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Un retrato de la maldad que nace de la nota roja

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Lunes 09 de julio de 2007
El escritor Ernesto Alcocer explora la perversión humana en su nuevo libro

Armado de capacidad narrativa, el escritor Ernesto Alcocer se metió en la mente de asesinos, pederastas, vividores y racistas para crear los relatos, basados en notas periodísticas, que conforman su nuevo libro, Perversidad, en el que explora algunas de las desviaciones de la humanidad.

Desde hace mucho tiempo, Ernesto Alcocer se ha dado a la tarea de coleccionar notas periodísticas de sucesos extraordinarios, donde ha encontrado “verdaderas joyas” que muestran la perversidad de los seres humanos.

Su interés, asegura, no es celebrar la maldad, sino evidenciar cómo se han perdido valores necesarios para la civilidad y la vida.

“De lo que nos están hablando estos relatos es de la desviación humana, creo que se trata de una recopilación de historias que hablan de formas que llevan a la gente a pensar y a actuar de manera sorprendente e inverosímil; los relatos no nos confirman que el ser humano puede ser muy malo, sino que lo que estamos viviendo es una crisis de valoración de las cosas”.

Ernesto Alcocer asegura que este momento de la historia de la humanidad es fascinante y, en gran parte, esa fascinación tiene que ver con todos los cambios y estímulos que existen, pero también con el hecho de que esos estímulos mueven la escala de valores tradicionales, con los cuales muchas generaciones fueron educadas y que les ayudaban a medir lo que era la vida.

Y eso, asevera, lo logran los relatos del libro publicado por Destino, porque se trata de historias que ponen en tela de juicio los valores tradicionales, que en su generación concebían como inamovibles, “y ahora resulta que no sólo en términos de gobierno, sino también individualmente, todo fin justifica los medios, es decir, lo importante es alcanzar el fin, sin importar cómo y sobre quién se pase”.

Si algo reflejan las seis historias contenidas en Perversidad son los miedos, las carencias, las limitaciones y los valores sobre cómo son las relaciones humanas actuales y que son cosas que se cuentan y se pueden leer a diario en los periódicos.

Eso provoca que los personajes lleguen incluso a ser extremadamente agresivos, y aunque bien se sabe que todos ellos son parte y producto de la sociedad y cultura contemporánea, al ser conocidos y analizados desde la nota periodística y el relato que la acompaña, resultan chocantes para algunos lectores, porque escuchan sus voces.

El autor de También se llamaba Lola reconoce que los relatos inspirados por la nota periodística los padeció de una manera extrema porque tuvo que entrar en la mente de los protagonistas, y eso quiso transmitirlo a los lectores y mostrarles desde un cura pederasta hasta una violonchelista adicta a las cirugías plásticas.

“El relato de ‘El tercer grado de obediencia perfecta’ me parece una historia escalofriante, y hay otras con una dosis de sátira y humor sorprendentes... comencé a reunir noticias como un juego, me llamaban la atención y las recortaba y, con el tiempo, me di cuenta que era clasificables por temas y había una suerte de historia de las mentalidades”.

Sin embargo, concibe la pérdida de valores con una parte positiva, la del reacomodo y el cuestionamiento que implican y generan cambios en la mentalidad.

Ese interés es tal, que el escritor adelantó que ya trabaja en otro tema: el de cómo se ve, desde la sociedad contemporánea, a la historia, y ello lo hará mediante la forma que tiene un joven de interpretar lo que aprendieron generaciones pasadas, pues para las nuevas generaciones los referentes son otros y la historia de los héroes tal vez les parezca algo ajeno, lo que los lleva a preguntarse: “Y eso qué conexión tiene eso conmigo”.



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