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La techumbre fue un riesgo desde que se instaló

Ma. Elena Matadamas| El Universal
Miércoles 04 de julio de 2007

Desde su instalación en 1987, la techumbre metálica que cubre la parte central de la zona arqueológica de Cacaxtla, Tlaxcala, se convirtió en una amenaza latente para lo que buscaba proteger: el conjunto de mayor riqueza y vastedad de pintura mural mejor conservada de Mesoamérica.

El hecho se recuerda como una de las polémicas más fuertes relacionadas con la preservación del patrimonio arqueológico en la década de los 90, por dos razones: la alteración visual que produce, pues semeja una gasolinera, un gran hangar o una bodega, que rompe con el contexto natural, además de restarle luz natural y hacerle perder su verdadera dimensión y monumentalidad; pero también porque generó un microclima que alteró los murales.

Dos elementos más actuaron en su contra: al momento de hacer la cimentación de las columnas que soportan el techo, se destruyeron vestigios arqueológicos; y por encontrarse en un terreno elevado, los vientos producen una vibración en la techumbre que exigía retensar los cables cada seis meses –a un costo estimado en 1988 de 36 millones de pesos– para evitar que se cayera.

La cubierta de lámina se instaló en la gestión de Tulio Hernández como gobernador de Tlaxcala, y de Enrique Florescano, como director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con un costo de 585.5 millones de viejos pesos, aportados por la Secretaría de Programación y Presupuesto, el INAH y el gobierno de Tlaxcala. El responsable del proyecto por parte del gobierno estatal fue Jorge Montes de Oca Le Henry y se inauguró el 15 de enero de 1987, en presencia del entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado. Fue una de las últimas obras de su sexenio.

Desde que se pensó en una cubierta para proteger los 11 mil metros cuadrados del área, se visualizó que sería la cubierta más grande del mundo para una zona arqueológica. De hecho, se le presumía como la más grande de América Latina y la segunda más grande del mundo, superada únicamente por la de la zona arqueológica de Xian, en la República Popular China.

El techo de lamina recibió cuestionamientos desde el principio, pues el objetivo de brindar protección a las pinturas y a las construcciones de adobe contra los efectos del clima –sol, lluvia, granizadas–, se vio cumplida sólo en parte: las fuertes corrientes de viento arrastrando una fina arenilla continuaron provocando la erosión eólica de las pinturas; pese a que se instalaron vidrios y protecciones frente a algunos de los murales, éstos siguieron perdiendo color y se degradaban sin que pudiera evitarse.

A falta de humedad las construcciones se comenzaron a erosionar. Era visible cómo las capas de aplanados, sobre los que fueron pintados los murales, se iban botando y tronando, lo que obligó a crear un sistema de riego especial.

La exigencia de retirar la techumbre se mantuvo vigente. En 1988 el arquitecto Jaime Ortiz Lajous hacía un llamado a salvar a Cacaxtla, al considerar que el techo fue “una equivocación que le está costando gravísimos problemas al sitio”. “De caerse, aplastaría las estructuras como si fuera un pastel”, advirtieron especialistas.

En 1995, a raíz de la visita a la zona del entonces presidente Ernesto Zedillo, quien había comentado que resultaba antiestética y cara en su mantenimiento, se pensó que se retiraría.

Años después –en 1998– el arquitecto japonés Fumihiko Maki, Premio Pritzker de Arquitectura 1993, encabezó una discusión sobre la posibilidad de mejorar la techumbre o encontrar alternativas para proteger la zona como parte de un Taller de Composición Arquitectónica de la UAM-Azcapotzalco.

En ese momento, el antropólogo José Antonio López, de la Comisión Nacional para la Conservación del Patrimonio Cultural, declaró que si bien la cubierta no había resuelto la mayoría de los problemas, sí cumplió otra expectativa: ser un soporte fuerte que resiste vientos de hasta 80 kilómetros por hora. Lo que no soportó, en mayo pasado, fue una granizada que hizo que un parte cayera y que obligara a desmontar con grúas 800 metros de techumbre dañada.



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