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Yuri Herrera indaga la migración y el lenguaje en su nueva novela

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Domingo 06 de diciembre de 2009
“Señales que precederán al fin del mundo” es la historia de alguien que huye y busca reconstruir su identidad en un viaje

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

Yuri Herrera se instaló en la literatura mexicana con su primera novela Trabajos del reino, que tiene como narrador a un compositor de corridos. Ahora, con su segunda obra, el escritor hidalguense continúa su indagar sobre las fronteras, las migraciones y el lenguaje con una novela que es un viaje, pero también una despedida encarnada por una mujer llamada Makina.

Señales que precederán al fin del mundo (Periférica, 2009) no es tanto una historia sobre ciudades, aunque las referencias pueden tender semejanzas con algún poblado pobre de Hidalgo llamado en la novela “La ciudadcita”, con el Distrito Federal denominado “El Gran Chilango” y con Estados Unidos, conocido por Yuri como “El Gabacho”. Es una novela sobre el viaje.

El narrador nacido en Actopan, Hidalgo en 1970, asegura que el viaje constituye a Makina. “Es la historia de alguien que está reconstituyendo su identidad, renombrándose a sí misma pero no tanto en función de renunciar a un nombre por otro o a una identidad con otra, sino es la comprensión de que en ese viaje, en esa transición, está su nuevo nombre, de que ahí está su nueva identidad”, dice.

 

Construida como un descenso al Mictlán, a través de nueve etapas como “La tierra”, “El cerro de obsidiana”, “El lugar donde son comidos los corazones de la gente” y “La serpiente que aguarda”, la novela de Yuri Herrera es al mismo tiempo una huida y una búsqueda: “Era irremediable hablar del tipo de viajes que están definiendo nuestro tiempo, que sucede no sólo entre México y EU, sino entre Marruecos y España, entre la Europa del Este y la Europa Occidental”.

 

Más allá de que el escritor tuviera un propósito explícito de tratar en esta historia el tema de las migraciones -una palabra que nunca aparece en la novela, aunque siempre habla de ella- hay un viaje a las profundidades del alma y de las sociedades contemporáneas que se mueven, emigran y cambian.

“Hoy nos estamos dando cuenta de la fragilidad de ciertas certezas con las que hemos vivido siempre y que tienen que ver con nuestra identidad, el lenguaje e inclusive con ciertas leyes y límites geopolíticos”, asegura.

 

El narrador, que estudió Ciencias Políticas en la UNAM y la maestría en Creación literaria en la Universidad de Texas, asegura que hablar de la migración, el narcotráfico, la identidad y las transformaciones, responde a la necesidad inminente en el escritor de hablar de su realidad y su tiempo, independientemente de cuáles sean los códigos que utiliza en su escritura: “Así hable de androides, hobits o personajes del siglo XIX, uno siempre habla de su propio tiempo y de su propia realidad”.

 

 

Sobre la historia y su estructura

Su personaje emprende un viaje en búsqueda de su hermano que se fue al “Gabacho”, para lo cual, sin saberlo, renuncia a parte de lo que es, porque todo viaje es a la transición y al proceso. El autor usa la estructura narrativa del descenso al Mictlán como andamiaje de la novela. “Había una serie de símbolos, colores e imágenes que me interesaban mucho por lo que pudieron haber significado en algún momento y la manera de resignificarlos y de apropiarlos”, comenta.

Pero no se queda en esa estructura narrativa, la nutre de otros elementos, como ciertas referencias lingüísticas, para lo que recupera ciertos giros del lenguaje que aparentemente están en desuso, pero que a Herrera le parecen de gran precisión. Se apropia del término jarcha, que es una referencia al pasado pero también a cierta transición de la lengua. Es un sustantivo usado en el siglo XIII, que él convierte en un verbo que significa salir. Herrera cuenta que la jarcha eran una composición lírica del siglo XIII que aparecía al final de algunos poemas mozárabes, pero le interesó porque es el antecedente más lejano de lo que después sería el español: “Eso por sí mismo me interesaba porque es una palabra que designa una transición, es una palabra fronteriza. Es una salida y esa composición lírica siempre era una despedida en la voz de una mujer. Y para mi este libro es también una despedida, el personaje se despide de muchas cosas”.

De ahí que en Señales que precederán al fin del mundo abunde la conjugación del verbo “jarcha”, porque para el también editor de la revista literaria El perro, es una referencia al pasado y una reivindicación de esa palabra en términos de todas las cosas que sintetiza. Apunta: “La realidad no está escrita en una gramática original; escribir implica decisiones éticas y estéticas y esto para mí es fundamental”, dijo a KIOSKO.

 

 

 

Contrario a algunos escritores que construyen novelas sin personajes y logran buenas historias como es ¿De dónde son los cantantes?, de Severo Sarduy, a Herrera le interesa hacer historias encarnadas en el personaje, con dramas escritos en sus cuerpos, desde donde los leen sus lectores. Por eso su afán de hacer personajes fuertes que además generen empatía con el lector y sean consistentes con un lenguaje muy específico.

Por eso está satisfecho con la claridad de los objetivos vitales que persigue Makina, pero también que el lector tenga muy claros los elementos de la historia y cuál es el lenguaje que se produce conjuntamente con el personaje.

“En ese sentido tenía claro que el personaje sería una mujer y qué tipo de mujer sería, qué tipo de colaboración y complicidad con la vida generaría”, dice.

Para Yuri Herrera, el narrador que con su segunda novela ocupa un sitio principal en las letras mexicanas, es fundamental lograr una historia que conjuga tres elementos esenciales: la trama, el lenguaje y los personajes.

 

 

Sobre los lugares

Los dos primeros lugares tienen que ver con Hidalgo, el pueblo sería uno del Valle del Mezquital o de la Huasteca, aislados, sojuzgados por un orden político arcaico y brutal; el tercer lugar podría ser la ciudad de México y el cuarto sería el trayecto por el país, hasta llegar al cuarto lugar que sería la frontera y después está otro sitio, “El Gabacho”, que podría ser EU.

De dónde venimos, dice, es también qué estamos haciendo hoy, es también cuál es nuestra responsabilidad frente al caos y el tremendo cinismo de los políticos que hemos creado. Pensar en nuestro origen es una pregunta que uno tiene que responderse pensando también en el pasado reciente.

Uno siempre está cruzandose con los mitos. Este era un caso específico en el que el autor se interesó.

Juarochos. La frontera la realiza si la gente que nació y creció ahí y reflexiona sobre la frontera, pero también la gente que llegó ahí por elección o porque no tuvo de otra. Muchos escritores han hecho esto, entre otros Ricardo Garibay que escribió La casa que arde de noche, novela sobre un prostíbulo en la frontera.

 

“Con el narco uno se enfrenta todos los días y a todas horas, es parte sustancial de nuestro sistema político, de la vida empresarial del país, del imaginario estético. Más que ser el tema, es un tema que acompaña a todos los demás temas ahora, no podemos dejar de hablar de eso”, asegura Herrera.

Su primer libro se inscribe en la literatura del norte, pero quiere ver su literatura como una que le dice algo a los lectores, las etiquetas son útiles en términos académicos o comerciales pero como lector debe despreocuparse de ellas.

“El perro”

Es una revista literal y metafóricamente de letras, la única imagen es el logo, que cambia cada número. La idea es que las únicas imágenes sean los párrafos.

El diseño es del pintor hidalguense Enrique Garnica.

 



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