnos, pero yo no accedía. Hasta el año siguiente me mandó un
telegrama donde me decía: “Claudico, te esperaré en la joyería La
princesa, que está en la calle de Tacuba, todas las tardes desde las
cuatro de la tarde. Aventé la carta y lo olvidé, pasaron los meses
hasta que sin pensarlo llegué allí una tarde; me invitó a tomar un
helado y antes de despedirnos ya salimos de novios y le dije: ‘a ver
que tal nos va; desde entonces, hasta que Dios se lo llevó’”, recuerda
con nostalgia Chepita.
Superaron todo
Fueron novios siete
años, hasta que ella terminó su carrera. Entonces se casaron y tuvieron
cuatro hijos: Julio, el único varón; Jazmín, Judith y Julieta, quienes
fueron testigos del amor entre sus padres. Y sin embargo, tuvieron que
superar los problemas que hay en cada pareja.
“Hay algo que a
Jaime le molestó mucho. Un buen día, una enfermera del hospital donde
trabajaba me dijo ‘vino un detective y le ha preguntado a varios
médicos cómo se comporta, si yo era confiable o andaba de loca; llegué
a la casa echa un demonio, le dije: ‘o me tienes confianza o aquí se
acaba todo’; él se enojó mucho, yo le dije: ‘has de tener alguna en la
calle que trata de separarnos’; yo supe que él nunca desconfío de mí”,
cuenta Chepita, la inspiradora de varias cartas y poemas del autor de
Los amorosos, Horal y La señal.
Desde la intimidad
La viuda
del poeta asegura que en el libro Los amorosos. Cartas a Chepita,
publicado por Joaquín Mortíz, se ha publicado la totalidad de misivas
que Jaime Sabines le escribió durante los años de noviazgo y si muchas
no se incluyeron es porque se las escribió cuando ya estaban casados y
le contaba de las ciudades a las que viajaba. “Tiempo después, cuando
ya estábamos más holgados de centavos, entonces ya me hablaba por
teléfono; ya más yo lo acompañaba”.
Chepita reconoce que el suyo
fue un gran amor, por eso cuando murió el poeta, el 19 de marzo de
1999, ella se dejó de cuidar. “Desde que los médicos me dieron que
Jaime no tenía remedio, me dejé de pintar el pelo, ni me lo pintaré.
Tras su muerte, guardé luto casi un año, mis hijas me insistían que me
quitara el negro, me decían: ‘A mi papá no le gustaría’, entonces
comencé a dejar el color negro poco a poco”.
Los recuerdos del poeta
Josefa
Rodríguez no duda, si volviera a nacer se volvería a casar con Jaime
Sabines. Nunca se arrepintió de quererlo. “Fue un hombre muy bueno, muy
cariñoso; me hacía muchos regalos, sobre todo en sus últimos años. Me
hizo muchos regalos, más que nada cuando estaba enfermo. Los conservo,
pero últimamente me ha dado por irlos repartiendo entre las hijas; a
Julio lo que le he dado son las mancuernillas que yo le regalaba a su
padre”, comenta Chepita.
La amante perfecta de Sabines, a la que
le decía “Estoy terriblemente solo. Te necesitó. No puedo defenderme
más contra tu ausencia y mi soledad”, está contenta con la familia, con
las dos nietas que tiene; se lamenta de que su hija Julieta no tenga
hijos, como tampoco los tiene Judith, quien decidió no casarse.
Chepita
Rodríguez recuerda con cariño a su marido, el hombre alto, de ojos
claros y bigote del que se enamoró cuando estudiaba la preparatoria y
ni siquiera soñaba con ser Reina de la Primavera.





